El Espíritu de Ermua acabó con Gesto y con Ajuria Enea
Hace 25 años ETA secuestró a Miguel Ángel Blanco al que mató de dos tiros. La extraordinaria movilización social que generó se presenta como el principio del fin de ETA. Líderes políticos lo niegan. Lo que es objetivo es que el Espíritu de Ermua acabó con el Pacto de Ajuria Enea y el «pacifismo».
Sobre las 4 de la tarde del jueves 10 de julio de 1997 una llamada de ETA a Egin Irratia anunciaba el secuestro de un concejal del PP y anunciaba su ejecución en 48 horas si el Gobierno no procedía al acercamiento de los presos de la organización dispersados entonces por todo el Estado español, incluidas las Islas Canarias. Comenzaban así jornadas angustiosas, de movilizaciones ciudadanas desconocidas hasta ese momento, tanto por su multitudinaria participación, inicialmente espontanea, como por su duración, que en algunos casos se convirtieron en vigilias de noches en vela y mañanas en las que los manifestantes no querían volver a casa.
El Gobierno ni movió a ningún preso ni hizo gesto alguno. Esta misma semana, quien entonces era lehendakari, José Antonio Ardanza, se lamentaba en Radio Euskadi de que el Ejecutivo de José María Aznar no hiciera «ningún tipo de esfuerzo para dar una salida» a ETA tras ese secuestro y se preguntaba si habría sido tan tajante si el cautivo hubiera sido su hijo o el de su ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja. Por su parte, quien era presidente del PSE, José María Benegas, dejó constancia en el libro de entrevistas “Memoria de Euskadi”, de la ya fallecida María Antonia Iglesias, que «apoyábamos una negociación con ETA. Éramos partidarios de buscar alguna forma de salvarle la vida, porque a veces hay que pagar un precio». Mayor Oreja, sin embargo, no cedió ni a esas sugerencias ni a las transmitidas por el lehendakari a través de Atutxa.
Pasado el plazo ETA cumplió su amenaza y descerrajó dos tiros en la cabeza al joven Miguel Ángel Blanco en las inmediaciones de Lasarte. Fue encontrado y trasladado con vida al Hospital Arantzazu de Donostia, pero pronto se supo que su situación era trágicamente irreversible. Murió de madrugada. Aquello generó una explosión de indignación, que volvió a tener expresión en movilizaciones masivas pero también en ataques a sedes de HB –la de Ermua y otras fueron incendiadas– y en una cacería de militantes de la izquierda abertzale que fueron apaleados en las calles, muchas veces con la connivencia de las FSE. En la dirección de aquellos tumultos se vio a militantes de la extrema derecha, pero también a algún ertzaina de paisano.
En el terreno institucional, el Pacto de Ajuria Enea lideró una iniciativa para desalojar a Herri Batasuna de las alcaldías que había logrado en las urnas. La primera moción de censura fue muy simbólica, por el día en el que se presentó, el 18 de julio, y por la localidad elegida, Arrasate. PNV, PSE y EA apostaron por desalojar a Xabier Zubizarreta y colocar en su lugar a José María Loiti.
Lo que quizá no sea tan recordado ahora es que después del acoso sufrido por tierra, mar y aire, y la persecución llevada en muchos casos al ámbito personal de su militancia, Herri Batasuna convocó una manifestación con el lema «Askatasuna eta demokrazia», que el 28 de julio reunió en Donostia a 45.000 personas según el recuento realizado por “Egin” con su metodología contrastada.
Un hito sí, ¿pero de qué? No cabe duda de que la movilización surgida tras el secuestro y muerte de Miguel Ángel Blanco supuso un hito, pero en lo que líderes y analistas políticos no coinciden es en cuáles fueron sus consecuencias. Para unos, que en los últimos días acaparan la mayoría de los altavoces mediáticos, supuso el inicio del fin de ETA. Otros, como el lehendakari Carlos Garaikoetxea en su libro de memorias, o su sucesor, el lehendakari Ardanza, inciden en que movilizaciones masivas las hubo también tras la muerte del ingeniero de la central nuclear de Lemoiz, José María Ryan, o después del atentado de Hipercor, y recuerdan que la organización siguió en activo catorce años más causando todavía numerosas muertes.
