EEUU ha «lamentado» las muertes causadas por un ataque con un dron estadounidense a finales de agosto, en el que murieron diez civiles, tras un atentado suicida en las inmediaciones del aeropuerto de Kabul, en plena retirada militar y evacuación de colaboradores locales de la ocupación de Afganistán.
«Nos lo tomamos en serio. De hecho, lamentamos las muertes que causamos y, aunque no somos perfectos en términos de cómo las investigamos o cómo hablamos sobre ellas», ha reivindicado el portavoz del Pentágono, John Kirby.
En este sentido, ha reconocido que hay «muchas grietas en nuestra armadura», pero ha matizado al añadir «¿Qué escuchas de los rusos hoy? ¿Qué escuchas de Moscú? ¿Qué escuchaste de Putin anoche?», ha comparado el portavoz respecto a la situación de los civiles muertos en la invasión de Ucrania.
En diciembre, el portavoz del Pentágono anunció que ningún militar se enfrentaría a medidas disciplinarias por el ataque.
Trece marines muertos un día antes
El 29 de agosto, dos días después de que un ataque en el aeropuerto de Kabul se cobrase la vida de civiles afganos y de trece soldados estadounidenses, el Ejército de EEUU atacó con un dron a un vehículo conducido por Zamarai Ahmadi, quien trabajaba para una ONG estadounidense, y en el que además murió su sobrina, de dos años de edad, sus siete primos y otro niño.
Según aseguró el pasado mes de septiembre el general estadounidense Frank McKenzie, uno de los principales mandos del Pentágono, Ahmadi habría sido probablemente confundido con un miembro del ISIS (ISKP) en un «terrible error».
El Gobierno ha ofrecido «un programa de respuesta de mitigación, compensación económica y daño civil» a su familia.
Por su parte, el portavoz del Departamento de Estado estadounidense, Ned Price, ha reconocido que todavía hay cerca de 1.000 nacionales en Afganistán. Washington prometió evacuar a todos los que lo deseen.