Al final no fue ni Alexander Sokurov, ni Hilal Baydarov, ni Helena Wittmann ni Abbas Fahdel, ni Carlos Conceição. El Concorso Internazionale de la 75ª edición del Festival de Cine de Locarno, el que debía determinar la identidad del nuevo Leopardo de Oro (uno de los grandes símbolos internacionales a la hora de reconocer la excelencia en la autoría fílmica más fresca y radical), ha pasado de largo de los nombres que, a priori, y por antecedentes y proyección con las que llegaban a la cita, partían con más posibilidades para conquistar todos los honores.
Al final el jurado presidido por Michel Merkt (y complementado con Prano Bailey-Bond, Alain Guiraudie, William Horberg y Laura Samani) ha decidido coronar a la brasileña Júlia Murat, una de las directoras que desembarcó en el Ticino con la etiqueta de «tapada».
‘Regra 34’, que así se titula la película con la que ha conquistado Locarno, no deja de ser el primer largometraje de ficción (y en solitario) en una filmografía en la que, de momento, destaca más un grueso de títulos en el que dicha artista había ejercido como montadora. Pero ya se sabe, en certámenes como este se viene también (o especialmente) a subvertir el orden establecido. Aquí, más que reafirmarnos en nuestras filias y fobias, vinimos a descubrir esas nuevas voces de talento tan arrollador, que todo hace pensar que en los próximos años van a marcar el camino a seguir dentro de los habitualmente imprevisibles caminos del cine más arriesgado.
La película que ahora mismo nos ocupa, es precisamente esto. La que inmediatamente se convirtió en una de las sensaciones de este festival suizo, se dedica a seguir los pasos de una joven estudiante de criminología de 23 años. Una chica que lleva una doble vida, pues combina su carrera académica de día con una intensa actividad nocturna frente a las sex-cams.
A partir de este segundo frente, la protagonista de esta función extrema, se adentrará en un mundo de erotismo y violencia que le llevarán a explorar los límites con los que tanto la sociedad como ella misma habían delimitado el mapa de las «regiones prohibidas», allí donde los demás, y nuestro propio instinto de supervivencia, nos dicen que nunca deberíamos entrar.
Debates de descolonización, género y raza
«Lo que más me interesa hoy en día son los debates de género, raza y descolonización que plantea el movimiento negro en Brasil, dejando clara la naturaleza opresiva en la que todos estamos atrapados». Así presentó la propia Júlia Murat su nuevo trabajo.
Giona Nazzaro, director artístico del Festival de Cine de Locarno, valora la decisión del jurado: «Este es un Leopardo de Oro muy importante para el cine brasileño; para una nación que ha escrito páginas imborrables en la historia del séptimo arte. Esta cinematografía se sitúa en la vanguardia dentro de la defensa de una idea de un mundo más inclusivo y libre. ‘Regra 34’ nos devuelve a la gloria anárquica del ‘cine marginal’, luciendo en todo momento como una obra audaz, que nos recuerda que el cuerpo es un sujeto y una herramienta política, y que con toda seguridad dejará un importante legado».
‘Tengo sueños eléctricos’
El resto de premios en el escaparate principal del Concorso Internazionale, han encumbrado otro semi-debut: ‘Tengo sueños eléctricos’, intenso acercamiento a la adolescencia marcada por el peso de las herencias legadas por las figuras paternas, se va de Locarno con ni más ni menos que tres premios, el de Mejor Dirección para Valentina Maurel, el de Mejor Interpretación Femenina para Daniela Marín Navarro y el de Mejor Interpretación Masculina para Reinaldo Amien Gutiérrez. Un triplete tan contundente como incontestable.
Por último, la «medalla de plata» del Premio Especial del Jurado ha sido para otra de las propuestas más inolvidables de esta edición: la italiana ‘Gigi la legge’, de Alessandro Comodin, un extraño y a la vez entrañable retrato de la nada, a partir de un no-thriller policial.
Mientras, la siempre estimulante sección secundaria Cineasti del Presente se ha saldado con el Premio a la Mejor Película para ‘Svetlonoc (Nightsiren)’, de la eslovaca Tereza Nvotová, una embrujada combinación entre folk horror y denuncia (y alegato) feminista, mientras que el Premio a la Mejor Dirección Emergente ha sido para el croata Juraj Lerotić y su desgarradora terapia de auto-sanación titulada ‘Sigurno mjesto (Safe Place)’, la cual se ha hecho también con el reconocimiento al Mejor Actor, para Goran Marković.
Mientras, la ucraniana Christina Tynkevych ha conseguido que su ‘Yak tam Katia? (How is Katia?)’ se alce tanto con el Premio Especial del Jurado, como con el Premio a la Mejor Actriz, para Anastasia Karpenko. Por último, la noruega Franciska Eliassen ha logrado la Mención Especial, gracias a ‘Sister, What Grows Where Land is Sick?’, una inquieta y a la vez pesimista ración de eco-ansiedad.