Lo que sí supuso fue un envalentonamiento del Gobierno del Partido Popular y de un José María Aznar que había sido investido presidente con los votos del PNV, y por esto rompieron abruptamente. El lehendakari José Antonio Ardanza no olvida la altanería con la que Aznar se comportó en la manifestación del 12 de julio en Bilbo, cuando no quiso ni acercarse a donde estaban las autoridades vascas y los líderes del Pacto de Ajuria Enea, y ni siquiera tuvo un encuentro con los padres de Miguel Ángel Blanco, que le esperaban en el Ayuntamiento. Por su parte, Iñaki Anasagasti ha declarado que en la manifestación de Madrid del 14 de julio, cuando la multitud gritaba «Vascos sí, ETA no», el presidente le hizo un gesto como para que escuchara aquellos gritos dándose por aludido. El exportavoz jeltzale en el Congreso considera que Aznar estaba sacudido por haber sobrevivido en su momento a un atentado de ETA, como le dejó entrever Mariano Rajoy.
Nace el «espíritu de ermua» Al término de la manifestación de Madrid la periodista Victoria Prego fue la encargada del discurso final que remató con un «porque somos infinitamente más y, sobre todo, porque somos infinitamente mejores, a por ellos, porque ¡basta ya!». Y el 12 de setiembre de 1997 en la plaza de toros de Las Ventas, en un concierto de homenaje a Miguel Ángel Blanco, a Raimón lo abuchearon por cantar en catalán y a José Sacristán por su pasado comunista.
Había nacido el «Espíritu de Ermua» que supuso el cambio del eje de confrontación «demócratas contra violentos» por el de «nacionalistas españoles [nunca autorreconocidos] contra nacionalistas vascos». El Pacto de Ajuria Enea se fue al garete. Al mismo tiempo, el «enemigo oficial» dejó de ser ETA, para serlo el conjunto del nacionalismo vasco; los movimientos sociales de corte pacifista, como Gesto por la Paz, fueron sustituidos en subvenciones y promoción mediática por otros como Foro Ermua y Basta Ya que convocaban manifestaciones contra el «nacionalismo obligatorio» .
En su libro “Ocho años de Gobierno”, José María Aznar escribe que «el Espíritu de Ermua fue la expresión de una sociedad, de una ciudadanía y de varias organizaciones políticas que decidieron acabar con aquella ignominia. El nacionalismo se vio desbordado por aquella expresión de libertad y por un momento se tambaleó. Si aquel espíritu hubiera continuado, si hubiera seguido inspirando al conjunto de fuerzas políticas del País Vasco, las cosas hubieran sido muy distintas».
Fin del pacto de ajuria enea. Aznar y los suyos culpan al nacionalismo vasco de haber traicionado la unidad lograda porque vieron peligrar su liderazgo. Desde el PNV y desde EA, por contra, sostienen que fue el PP quien, viendo crecer su apoyo electoral, decidió que las cosas debían hacerse como ellos dictaban o las harían solos. Y, al final, supuso también que el PP acabara rompiendo lazos con el PSOE.
El Pacto de Ajuria Enea llegaba ya a julio de 1997 herido de muerte. El atisbo de unidad en los días de respuesta al secuestro y muerte de Miguel Ángel Blanco fue apenas un espejismo. Su última reunión, la número 35, fue el 17 de marzo de 1998. Para Intentar salvar la Mesa, según su propia versión, para tratar de cortocircuitar al sector del PNV que caminaba hacia el Acuerdo de Lizarra Garazi, según Interpretación del PSE, José Antonio Ardanza presentó una propuesta, que en principio contaba con el visto bueno del PNV, EA, de IU y del PSOE de Joaquín Almunia.
Pero no salió. Según apuntó Ramón Jáuregui a María Antonia Iglesias, el Pacto de Ajuria Enea «se acaba en marzo de 1998, cuando el PP pone en marcha una nueva ostentación de firmeza, después de lo de Miguel Ángel Blanco… Es la dureza antinacionalista que impone Mayor Oreja. Se niega a considerar una reforma mínima que no era tan mínima, tenía su sentido. Pero es igual. No aceptaba nada».
