Antes de la gran movilización de la tarde por los derechos de las personas presas, Sare ha puesto el foco sobre la otra gran consecuencia pendiente del conflicto: las víctimas. Nunca es cómodo escuchar lo que han padecido, ni tampoco para ellas verbalizarlo, aunque algunas tengan experiencia en este tipo de mesas redondas. Pero el esfuerzo nunca es vano: los testimonios cruzados este sábado han vuelto a mostrar que paradójicamente quienes más han sufrido van por delante de quienes no lo han hecho (las instituciones, con quienes han sido muy críticos) a la hora de allanar caminos a la convivencia.
El acto ha reunido a dos víctimas de ETA, Rosa Rodero y Rosa Lluch (esta desde Catalunya por videopantalla); Mari Nieves Díaz e Irantzu Benito, ambas víctimas de la política carcelaria y Díaz además de las torturas aplicadas a su hija, Iratxe Sorzabal; y Tamara Muruetagoiena, huérfana de padre por la tortura. No ha podido asistir por enfermedad Maider García, a cuyo aita mató el GAL. Seis mujeres, por cierto, algo que sin duda no es casual y sí aleccionador.
Díaz y Benito eran voces nuevas en un formato de diálogo público en que Lluch, Muruetagoiena o Rodero son más habituales. Lo que no quiere decir que les resulte indoloro: desde la pantalla, la hija de Ernest Luch ha reconocido que «es un poco cansado tener que volver a pensar y a hablar de esto, pero tenemos que hacerlo porque debemos hacer ver que es muy duro lo que ha pasado y tenemos que construir puentes. Somos víctimas de un dolor que nos ha producido alguien queriendo; siempre hay alguien que ha tomado esa decisión. También con la dispersión, aunque luego pueda estar la casualidad de un accidente».
Rosa Lluch: «Somos víctima de un dolor que nos ha producido alguien queriendo, hay alguien que lo ha decidido»
Rodero, viuda del sargento de la Ertzaintza Joseba Goikoetxea, ha evocado cómo en los años 90 ya hubo un diálogo incipiente entre víctimas, «prácticamente a escondidas. Pero conseguimos hacerlo. Y ahí fuimos viendo que la diferencia de pensamiento no hacía diferente nuestro dolor, que era el mismo. Podíamos estar juntas, hablar y darnos cuenta de nuestros sentimientos».
Cómo se rompe ese silencio ha sido uno de los temas claves de esta sesión. En el caso de Mari Nieves Díaz, eso se ha convertido en leit-motiv de ‘Bi arnas’, el documental sobre la tortura y la relación con su hija. Hoy ha impactado a la audiencia cuando ha resumido así ese nudo a veces imposible de soltar: «¿Cómo le iba a preguntar yo a mi hija cómo la violaron? ¡Por favor!».
Un silencio total ha envuelto su relato sobre cómo vivió la detención de Iratxe Sorzabal: «Una madre, desde que tiene a su hijo aquí dentro, no puedo soltarlo ya. Siempre estás pensando ‘que no le pase nada, no te subas ahí, que te vas a caer’. Y en aquel momento no pude hacer nada por ella. Sabía que la iban a torturar, que la iban a violar… lo sabía porque me habían llamado por teléfono y me lo habían dicho. Son momentos muy difíciles para una madre, aunque no quiero dejar de lado a los padres. Pero no es solo el dolor de una madre, es sobre todo el de esas personas torturadas, algunas de las cuales no han salido vivas».
Mari Nieves Díaz: «Sabía que a mi hija la iban a torturar, la iban a violar... son momentos muy difíciles para una madre»
En el caso de Tamara Muruetagoiena, hubo un tiempo en que militaba en movimientos por el diálogo y la paz en Euskal Herria, pero tenía el caso de su padre «aparcado, porque no le veía solución». «Con el tiempo las cosas han cambiado porque he visto que el caso de mi aita tenía mucho apoyo social y porque empezó a haber datos oficiales; a investigación de Paco Etxeberria fue fundamental para mí. Ahí vi que podía haber alguna puerta abierta, me animé y ahora sí estoy muy involucrada con el caso de mi aita. Y es que yo era una menor de edad, tenía un padre al que detuvieron y que murió a los tres días; necesito una explicación y necesito una reparación», ha dicho con énfasis. «A mí el silencio no me ha servido de nada, solo me ha hecho daño», ha apostillado al final.
