Mikel Insausti
Crítico cinematográfico

«Maigret»

Con ‘Maigret’ (2022) se cumplen nueve décadas desde que la figura literaria creada por el belga Georges Simenon fuera llevada por primera vez al cine en el clásico de Jean Renoir ‘Le nuit de carrefour’ (1932), donde el hermano del director Pierre Renoir inauguró la larga lista de actores que han tenido el honor de interpretar al icónico inspector caracterizado por su sombrero, su gabardina y la pipa de fumar. En la gran pantalla le siguieron Asel Tarride, Harry Baur, Albert Prejean, Charles Laughton, Maurice Manson, Jean Gabin, el alemán Heinz Rühman y el italiano Gino Cervi. De todos ellos el autor prefería a Jean Gabin, que es a la postre quien mejor lo ha inmortalizado.

Simenon tuvo tiempo también de conocer los primeros rostros televisivos que lo popularizaron, siendo el primero Jean-Marie Coldefy en el telefilm ‘Liberty-Bar’ (1960). El más longevo ha sido Jean Richard, que empezó una duradera serie que le mantendría en el papel desde 1967 a 1990. Lo último que pudo ver fue a Richard Harris en el piloto de ‘El inspector Maigret’ (1988). Después en esta versión anglosajona fue reemplazado por Michael Gambon, mientras en la francófona Bruno Cremer se hizo con el personaje entre 1991 y el 2005. En Italia Sergio Catellitto protagonizó ‘La trampa’ (2004), y en la televisión británica Rowan Atkinson iba a sorprender a propios y extraños con un convincente registro dramático en ‘Maigret Sets a Trap’ (2016) y ‘Maigret: Night at the Crossroads’ (2017).

La transformación de Mr.Bean en Jules Maigret ha podido ser chocante, pero la elección de Gérard Depardieu está resultando mucho más polémica, y no por su funcionamiento actoral dentro de la película, sino por cuestiones externas que lo hacen impopular, como su condición de simpatizante de Putin o la acusación de violación que pesa sobre el actor de 73 años de edad.

Aunque a simple vista su estado de forma no es el ideal para encarnar al comisario, el Maigret de la película de Patrice Leconte es un investigador envejecido, que suple sus limitaciones físicas (verle subir las escaleras que conducen a la buhardilla de la víctima es un auténtico calvario) con su gran inteligencia deductiva. La acción transcurre en el París de los años 50, una época en la que la atención por el detalle podía ser muy importante a la hora de conocer a las personas, fijándose en su manera de vestir o en su modo de andar, de moverse. A falta de las futuras pruebas científicas de ADN, la intuición era un arma eficaz para llegar a descubrir a un sospechoso y su modus operandi.

Leconte, que lleva casi cincuenta años en activo, ya adaptó con éxito a George Simenon en ‘Mosieur Hire’ (1989), con una memorable actuación estelar de Michel Blanc. Siempre ha preferido trabajar con gente experimentada de la interpretación, como el propio Michel Blanc, Jean Rochefort, Sandrine Bonnaire, Philippe Noiret, Jean-Paul Belmondo, Alain Delon, Jean-Pierre Marielle, Daniel Auteuil, Carole Bouquet, Alan Rickman o Johnny Hallyday.

En esta ocasión adapta la novela ‘Maigret et la jeune morte’ (1954), que a su manera contenía una fiel descripción de la realidad social de su época para la mujer, mediante el retrato de chicas provincianas que viajaban a París para encontrar trabajo o marido, con el consiguiente peligro para ellas. Toda la investigación revela las diferencias de clase existentes entre las que tenían que servir y quienes las explotaban.

El caso de la joven muerta presenta un misterio derivado de las contradicciones sociales, porque la víctima era una chica pobre vestida con un lujoso traje de noche. Y se vuelve más complicado porque no hay nadie que la identifique como si no tuviera relaciones o gente conocida. Termina de enrarecerse cuando Maigret conoce a una joven delincuente, que guarda un asombroso parecido con la chica que apareció acuchillada en medio de una plaza. El viejo inspector tira de oficio, al igual que el cineasta Patrice Leconte.