Ardanza, por su parte, le dijo que «el jueves de esa semana [de la última reunión de la Mesa], se descubren escuchas en la sede de HB [de Gasteiz]. Saben que Egibar ha estado hablando con HB y que el plan Ardanza era una base positiva. Mayor Oreja estaba al tanto de todo y da instrucciones a Iturgaiz de que no apoye».
Primera conclusión En su libro de memorias “Pasión por Euskadi”, José Antonio Ardanza deja escrito que «con el asesinato de Blanco, ETA había logrado dar en la diana y dejar en evidencia la quiebra que existía entre los partidos políticos, y no sólo la que se daba entre los partidos nacionalistas y los de obediencia estatal». Como todavía se ha visto en estos días con los enfrentamientos entre PP y PSOE por los actos de homenaje en Ermua.
Ardanza concluye que «ETA había conseguido lo que durante tantos años pretendió: las fuerzas políticas habíamos echado a perder la unidad democrática frente al terrorismo y estábamos de nuevo enfrentadas».
Del Gesto al foro
«La división entre nacionalistas y constitucionalistas, convertida en el nuevo eje de la confrontación política en el País Vasco, se trasladó así a la movilización social», escribió uno de los líderes de Gesto por la Paz, Fabián Laespada, en 2002. A su entender, el Espíritu de Ermua fue «una nueva movilización social orientada desde el principio para servir de cobertura cívica a una operación de largo alcance de deslegitimación del nacionalismo vasco, con el objetivo de posibilitar el sorpasso electoral del PNV».
Laespada añade que «el silencio característico de las concentraciones y manifestaciones de Gesto por la Paz se asimila a pasividad y se contrapone al grito y al eslógan coreado en las manifestaciones convocadas por Foro Ermua o Basta Ya».
El «pacifismo» de grupos como Gesto es relevado pronto en atención mediática y subvenciones públicas por el Foro Ermua, ¡Basta ya! o la Fundación Para la Libertad que, según Aznar, «son la prueba de que la sociedad es capaz de organizarse en contra del terrorismo. Demuestran la valentía y la voluntad del compromiso de todos los que se niegan a vivir bajo la amenaza, el chantaje y el terror».
Según el hoy analista y entonces mano derecha de Ardanza, José Luis Zubizarreta, «si de fechas y etapas hemos hablado, resulta pertinente señalar que los períodos de auge y de declive de Gesto coincidieron con los del Pacto de Ajuria Enea. Ambas instancias parecían haber llegado a representar la cara social y política, respectivamente, de la misma moneda».
De Gernika a Lizarra
Cabalgando aquel Espíritu de Ermua, el PP se lanzó a una escalada represiva encarcelando a la Mesa Nacional de HB y cerrando “Egin”. Pero las fuerzas abertzales tampoco se quedaron paradas. El primer aldabonazo fue el acto organizado el 18 de octubre de 1997 por ELA en Gernika, al que acudieron miembros del PNV, EA, HB, IU, LAB, así como personas referenciales del llamado «tercer espacio», donde José Elorrieta lanzó aquel «el Estatuto ha muerto».
Al poco de que el lehendakari Ardanza liderara el aislamiento municipal de HB y el PNV ocupara sus alcaldías, ambos partidos retomaron conversaciones. ELA y LAB alumbraron un comunicado conjunto en el Aberri Eguna. PNV, EA y EH se negaron a jurar la Constitución en el Parlamento Vasco, lo que el PSE aprovechó para marcharse del Gobierno. Había surgido el Foro de Irlanda y de allí se pasó al Acuerdo de Lizarra-Garazi.
Prácticamente al año de que pareciera que el mundo se hundía para la izquierda abertzale, ETA firmaba un acuerdo con PNV y EA, que daba lugar a una tregua. Y el 4 de noviembre, José María Aznar, que sigue llamando traidores a todos, anunciaba que «he querido que los ciudadanos supieran y tengan muy claro que el Gobierno, y yo personalmente, ha autorizado contactos con el entorno del Movimiento Vasco de Liberación». Conviene recordarlo.