Iker Fidalgo
Crítico de arte

La memoria del lugar

En los años 90 el antropólogo Mar Augé publicó un volumen en el que presentaba el término ‘no-lugar’. Augé se refirió de esta manera a aquellos espacios que nuestro mundo ha construido y que son utilizados meramente como lugares transitorios. Las autopistas o los aeropuertos son los ejemplos habituales y representan lo aséptico de la no experiencia emocional. Tanto es así que, según Augé, no los podemos llegar a entender como lugares al uso, sino que el propio concepto revela una identidad mucho más precaria y carente de matices. En el año 1998 el cantautor madrileño Quique González publicaba una canción llamada ‘Y los conserjes de noche’. En ella habla sobre la relación con la ciudad y la memoria de sus rincones. Entre sus líneas aparecen estos versos: ‘...algo tendrían que decir las estaciones, algo dirán las terminales de aeropuerto, quedó algo de nosotros en esos lugares, en el lavabo de señoras y en el puerto…’.

De alguna manera reivindica la experiencia de nuestros cuerpos en aquellos escenarios que, por poco relevantes que pudieran parecer, tienen la capacidad de servir para una vivencia personal que nos acompaña en nuestra manera de vivir. Si bien no se trata de confrontar con los postulados de Augé si podemos proponer que el arte y su poder para observar y visibilizar las subjetividades, tiene la potencia de señalar desde lo poético todo aquello que se pierde en los márgenes. Esto lo conecta con lo cotidiano y convierte lo intrascendente en un motivo incluso político, pues permite alterar los planos de importancia de nuestra relación con el entorno. Las exposiciones que presentamos a continuación asumen un punto de vista similar en el que entran en juego lo rutinario y un rescate de lo aparentemente anodino.

Manuel Quintana Martelo (Santiago de Compostela, 1946) inauguró a mediados de marzo una exposición producida por el MARCO-Museo de Arte Contemporáneo de Vigo. ‘Containers 2012-2022’ reúne diez años de actividad ininterrumpida en el que contenedores encontrados en la vía pública sirven como motivo de estudio y representación para el pintor gallego. Una colección de casi 90 piezas que podrá visitarse hasta el próximo 12 de julio en la Sala Rekalde de Bilbo. La puesta en escena del proyecto habita todos los espacios disponibles de la sala. Cuadros de gran formato se presentan como retablos que hablan del paisaje urbano y que rinden homenaje a los contenedores de escombros como si se trataran de animales mitológicos o exóticos mastodontes. Cada uno de los cuadros se expande a través de bocetos, resoluciones técnicas y estudios preparatorios. El pintor deja entrever todo el trabajo previo e iguala su importancia a la misma escala que los resultados definitivos. Una dedicación constante y metódica que nos acerca a una arqueología de la ciudad y de sus elementos. Depósitos de experiencias en las que lo residual se rescata y se ensalza como parte de nuestra forma de vivir.

A finales de abril, la Galería Lumbreras de la capital vizcaina presentó su nueva exposición colectiva titulada ‘La pintura silenciosa-la mirada lenta’. Hasta el próximo día 2 de junio podemos asomarnos a esta propuesta que cuenta con un elenco conformado por Carlos Marcote, Carlos Morago, Damián Flores, Gonzalo Sicre, José María Mezquita, Juan Carlos Lázaro, Marcelo Fuentes, Melquiades Álvarez, Miguel Galano y Rosa Artero. El propio título es una declaración de intenciones que remite por un lado a una manera de trabajar y por otro a una forma de enfrentarnos a las obras. Un alegato por el sosiego y la quietud frente a un mundo bombardeado de imágenes. El paisaje, la arquitectura, la intimidad de los interiores de los hogares y los juegos de luces que propone el paso del tiempo son algunos de los caminos que recorreremos en nuestra visita.