Este jueves 28 de abril, la Txantrea dará comienzo a sus primeras fiestas pospandemia con una protagonista muy especial. Se trata de Vicenta Irurita, que, a sus 106 años recién cumplidos, prenderá la mecha de un txupinazo al que pondrá su alegría vital y en el que no puede faltar la jota, una de sus grandes pasiones.
«Vicenta, he venido para contarte que en fiestas de la Txantrea voy de zanpanzar con dos amigos míos que vienen a mi clase. Que me ha dicho mi padre que vas a echar el txupinazo». Así de resuelto se muestra un niño de unos 4 o 5 años del barrio iruindarra que se ha acercado a Irurita mientras la próxima txupinera de las fiestas atiende a NAIZ. «Gracias, guapo, cariño mío, precioso», le responde la centenaria, al tiempo que le lanza un beso con las manos.
Esta es una de las muchas muestras de cariño que recibe Vicenta Irurita cada vez que sale a la calle en compañía de su inseparable hija Begoña, como cuando fue nombrada cliente mayor por la Asociación de Comerciantes y Hosteleros de la Txantrea en 2019, y que se han disparado a raíz de su designación para dar inicio a las fiestas del barrio.
«Cuando me han dicho de tirar el txupinazo, por algo será», señala contundente Irurita, que se muestra «contenta» por haber sido elegida para ese honor, aunque añade con su picardía característica que «todavía lo estaría más si estuviera mejor. Ahora que podía disfrutar, ¡joderse! Qué te crees, estoy pasando la cueva».
Lo dice mientras sonríe bajo el sombrero que le protege del picante sol de abril y por encima del festivo pañuelo de cuadros que luce ante la inminente llegada del que será uno de los muchos ‘momenticos’ de su centenaria vida. Uno de los más recientes tuvo lugar el pasado día 18, cuando celebró por todo lo alto, con gigantes del barrio incluidos, sus 106 años.
Y a este le seguirá en breve el lanzamiento del cohete anunciador de las fiestas del barrio, tarea para la que ha sido elegida por la Comisión de Fiestas y que aderezará con lo que más le gusta, una jota, que, por el momento, es secreta.
Pasión por la jota
Temple no le faltará, ya que no le cuesta nada arrancarse con una canción. Una afición que ha llegado incluso a las redes sociales, tras dos apariciones estelares en las fiestas de Iruñea, tanto en las grandes como en las pequeñas.
Según explica su hija Begoña, «cuando tenía 103 años, subimos a dar una vuelta por la avenida de Carlos III en sanfermines a ver si cantaban jotas, pero no tuvimos suerte. Entonces, fuimos hacia el Bosquecillo y al pasar por la calle Mayor, oímos jotas y nos acercamos. Aunque pararon cuando llegamos, después se pusieron a cantar y mi madre con ellos, y ese momento se hizo viral».
Algo parecido ocurrió en San Fermín Txikito. «Pasábamos por Navarrería y estaban tocando. Le subimos a mi mamá y se puso a cantar. Menudos aplausos recibió».
Ese desparpajo ha sido una de las características de su vida, que comenzó hace más de un siglo en el pueblo de Muru Astrain, para pasar por Zizur y el barrio iruindarra de Arrosadia, antes de recalar en la Txantrea cuando empezaba a levantarse el actual barrio en los años 50 del pasado siglo.
En su nuevo hogar se hizo muy conocida por organizar durante más de veinte años viajes en autobús. «Ella se encargaba de apuntar a las personas que iban a ir en esos viajes, en los que se hacían calderetes e incluso se llegaban a disfrazar», relata su hija Begoña.
Cuando esa etapa concluyó, Vicenta Irurita disfrutaba de la compañía de «una cuadrilla grande de amigas y en la que ella era la mayor. Iban a El Vergel y se apuntaban a todo».
De hecho, con 85 años, no dudó en presentarse al concurso televisivo ‘El Precio Justo’ a pesar de que le pilló con «los dos pies operados de juanetes. Por un momento, pensaba que no iba a ir, pero al final fue con los puntos y todo a Madrid. Y ganó los primeros mil euros que repartía el programa, porque hasta entonces se funcionaba con pesetas. Eso sí, Hacienda le quitó 300 euros», explica Begoña.
A pesar de la intensa vitalidad que había desplegado a lo largo de su vida, con 93 años «se encerró en casa y no quería salir. Igual tenía un poco de depre, porque se habían muerto las amigas y tal vez se sentía un poco sola».
Durante siete años no volvió a pisar la calle, hasta que «cuando cumplió cien años, los vecinos la bajaron y desde ese día, sale siempre que hace buen tiempo. Todo lo que no disfrutó durante esos siete años que estuvo encerrada, se lo estoy dando ahora», señala su hija.
Adivinanzas con ‘picante’
Begoña se encarga no solo de su paseo diario, sino de su día a día, incluyendo su«leche con cinco galletas exactas». Una predilección por los números que pone en evidencia sumando con gran rapidez o haciendo una multiplicación.
Aunque donde demuestra plenamente sus habilidades es lanzando adivinanzas, que recita pausadamente y que suelen tener un toque ‘picante’ que le hace sonreír con picardía.
Toda una envidiable muestra de vitalidad con 106 años de edad, una longevidad que compartió con su hermano Doroteo, que falleció con 101 años, «y que era tan alegre como mi madre».
Precisamente en ese rasgo considera Begoña que está el secreto de llegar a centenario, ya que «todo el que tiene alegría y vive la vida, vive más. A mi madre le gusta cantar, divertirse y ver a la gente feliz». Este jueves lo tendrá especialmente fácil cuando lance el esperado txupinazo de las primeras fiestas poscovid de la Txantrea.