Irantzu Benito ha necesitado tiempo para narrar en público aquel accidente de 2001 que se llevó la vida de Asier Hériz e Iñaki Sáez, los amigos con quienes viajaba a prisión. Entre otras cosas, porque padeció secuelas físicas y síquicas muy importantes: «Sufrí una fractura en la base del cráneo, me dijeron que aquello habitualmente lo analizaban más los forenses que los médicos. Y todos mis proyectos desaparecieron. Estábamos llegando a Ávila y me tocó», ha resumido lacónicamente, remarcando que muchas personas han sufrido estos siniestros.
En la superación de ese silencio, el ejemplo de Díaz ha sonado muy fuerte: «No soy escritora ni tengo estudios, pero me dediqué a escribir a muchísimas personas, lo hice cuando torturaron a mi hija y lo he hecho ahora en que ha sido el juicio. Esas personas saben lo que pasa, pero yo quería que lo supieran de primera mano. Y para mí fue un consuelo expresarlo. No les pedí que me contestaran, ¿qué me iban a responder si ya saben lo que pasa? Pero tenía al menos la esperanza de que lo leyeran, el consuelo del pataleo». Y se ha aplaudido otra afirmación, reflejo de que sigue habiendo víctimas de falta de derechos: «Aquí he tenido siete minutos para hablar, es uno más de los que tengo para hablar con mi hija. Pero con ella se me hacen cortos y aquí largos».
Lo que falta
Tras contar su dolor y reflejar su capacidad de empatía, ¿qué reclaman estas víctimas? ¿Y qué están dispuestas a aceptar? Las dos víctimas de ETA no han eludido la cuestión de los presos, sino al contrario. Rodero ha señalado que «yo no pido que los dejen en libertad, pero sí que se cumpla la ley. Diez años después hay cosas que ya son lógicas. Estas personas tienen hoy formas de vivir y de pensar totalmente distintas».
Rodero: «Yo no pido que los dejen en libertad, pero sí que se cumpla la ley. Diez años después hay cosas que ya no son lógicas»
Para Lluch, «no podemos olvidar que hubo gente que cometió violencias durante mucho tiempo y tampoco podemos olvidar que eso se ha acabado; es obsceno jugar con la idea de que ETA existe».
Benito ha incidido en la falta de reconocimiento: «Yo no fui a Ávila a pasar el fin de semana, fui porque estaba obligada a ir hasta allí para visitar a mi amigo», ha apuntado, para denunciar que, sin embargo, «no he percibido un reconocimiento como víctima; sí lo hay por parte de algunos ayuntamientos, pero nada más. Es como que no existimos».
Irantzu Benito: «Yo no fui a Ávila a pasar el fin de semana, pero no he percibido reconocimiento como víctima»
También lo ha hecho Muruetagoiena, con un mensaje muy rotundo y directo a las instituciones, que han sido criticadas con contundencia en casi todas las intervenciones: «Soy muy fan de la sociedad de Euskal Herria, va muy por delante de sus responsables institucionales. La madurez de la sociedad vasca es increíble. Quiere una mejor convivencia y quiere respeto a los derechos humanos».
«Todos aquí tenéis un papel –ha proseguido señalando a los representantes institucionales presentes–; por favor, tenéis que cambiar las leyes, tiene que haber una justicia y una verdad con nosotros, esto no puede volver a pasar. Desgraciadamente, aquí no están todas las fuerzas políticas, y me da mucha pena. Aski da, mesedez!».
Tamara Muruetagoiena: «Soy muy fan de la sociedad de Euskal Herria, va muy por delante de sus representantes institucionales»
Y mientras se siguen desbrozando caminos, de nuevo una frase tajante de Mari Nieves Díaz como resumen de la aportación de estas personas: «Yo no tengo odio, porque sé que el odio te mata y yo no quiero que el odio me mate. Me moriré el día que me toque, pero no será por odio».