El sector fan siempre quiere más, y los productores le dan lo que piden, aunque para ello tengan que estirar el chicle hasta extremos que no convencen tanto al resto del público o a la crítica especializada, cansada de más de lo mismo. La explotación audiovisual del patrimonio literario de la señora J.K. Rowling funciona como una máquina bien engrasada, por eso el productor David Heyman trabaja sobre parámetros continuistas, y la realizacion permanece inamovible en manos del veterano David Yates. Para la saga de Harry Potter dirigió cuatro títulos y para Animales Fantásticos ya lleva tres, aunque la autora ya se encargó de que no se quedará en una trilogía, como en principio estaba anunciado, sino que serán un total de cinco.

Y eso que, como precuela, abarca una dimensión temporal, que se remite a la primera mitad del siglo pasado. Todavía estamos en los años 20, al igual que en las previas ‘Animales Fantásticos y dónde encontrarlos’ (2016) y ‘Animales Fantásticos: Los crímenes de Grindewald’ (2018). Entramos ya en el periodo de entreguerras, con el fondo histórico de la ascensión del nazismo. A nadie escapa que el tal Grindewald es un villano fascista, y su cruzada consiste en una persecución xenófoba a los ‘muggles’, que es tanto como decir a toda la raza humana, porque así se denomina al grueso de la población sin habilidades o poderes mágicos.

Se supone que Dumbledore y Grindewald no puede enfrentarse en duelo por un antiguo pacto de sangre, pero en esta entrega se rebela, y no es ningún spoiler, que tuvieron una relación amorosa en el pasado.

Desconcierta que el personaje malvado de la saga cambie en cada nueva entrega de actor, y tras Colin Farrell y Johnny Depp le toca el turno a Mads Mikkelsen, cuya interpretación va más con esta historia oscura. El elemento cómico recae de nuevo en Dan Fogler, que estrena varita.