Alessandro Ruta

Luigi Calabresi, punto de inflexión en Italia hace medio siglo

El comisario de policía fue ejecutado delante de su casa en Milán hace 50 años: su muerte cerraba el circulo abierto con la matanza de Piazza Fontana de 1969.

El comisario Calabresi.
El comisario Calabresi. (Wikimedia Commons)

Un disparo en la espalda, el golpe de gracia en la nuca. El cuerpo sin vida de un hombre entre dos coches, el cuerpo sin vida de un policía, Luigi Calabresi, en el suelo.

El asfalto de Milán tragándose la sangre de un joven varón de 34 años, cuya existencia acabó aquella mañana del 17 de mayo de 1972 y que ya había tenido un punto de inflexión tremendo el 12 de diciembre de 1969.

Hay casi tres kilometros entre Piazza Fontana y Via Cherubini, un trayecto donde la historia de Italia ha tenido un peso muy importante.

Piazza Fontana significa en Italia la «pérdida de la inocencia», o el inicio de la llamada ‘Estrategia de la tensión’, una serie de atentados sin culpables cuyo objetivo era «destabilizar para estabilizar», evitando peligrosas derivas izquierdistas.

Y la primera de estas «matanzas de Estado» fue en la tarde del 12 de diciembre de 1969, cuando en un banco situado en esta plazoleta justo detrás del Duomo explotó una bomba que mató a a 17 personas, mutilando o lastimando a otro centenar.

(Lápida en recuerdo de los muertos en Piazza Fontana)

Enseguida la Policía empezó a seguir la pista de los anarquistas, sin tener ninguna prueba. Uno de los responsables encargados de buscar el autor material de la matanza de Piazza Fontana era el comisario Luigi Calabresi. Una cara conocida por sus intentos siempre de colaborar y evitar choques sangrientos entre Policía y manifestantes. Porque aquellos eran años tremendos en toda Italia: cada fin de semana había algún herido o muerto debido a palizas o ataques.

Los manifestantes lo respetaban tanto que aquella noche del 12 de diciembre uno de ellos, Giuseppe “Pino” Pinelli, un modesto trabajador en el ferrocarril, se fue en Vespa desde el centro social donde estaba hasta la comisaría central de Via Fatebenefratelli, siguiendo a Calabresi. Desafortunadamente Pinelli no saldría vivo de allí, porque después de tres días de durísimos interrogatorios, voló desde una ventana situada en la cuarta planta del edificio y murió.

Para la Policía, una admisión de culpabilidad. Pero las cosas no eran realmente así.

Lotta Continua

Cuando Pinelli voló desde la ventana, Calabresi no estaba en el despacho. De todas formas para el comisario iba a empezar un infierno ante la opinión pública. Enseguida los periódicos de izquierda lo apodaron “Commissario Finestra”, “Comisario Ventana” y Dario Fo lo pondría en ridículo en su ‘Morte accidentale di un anarchico’ (‘Muerte accidental de un anarquista’).

Más grave posiblemente fue el listado de personalidades de la política y de la cultura que firmaron un documento presentado por el semanal “L'Espresso”, donde se acusaba de manera clara el comisario como culpable material de la muerte del anarquista.

Aunque quienes más duro cargaron contra Calabresi fueron los de Lotta Continua, un grupo de jóvenes de izquierda. Hasta el 17 de mayo de 1972, cuando tres de ellos, según las investigaciones que han llegado a sentencia definitiva, esperaron al comisario fuera de su casa en Via Cherubini y lo ejecutaron. La mente detrás de este asesinato fue, siempre según las sentencias, fue la de Adriano Sofri, lìder de LC.

En estos últimos años las dos viudas, Gemma Calabresi y Licia Pinelli, se han convertido en amigas

Mucho se ha escrito y especulado sobre este asesinato; parece evidente que el policía se había convertido en alguien incómodo para muchos y que iba a acabar eliminado de alguna manera.

Uno de los hijos de Calabresi, Mario, ha tenido una brillante carrera como periodista entre la izquierda, llegando a la direcciòn de “La Repubblica”, cuyo semanal curiosamente es todavía aquel “L'Espresso” que organizó la campaña contra su padre.

En estos últimos años las dos viudas, Gemma Calabresi y Licia Pinelli, se han convertido en amigas, conscientes de haber estado implicadas en un juego más grande que sus vidas.