Maestro del romance y del noir
Más que justificada retrospectiva a uno de los grandes maestros del cine francófono, continuador de los Jacques Becker y Jean Renoir, y cuya carrera corrió en paralelo a la Nouvelle Vague, motivo por lo que en su momento tal vez su obra no fue valorada como debía. Hoy es el día en que los viejos prejuicios han quedado a un lado y se juzga el clasicismo en lo que vale, recuperando una filmografía que ocupa la segunda mitad del siglo pasado con todo el reconocimiento. Es hora de disfrutar de la elegancia visual de sus películas, en complicidad con su director de fotografía, Jean Boffety. Así como de unos diálogos detrás de los que había una escritura culta y sensible, junto con la cualidad de un consumado retratista de grupos, gracias a su capacidad para el detalle psicológico.
Claude Sautet se inició en el cine noir, en cuanto admirador que era de la serie B estadounidense, y que supo traducir como nadie a los códigos europeos. Aunque debutó con la comedia musical ‘Bonjour sourire!’ (1956), en cuyo reparto coral figuraba Louis De Funès, la película que mejor define su trayectoria inicial es ‘A todo riesgo’ (1960), una impecable adaptación de la novela de Jose Giovanni estelarizada por el duro Lino Ventura, con el que repitió acto seguido en ‘Armas para el Caribe’ (1965). El relevo protagónico lo tomaría dentro del género Michel Piccoli con ‘Max y los chatarreros’ (1971), que formaba pareja con Romy Schneider, la actriz fundamental en la carrera de Sautet.
Romy Schneider fue la musa de Sautet a partir del triunfo de ‘Las cosas de la vida’ (1970), con Michel Piccoli rememorando sus relaciones con la susodicha y Lea Massari.
Un escenario romántico en el que el cineasta se iba a mover ya como pez en el agua, tal como queda de manifiesto en ‘César et Rosalie’ (1972), con otro triángulo, en el que ahora ella se encuentra dividida entre Yves Montand y Sami Frey. La actriz ya iba a ser el centro del drama en ‘Mado’ (1976) y ‘Una vida de mujer’ (1978).
Ellos recuperaban terreno en la historia de amistad masculina ‘Tres amigos, sus mujeres y los otros’ (1974), con Yves Montand como protagonista absoluto en el rol de camarero de ‘Garçon’ (1983). También dirigido a la nueva malograda generación representada por Patrick Dewaere en ‘Un mal hijo’ (1980), que le valió a Jacques Dufilho el César a Mejor Actor de Reparto. Luego sería el turno de Daniel Auteuil con ‘Unos días conmigo’ (1988) y ‘Un corazón en invierno’ (1992), y sería la segunda la que le daría el premio a Mejor Actor del cine europeo.
Y, por último, el veteranísimo Michel Serrault se llevaría el César por su actuación en ‘Nelly y el Sr. Arnaud’ (1995).