A las urnas con el tablero del revés
Cuatro años lo han cambiado todo en Nafarroa. El PSN gobierna mirando a la izquierda y no a la derecha. Navarra Suma se ha hecho trizas. Geroa Bai valdrá lo que valgan sus escaños. Y EH Bildu ha pasado de marginado a perfilarse como el socio clave para la estabilidad del Gobierno.
Si se mira cuatro años atrás, no queda sino concluir que todo está patas arriba. La progresiva aceptación de EH Bildu como agente político ha enterrado el prisma clásico con el que se abordaban las elecciones en Nafarroa. Conforme EH Bildu se ha acercado al centro del tablero, el resto de formaciones se han visto obligadas a reposicionarse y nadie está donde estaba antes.
Este proceso de validación como a un igual por parte del resto de partidos no se ha completado para la formación independentista, por lo que el nuevo paradigma político sigue en transformación. Y las elecciones de mayo juegan en esto un papel trascendente.
La diferencia más evidente en estas elecciones con respecto a las anteriores es la fragmentación en la derecha. UPN ha decidido liquidar la plataforma unitaria Navarra Suma y romper negociaciones para coaligarse con el PP, abriendo un cisma de difícil solución.
En 2020, un 40% del partido apostó por Sergio Sayas cuando peleó a Javier Esparza la presidencia del partido
El nuevo líder del PP en Nafarroa avanzó que implicará una ruptura en las generales previstas para noviembre, algo inédito. UPN solo fue en solitario al Congreso el año de su fundación: 1979.
UPN llega a estas elecciones, además, exhausto. En 2020, un 40% del partido apostó por Sergio Sayas cuando peleó a Javier Esparza la presidencia del partido. Luego Sayas, en su rol de diputado de UPN, reventó de la mano de Carlos García Adanero la estrategia de Esparza de acercamiento a Pedro Sánchez, lo que le conllevó la expulsión.
Todo ese descontento –que el PP tratará de capitalizar–, así como la falta de perspectivas para alcanzar el Gobierno, hacen que el partido que ha dominado desde hace décadas la política de Nafarroa se vea en un trance complejo.
El margen de Chivite
La presidenta María Chivite se siente cómoda. Sabe que puede conseguir apoyos para repetir. Solo necesita más síes que noes y ya los consiguió una vez, cuando Ferraz flexibilizó su veto y le permitió apoyarse en la abstención de EH Bildu. Solo un eventual adelanto electoral en Madrid que cambiara los equilibrios en el Congreso podría complicar sus planes.
La distancia entre EH Bildu y el PSOE se ha acortado notablemente, tanto en Iruñea como en Madrid. De ahí también que el quebradero de cabeza de Chivite se encuentre en la capital, donde apunta que los números también darán para un gobierno alternativo, pero se dejó pasar la oportunidad.
El PSOE ha puesto de candidata a Iruñea a la vicepresidenta, Elma Saiz. Hará lo posible por ganar. Sin embargo, EH Bildu, presentando a Joseba Asiron, tiene opciones de superar a la propia Saiz. Si esto es así, se aventura una negociación compleja, trascendente.
La esperanza de Barkos
Geroa Bai pudo haber peleado más la presidencia a Chivite hace cuatro años. Uxue Barkos lo dejó pasar con la esperanza de que, en caso de que los números se invirtieran en estas elecciones y Geroa Bai sacara más votos que el PSN, Chivite se comporte igual.
En el Gobierno de coalición ha habido roces. El PSOE ha ninguneado a Geroa Bai y, del lado contrario, Chivite puede quejarse con razón ciertas salidas de tono de sus socios.
Estos roces no han revestido, con todo, fuste suficiente como para que el siguiente Gobierno sea monocolor. Sería lícito que alguien lo intente si le va mejor de lo esperado. Pero es complicado que los números den.
Los roces en el Gobierno no han revestido fuste suficiente para justificar un Gobierno monocolor
EH Bildu, además, lleva sosteniendo durante ocho años dos gobiernos en los que no ha participado, pues tanto Barkos como Chivite vetaron su entrada en el Gobierno. Y la generosidad no es eterna.
Al existir intereses en el plano municipal y en el parlamentario pueden surgir soluciones creativas al rol que juega EH Bildu. Solo UPN controla más alcaldías que la izquierda abertzale. Y la ruptura en las derechas, junto a esta necesidad de votos (quizá incluso de síes) para investir a Chivite, le acerca a resultados mejores.
Unión y ruptura
Podemos e IU, hace cuatro años, fueron por separado a las elecciones, rompiendo la dinámica estatal de confluencia. Ahora sucede al revés. Mientras en Madrid se abre el cisma entre Podemos y Yolanda Díaz, en Nafarroa ya se ha creado una plataforma unitaria. Se unen por cambio de liderazgos, convicción y necesidad. Faltó un puñado de votos para que IE se quedara sin asiento en el Parlamento y su desunión les dejó fuera del Ayuntamiento de Iruñea.
El PP llega sacando uñas. UPN rompió formalmente las negociaciones, pero muchos en el PP tampoco querían ir juntos. Esta es la mejor oportunidad que van a tener para quitarse la molestia de que un partido local que les mangonea un electorado españolista que entienden propio. De ahí que abran sus brazos a Sayas y Adanero.