Iñigo Garcia Odiaga
Arquitecto

Bajo el suelo, un singular proyecto en Ube (Japón)

Original edificio que sirve como restaurante y vivienda, ubicado en Ube, ciudad del suroeste de Japón
Original edificio que sirve como restaurante y vivienda, ubicado en Ube, ciudad del suroeste de Japón

Este singular proyecto en la ciudad de Ube, al suroeste de Japón, es al mismo tiempo una residencia y un restaurante. Es, en definitiva, el pequeño mundo del propietario de un restaurante francés, que aspira a habitar en el mismo espacio. El cliente del arquitecto Junya Ishigami era además un viejo amigo suyo, hacía años que este le había encargado unas mesas para su restaurante. Como muchos trabajos, este también comenzó con una conversación en la que el cliente le pidió que proyectara un edificio lo más pesado posible.

Formalizar una arquitectura tan masiva, cuya pesadez aumentase con el tiempo, y negar las superficies lisas de lo artificial también eran ideas a explorar como parte del encargo. Para el cliente, las cocinas auténticas requieren espacios reales alejados del aura desinfectada de un laboratorio y, por lo tanto, espacios que contengan la aspereza de la naturaleza.

Por último, el encargo también incorporaba una cierta idea de permanencia y perdurabilidad, por un lado debía parecer que había estado ahí ‘toda la vida’ y, por otro lado, que seguiría estando ahí durante mucho tiempo más.

Su idea era crear un nuevo restaurante pero atemporal. Y más que anhelar algo que fuera una vivienda junto a un restaurante, aspiraba a que el espacio fuese al mismo tiempo ambas cosas. Y en cierto modo invitar a los clientes al restaurante como invitaría a los amigos a su casa. Incluso con alguien especial, les dejaría entrar en el salón o hasta quedarse a dormir. Cuando el restaurante está cerrado, el comedor sirve para que la familia pase el tiempo, o para que los niños estudien. La planta está dispuesta con el restaurante al norte y la residencia al sur. Ambos espacios se unen y al mismo tiempo se separan mediante tres vacíos, tres patios que pueden ser atravesados desdibujando los límites entre ambos espacios funcionales.

En cuanto a la construcción, más que un sistema, el proyecto propone un proceso para compartir, aceptar y referenciar constantemente las imprecisiones y los accidentes del solar. La arquitectura interioriza las distorsiones e incertidumbres naturales. Un proceso que se inicia cavando un agujero en el suelo, que sirve como encofrado natural, se vertió el hormigón, solidificado, se excavó el volumen inferior, para por último fijar los vidrios y crear el espacio interior.

Este método constructivo que podría ser tildado de rudo y arcaico en su puesta en obra, requirió por el contrario de alta tecnología en su proceso de diseño. Una maqueta de yeso, que sufrió innumerables modificaciones durante el desarrollo del proyecto, se convirtió en una nube de datos tridimensional. A continuación, los datos de coordenadas 3D se introdujeron en un instrumento de medición de geodesia para determinar los puntos en obra, utilizando un sistema de navegación que ajustaba el hincado de pilotes. Al mismo tiempo, los trabajadores de la construcción excavaron el agujero manualmente para obtener una mayor precisión, mientras confirmaban constantemente la posición y la forma a realizar en un iPad.

Ese vaciado fue armado y posteriormente hormigonado. Se toleraron en la medida de lo posible los factores inesperados, como el crecimiento de la hierba, el hundimiento del suelo o los errores debidos al trabajo manual.

Con forma de cueva. Cuando por fin se excavó bajo la estructura después de la solidificación del hormigón, al descubrirla, esta se había contaminado con el barro del propio subsuelo. Con la variedad de la geología, la naturaleza y el aspecto del suelo se diferenciaba un lugar de otro. En un principio se barajó la posibilidad de lavar la tierra para dejar al descubierto la estructura de hormigón gris. Sin embargo, el aspecto rugoso y áspero del hormigón con la tierra remitía mejor a las premisas del cliente. Por un lado otorgaba al hormigón una materialidad más natural, y por otro lado un cierto carácter geológico que parece fijar la nueva estructura en un marco más atemporal. Fue entonces cuando la atmósfera del edificio se transformó en una cueva y el equipo de Ishigami tuvo que reproyectar el edificio con una nueva imagen.

Al proyectar el espacio interior, se descubrieron también diferencias entre los dibujos del proyecto y las coordenadas reales de la superficie de la estructura excavada. Este proceso mostró nuevos espacios que no se habían previsto, que surgían de las discrepancias superpuestas. Tras descubrir esos lugares, los arquitectos tuvieron en consecuencia que actualizar la forma de habitar la arquitectura. Así se dio la vuelta al proceso de proyecto arquitectónico tradicional. Para poder vincular de nuevo el hábitat a la estructura real, se redibujaron todos los planos, incluyendo la recolocación y el número de piezas de vidrio, la disposición y el tamaño del mobiliario, y las posiciones y detalles de las instalaciones.

Por citar algunos ejemplos, el lugar donde fijar el cristal se ajustó en función de las mediciones reales in situ, y los datos de un escaneo 3D de la estructura, que se utilizó para verificar que el cristal no se rompería al golpear la estructura durante la construcción ni al abrirse y cerrarse, y para ajustar la posición definitiva de las bisagras. Para simplificar el trazado de la fontanería, se planificó que el suministro de agua y el drenaje pasaran por los tres patios en línea recta, y se instalaron grifos, tuberías de drenaje, conductos de ventilación, etc. para que penetraran bajo las ventanas de cristal hacia las habitaciones.

Aceptando las incertidumbres y los cambios, la masa de hormigón se transformó poco a poco en un espacio habitable bajo el suelo, una madriguera cavernosa. Un espacio primitivo y arcaico realizado gracias a una tecnología de última generación.