Ramon Sola
Aktualitateko erredaktore burua / Redactor jefe de actualidad

Pegasus, tan complejo y tan sencillo

La ministra de Defensa, Margarita Robles, y la directora del CNI, Paz Esteban, en su toma de posesión en 2020.
La ministra de Defensa, Margarita Robles, y la directora del CNI, Paz Esteban, en su toma de posesión en 2020. (Eduardo Parra | Europa Press)

El caso de las escuchas a líderes catalanes y vascos con Pegasus aparece 24 horas después de la noticia de ‘The New Yorker’ como un «déjà vu» perpetuo, en que lo noticioso parece no serlo ya, en que lo grave suena banal, en que se mezclan nuevos hilos cruzados, en que el conjunto de árboles no deja ver el bosque.

Al frente del embrollo, cómo no, el Gobierno español, cuya portavoz pone su rictus más serio para enfatizar un solemne engañabobos: que el Ejecutivo no tiene nada que ver pero que quizás sí lo tenga el CNI. Fue por ‘El País’, poco sospechoso, por quien supimos hace ya dos años que Pegasus era una de sus herramientas de trabajo. Y por su propia web sabemos que la función del CNI es «facilitar al Presidente del Gobierno y al Gobierno de la Nación las informaciones, análisis, estudios o propuestas que permitan prevenir y evitar cualquier peligro, amenaza o agresión contra la independencia o integridad territorial de España». Niegan lo mismo que admiten, es fácil de leer.

La Comisión Europea tampoco se ha ahorrado el sarcasmo. En este caso, reclamar una investigación sobre el asunto, pero añadir a continuación que compete a los tribunales estatales y que está convencida de que con ello «recuperarán la confianza». Al portavoz Johannes Bahrke alguien podría pasarle la sentencia del 13/13 para constatar cómo las acciones del CNI, incluso las ilegales, acaban en condenas. O, más cerca aún, llevarle en mano la docena de sentencias europeas sobre el rigor español en la investigación de la tortura. Aunque no le hace falta: Bruselas sabe mejor que nadie cómo actúa Madrid con las disidencias catalana y vasca.

Por lo que respecta a las víctimas de los pinchazos, desde Catalunya se trata de explotar la etiqueta ‘Catalangate’. No será mentira, pero tampoco es la verdad completa de una trama que tiene en la diana también al independentismo vasco, en las figuras de Arnaldo Otegi y Jon Iñarritu. Esto no es un ’catalangate’ ni un ‘basquegate’, es otro ‘Españagate’ y así debería señalarse.

Y desde el independentismo vasco, acostumbrado históricamente a estas tramas, se intuye un difícil equilibrio entre denunciar esta trama con la contundencia imprescindible y a la vez, como ha escrito Arnaldo Otegi, admitir lo obvio: a estas alturas, «¿alguien se sorprende de que nos espíe?».

En este maremágnum de hipocresías, falsedades, sobreactuaciones y dificultades de posición, para dar luz al asunto es mejor ir a lo sustancial, a lo sencillo, al fondo: ¿De qué sirve obligar a vivir contigo a alguien a quien necesitas espiar? Y en pasiva: ¿Quién quiere vivir con alguien que le espía?