Mujeres ayunadoras. Así se llamaban a las personas que en el siglo XIX dejaban de comer y sustentaban su relato en poderes místicos, lo milagroso o la divinidad, aunque científicamente estos casos fueran calificados como los primeros atisbos de la anorexia.
Sebastián Lelio –como muchos otros directores en esta competición– propone un viaje, en este caso un viaje psicológico a través de las vivencias de una niña, Anna (Kila Lord Cassidy), que asegura sobrevivir sin comer en los últimos cuatro meses. Localizada en una Irlanda muy creyente del siglo XIX, la religión y los deseos por obrar milagros se entremezclan en una narración que mantiene el tempo y la tensión de forma correcta.
Elizabeth (Florence Pugh) es una joven enfermera a la que solicita sus servicios el comité –compuesto íntegramente por hombres– al mando de este caso para que observe a la niña durante 14 días y emita un veredicto sobre lo que está ocurriendo. En ese camino la acompañará una monja que, aunque al principio recibirá su presencia con bastante reticencia, será al final la que comprenda su tesis.
En este ‘divino’ ayuno sobresaldrán temas como los abusos sexuales, el incesto y la gran relevancia de la religión en una situación extrema como la de dejar morir a una niña, un film que por su temática y tratamiento podría bien recordar al espectador aquel ‘Camino’ que presentó Javier Fesser en Zinemaldia de 2008.
En la rueda de prensa posterior a la proyección, Sebastián Lelio, que regresa a Zinemaldia tras presentar en 2005 ‘La sagrada familia’, ha hecho una comparación de la película con la sociedad actual. «Todo es relato, pero no es solo entretenimiento, es también politica. Y en ‘The Wonder’ colisiona la historia de Elizabeth, un personaje con mentalidad científica, por tanto su manera de leer la realidad contiene en su interior la duda, la pregunta. Ella está dispuesta a cambiar, a modificar, a adaptarse. A diferencia de otros personajes que creen haber encontrado su verdad y no se mueven. Eso es el fanatismo. Ella no está diciendo no a la fe, sino que sí a la elasticidad intelectual, en contra de todo fanatismo y sociedad rígida. Eso es lo que creo que estamos pasando como sociedad ahora mismo».
A su juicio, las dos protagonistas de la película «son dos cuerpos femeninos en disputa, por distintas fuerzas sociales», pero no están tan lejos entre sí. «Están tomando un camino social contrario al mandato de este grupo de varones –el comité–». Según ha señalado, en el filme disputan la razón y lo religioso. «Elizabeth es una racionalista que cree que va a resolver este problema a través de la razón, pero no llega a resolverlo de esa forma. La pregunta que está detrás es por qué la niña está haciendo este sacrificio, y ahí está el dolor, que es lo único real que hay en esta película. Es entonces cuando choca con el dolor y lo intenta todo. Cuando no tiene más mecanismos, no le queda otra que bajar al reino de la niña y salvarla desde allí, con sus propias imágenes, con sus nuevas creencias, con una nueva identidad».