Del documental musical ha pasado a la animación, en la que Fermin Muguruza ha querido repetir, convencido de que había abierto con ‘Black is Beltza’ (2018) un arco temporal que le daba infinitas posibilidades para viajar a través de la historia reciente desde la perspectiva de la lucha internacionalista. Con ‘Black is Beltza II: Ainhoa’ (2022) da un salto hasta los años 80 con el consiguiente recambio generacional en el protagonismo, que también implica la alternancia femenina, tal como ya anuncia el título.
La película tuvo su baño de masas en la proyección del Velódromo, muy acorde con una edición tan redonda como la número 70 del SSIFF. Un contacto con el gran público que supone la culminación de un proyecto que ha ocupado a Fermin estos últimos años, y que ha querido presentar como una obra multimedia, en la que además del cine, juega un papel clave, como no, la música.
Tanto o más importante que el propio estreno de la película es la publicación del doble álbum que contiene la banda sonora. Además de sonidos del mundo recupera el lado más combativo de la década ochentera, que en Euskal Herria tuvo al RRV como seña de identidad. Una selección muy representativa en la que Kortatu ocupa un lugar destacado por mérito propio, incluido el homenaje a Iñigo Muguruza, que ya de por si hace que esta experiencia memorística valga la pena.
El recuerdo del hermano y eterno compañero de grupo se extiende a toda la gente ausente que se fue en esos años de plomo, en los que al conflicto político se sumaba el azote de las drogas duras. Para la protagonista, la hija de Manex que creció en Cuba, la llegada al país de su padre supone una etapa que le abre las puertas a otras zonas del planeta que también luchan por su libertad. Otros destinos como El Líbano, Afganistán o Marsella le esperan.
Todo es posible gracias a la amplitud espacio temporal que permite la animación frente a las limitaciones de la imagen real.