Bajas por covid como si fuera una enfermedad cualquiera
El tiempo donde bastaba un test positivo por coronavirus para obtener la baja ya pasó. La norma solo se sigue aplicando para sanitarios, personas vulnerables y sus cuidadores.
Biki tiene covid y, para colmo, vacaciones. «Me hice la prueba el sábado y avisé. El lunes me llamaron del ambulatorio. Me dijeron que el protocolo había cambiado y que si no tenía síntomas debía de ir a trabajar. Le conté que estaba fatal, con mucha secreción nasal y realmente hecha polvo. Me dieron la baja, pero indicándome que ahí no pone que tengo covid».
Para las personas corrientes, como le sucedió a esta cuidadora, la baja no es automática tras el diagnóstico, sino que depende de la sintomatología. Si la enfermedad genera unos síntomas graves, el médico dará la baja, pero si cursa de forma leve, hay que ir a trabajar. Como sucede con cualquier otra enfermedad.
«Lo que manda es la clínica. No hay que olvidar que es una enfermedad que cursa con fiebre alta y el malestar puede ser severo. El médico de cabecera lo que tiene que hacer es confirmar que se trata de covid y, si la baja es necesaria, la da. Por lo general, se están dando para cinco días», indica Estrella Extramiana, responsable de Salud Laboral del Ispln.
Funciona así para todo el mundo salvo dos colectivos que sí obtienen la baja automática por motivos diferentes. De una parte, están las personas que, a priori, tienen más posibilidades de que la enfermedad se complique. Estas personas vulnerables son los mayores de 60, inmunodeprimidos, embarazadas o personas con comorbilidades. Para ellas, basta con confirmar el test positivo. «Se hace así para que se aíslen, reposen, como medida de prevención», explica Extramiana.
El otro criterio que hace que la covid siga tratándose de forma diferente ya no tiene que ver con el propio trabajador, sino que constituye una fórmula para la protección de las personas con las que tiene que relacionarse. Por este motivo, tienen baja automática por covid los sanitarios y el personal sociosanitario, los servicios de atención domiciliaria y las cuidadoras de personas vulnerables. Biki pertenece a estas últimas.
«Llevo 11 años cuidando a la misma persona, que es dependiente. Se supone que hice lo correcto tras dar el positivo. A la enfermera que me llamó por teléfono le conté que trabajaba cuidando a una persona, pero me insistió en que ello solo podía darme de baja por los síntomas», insiste esta trabajadora.
Biki, por de pronto, no sabe qué será de sus vacaciones. Tampoco se queja. «Yo no puedo decir nada. Soy autóctona y por eso tengo mejores condiciones laborales. Mis compañeras migrantes, esas sí que lo llevan peor».
El sistema de detección y bajas dentro de los sistemas de salud funciona correctamente. De hecho, en vistas de que los contagios semanales no muestran crecimientos preocupantes, las medidas incluso se siguen relajando. Ahora ya no es preciso pruebas cada 24 horas a la espera de negativizar. A partir del séptimo día y en ausencia de síntomas, se da por superada la capacidad de transmisión del enfermo y se le envía de nuevo a su puesto de trabajo. En principio, sin medidas suplementarias.
Cuando ya no está lo público de por medio, la cosa cambia. Arantxa Ordóñez, del sindicato LAB, confirma que el colectivo de las trabajadoras del hogar sí está generando cierta problemática, partiendo de que su situación laboral es peor en algunos apartados que la que fija el Estatuto de los Trabajadores, pues se rigen por un estatuto especial que se aprobó en 2012 y que les negaba hasta el derecho al desempleo. Precisamente, el jueves en el Congreso se abrió la vía para mejorar estas condiciones. Hay cerca de 40.000 trabajadoras del hogar en toda Euskal Herria que se beneficiarán de estos cambios.
Prestaciones
Formalmente, para incapacidades temporales las cuidadoras de hogar funcionan como los demás. No hay indemnización los tres primeros días y, después se cobra un 60% hasta el día 20 y, a partir del día 21, el 75%. Pero, en la práctica, están teniendo muchos problemas pues se les exige un trámite particularmente complicado con la Seguridad Social, donde ya no se atiende de forma presencial, por lo que debe llevarse a cabo a través del sistema Cl@ve. Esto fuerza que en muchas de las ocasiones, la baja no se acabe tramitando y todo quede en un acuerdo mutuo entre la empleadora y su cuidadora.
