​Siempre funciona muy bien el combinado entre cine social británico y la fábula de superación femenina, máxime cuando está puesto al servicio de una gran dama de la interpretación como Lesley Manville, que da con el perfil perfecto de la mujer corriente y trabajadora que quiere realizar su sueño, algo así como aquel antiguo programa que rezaba lo de ‘reina por un día’.

Porque estamos hablando de la posguerra, y de una viuda que perdió a su marido en el frente, que tiene que ganarse la vida como empleada doméstica, llevando un día a día rutinario, hasta que se enamora de un modelo de Christian Dior que ve en casa de una de sus jefas.

El periodo de cambios históricos está muy bien reflejado por Anthony Fabian, documentalista fundador de la productora Elysian Films dedicada a programas de música clásica, y que debutó en la ficción con ‘Skin’ (2008), un título de gran impacto sobre el apartheid racista en Sudáfrica, al que siguió una incursión en los EEUU con ‘Más allá de las palabras’ (2013), melodrama ambientado en un hospital infantil.

Fabian retrata la década de los años 50 en cuanto etapa de modernización, porque entonces Dior no tenía sucursales, así que la protagonista, si quiere ver el vestido que adora, ha de viajar a la casa central parisina. Tampoco dispone del nivel económico que exigía una adquisición tan exclusiva, dado que la democratización de la moda todavía no había llegado.

Por lo tanto, la señora Harris se las tendrá que arreglar para superar las barreras culturales y de clase en su odisea, siempre gracias al necesario impulso inicial de otra limpiadora amiga suya (Ellen Thomas) y de un apostador (Jason Isaacs). Una vez en su destino se encontrará con obstáculos y la oposición de la jefa del taller (Isabelle Huppert), la villana del cuento frente a la que tejerá, nunca mejor dicho, una red de alianzas, con un cliente distinguido (Lambert Wilson), un joven contable (Lucas Bravo) y una modelo (Alba Baptista), incluso haciendo de celestina.