El ciclo de charlas que organiza Periko Solabarria Elkartea sobre el mundo de las relaciones laborales en Ezkerraldea y Meatzaldea, dos zonas con profunda tradición obrera especialmente castigadas por la desindustrialización, se ha acercado esta semana a la realidad de sectores feminizados y de jóvenes, un relato a tres voces para viajar al subsuelo de las condiciones laborales, y los nuevos escenarios. De los relatos de tres ponentes, una trabajadora de Amazon, otra de residencias y un miembro del colectivo Harian, se extrae que las mejoras se arrancan con la lucha, pero también que «cada dos o tres años hay que volver a la calle» en sectores tan delicados, y financiados públicamente, como el dedicado al cuidado de mayores. Pero clarificaron también que hay nuevos escenarios laborales que necesitan «un nuevo modelo de organización», nuevas herramientas, «un nuevo marco», como señaló Xabier, de Harian.
De hecho, en respuesta a la habitual apelación a las históricas huelgas en la zona, recordó que los esquemas de trabajo de hoy no se corresponden muchas veces con el escenario más habitual décadas atrás. «Cuando estás arropado por 400 trabajadores no te sientes solo», pero «hoy el pedido te llega al móvil, no tienes contacto con nadie». «La digitalización también afecta a esto», remarcó.
En ese contexto de los nuevos empleos, en Trapagaran hace algo más de dos años se implantó Amazon, tras una recalificación de terrenos industriales avalada por PNV y PSE. De esos empleos envueltos de un halo de modernidad y «buen rollo», habló una trabajadora del gigante del comercio online y resaltó «la imposición de su modelo de trabajo, cultural y social».
A por la competitividad
«Venden mucho el tema del equipo», se dan charlas para dar ánimo a la plantilla, y se intenta crear el clima de «somos como una familia», de vez en cuando se hacen fiestas, se dan premios, se hacen sorteos y hasta dan desayunos, celebran Halloween, pero «la prioridad son los objetivos».
Como explicó, en ese modelo que puede calar entre algunas personas, con premios como «ganar una Play Station», se fomenta la competitividad, la búsqueda constante de récords y la movilidad geográfica, pero además se inculca y practica otro modelo económico y cultural. De ahí que se patrocinen planes de pensiones privados, seguros de vida y hasta tengan un seguro de salud privado. La otra tónica general es el constante uso de términos en inglés.
El rechazo a los sindicatos «es total», señaló, pero «la precariedad más absoluta está en las subcontratas». «El envío de paquetes está totalmente externalizado» y «las condiciones de esos conductores son deplorables», según apuntó, derivado de que «se les aplica un convenio de mensajería que no es el suyo». Tal y como resaltó, eso significa «cobrar 800 euros por jornadas de diez horas o más, algo que LAB ha llevado a los tribunales y le han dado la razón». Además, está «la ansiedad que conlleva el tema de la valoración de los clientes», lo que se llama la «reputación digital».
Ocurre, como apuntó, que la responsabilidad sobre el estado del producto recae en el conductor, que está sometido a la valoración del cliente y si estas son negativas, reciben unas faltas que pueden llevar al despido. «Añadir a esto la persecución sindical hacia compañeros de LAB en estas subcontratas llegando al despido de cinco compañeros que se ha revertido gracias a la movilización, agregó.
«En los turnos de trabajo se nos impone un ritmo que agota y así no se puede cuidar»
Monika lleva 20 años trabajando en residencias, un campo en el que ha habido intensas movilizaciones, «pero estamos en una situación en la que cada dos o tres años nos vemos obligadas a salir a la calle, porque las mejoras no acaban de dignificar la situación de las trabajadoras del sector».
Habló de los ratios que fijan en 0,29 la atención directa en residencias, 29 trabajadoras por cada 100 residentes entre las que se cuenta personal como enfermeras, psicólogas o médicos que no están dedicados a la atención en el día a día de las personas residentes. Comentó que están luchando por la equiparación de condiciones de trabajo con las residencias públicas y ofreció una radiografía de la situación: «En Bizkaia hay 150 residencias y solo 4 son de titularidad pública; en Gipuzkoa, de 65 residencias solo 16 son públicas; en Araba hay 94 y 8 son públicas, y en Nafarroa, de 71 residencias solo dos son públicas». «Es un modelo de privatización en el que la titularidad es pública, se ofertan plazas en residencias de gestión privada, con lo cual pueden hacer con nosotras lo que quieran», señaló.
Precisó que servicios como lavandería, limpieza o cocina están subcontratados, «y eso ya es la precarización de la precarización». Según resaltó, este es un sector feminizado, por encima del 90% de la plantilla son mujeres, y esto está relacionado con salarios de unos 1.200 euros trabajando a turnos y en festivos. Recordó que muchas de las enfermedades musculoesqueléticas que contraen no están reconocidas como enfermedades laborales pero, además, «en los turnos de trabajo se impone un ritmo que agota y así no se puede cuidar».
Evitar la organización
Harian se creó tras las movilizaciones de la ACB y como otros grupos surgidos en otros puntos, se han ido «especializando» en las consecuencias de la «uberización de la economía» o la precarización de las relaciones laborales, que se caracteriza por el empleo de falsos autónomos y el uso de las plataformas digitales..., precisó. Destacó que «Delibero y Glovo son deficitarias incluso aprovechándose de los trabajadores», pero grandes empresas como Amazon y otras americanas siguen invirtiendo en ellas.
«En un correo de Deliveroo se señalaban palabras a evitar en el puesto de trabajo, como salario o convenio»
Detrás está el intento de «implantar un nuevo modelo de relaciones laborales». «Entra dentro de una estrategia –subrayó– de promover ese tipo de relaciones laborales en las que sea más difícil la organización de las personas trabajadoras». En ese contexto situó una anécdota, un correo a un trabajador de Deliveroo en el que se advertía de que tenía que evitar palabras como salario o convenio.
El portavoz de Harian, que avanzó que ya hay plataformas que están en el mundo de los cuidados, apuntó que el trabajo que realizan las personas jóvenes «tiene un problema de reconocimiento» y aludió a esa percepción de que la gente está en Glovo «por sacarse unos pelillas, pero no como un trabajo». «Esta lógica le viene muy bien al capitalismo, alargar la etapa de la juventud para que no tengamos la necesidad de un proyecto de vida propia», sentenció.