Ordóñez, asimismo, apunta como un colectivo especialmente vulnerable el de las internas. Pues, además de que las bajas no se están detectando por sistema, el miedo de las empleadoras al coronavirus puede dejarlas en una situación de des-amparo, en tanto que han de convivir en la misma casa. Con todo, el sindicato no ha llegado a detectar casos de este tipo.
Desde ELA corroboran que el sector sociosanitario y los cuidadores particulares son los que mayor problemática generan en la actualidad. Si, a diferencia de lo que le ocurrió a Biki, el médico no accede a conceder una baja debido a los síntomas y tampoco lo hace de forma automática, se llega a un callejón sin salida. «Nos estamos encontrando con que Osakidetza no les da la baja y les dice que tienen que ir a trabajar. Sin embargo, en el trabajo les dicen que no pueden ir ahí. Hay un teléfono roto y esto envía a un limbo a las trabajadoras», comenta Izaro Mujika, responsable de salud laboral de dicho sindicato.
Mujika, además, apunta que esta situación se añade el problema que se viene arrastrando desde toda la pandemia a la hora de entender los contagios por coronavirus como un accidente laboral. «Por defecto, los están negando todos. Solo los admiten cuando ya es impepinable».
La consecuencia de esto es que, mientras en una incapacidad temporal ordinaria no se cobra los tres primeros días, en los accidentes de trabajo se cobra el máximo del 75% desde el primer día con cargo a la empresa. «Como las bajas por covid no son muy largas, el impacto de los días sin sueldo se ha notado más en perjuicio de los trabajadores», explica Mujika. Y para afectados por covid persistente, el problema adquiere ya otra dimensión.
En opinión de esta responsable sindical, si se hubiera sido más tajante a la hora de dictaminar el origen laboral de muchos contagios y, por tanto, catalogarlos como accidentes de trabajo, «las medidas de seguridad que se hubieran puesto en las empresas habrían sido mucho más serias» e incluso podrían haber tenido incidencia en el devenir de la epidemia. Según Mujika, en muchos centros laborales «las medidas brillaron por su ausencia».
¿Cómo trabajar con covid?
Según indica Extramiana, los trabajadores que vuelven a su puesto de trabajo sabiendo que están enfermos y pueden contagiar a compañeros y clientes deben adoptar una serie de recomendaciones de «medidas de protección reforzada», pues esto es lo que indica el protocolo del Ministerio. Se trata de indicaciones muy simples y, a estas alturas, archisabidas: uso de mascarilla, mantener un metro y medio de distancia con los demás, evitar aglomeraciones y el contacto con personas vulnerables, así como permanecer en zonas mal ventiladas...
Existe, sin embargo, controversia sobre quién ha de encargarse de que esas recomendaciones se cumplan para estos trabajadores enfermos. ¿Es la empresa la que debe proporcionar la mascarilla y adaptar el puesto a esas nuevas condiciones de seguridad o corre a cargo del trabajador? El debate, sin embargo, no es nuevo. Según Mujika, hay empresas que se han negado durante toda la pandemia a proporcionar el material necesario para la seguridad a sus trabajadores, sean mascarillas o enseres de otro tipo.
El principal agujero de seguridad, no obstante, se produce antes de llegar al puesto de trabajo, en tanto que ya no es necesario realizar test de confirmación: ni en casa ni en el sistema sanitario. Por tanto, un trabajador puede acudir enfermo a la oficina sin saberlo o, aun conociendo su diagnóstico positivo, no comunicarlo a nadie ni adoptar las medidas pertinentes para proteger a los demás.
En definitiva, el peso en la contención de este covid que parece evolucionar hacia una enfermedad común recae en la concienciación de los trabajadores y las empresas. Y, muy en especial, en aquellos negocios cuyo control fue determinante a la hora de contener las grandes ondas, como la hostelería y aquellos donde existe contacto con gran cantidad de gente.
Lo que sí se evidencia desde ya es que unas buenas condiciones laborales y el cumplimiento de la normativa laboral sanitaria contribuye en el control de esta y del resto de enfermedades.