Koldo Landaluze
Especialista en cine y series de televisión

‘La casa de Kyoko’, el punto de inflexión literario de Mishima

Alianza Editorial publicará ‘La casa de Kyoko’, la novela que supuso un punto de inflexión en la obra y vida de Yukio Mishima. La obra es un reflejo de la compleja personalidad de un autor extremo que llevó al límite su código de honor.

Mishima dirigiéndose al Ejercito Imperial de Japón poco antes de someterse a su harakiri.
Mishima dirigiéndose al Ejercito Imperial de Japón poco antes de someterse a su harakiri. (NAIZ)

Alianza Editorial ha anunciado la publicación de ‘La casa de Kyoko’, una novela de Yukio Mishima que todavía permanecía sin ser traducida al castellano.

La novela cuenta las historias interconectadas de cuatro hombres que representan las diferentes facetas de la personalidad de su autor: lo artístico en el pintor, lo atlético en el boxeador, lo nihilista en el hombre de negocios y lo narcisista en el actor.

Mishima, junto con Yasunari Kawabata, pasa por ser el autor japonés más importante del siglo XX y fue propuesto hasta en tres ocasiones para los premios Nobel, aunque no consiguió ninguno.

El propio Kawabata llegó a decir: «No comprendo cómo me han dado a mí el premio Nobel existiendo Mishima. Un genio literario como el suyo lo produce la humanidad solo cada dos o tres siglos. Tiene un don casi milagroso para las palabras».

En opinión de la editorial Alianza, dicha situación se pudo producir debido a «sus controvertidas ideas políticas y su polémica vida, lo que le privó de un más que merecido Nobel».

Mishima ante su katana

A la edad de 45 años, Yukio Mishima estaba considerado como el escritor más célebre de Japón. Sus obras se leían con auténtica devoción, tanto en su país natal como en el resto del mundo. Un año antes de acabar con su vida había sido serio candidato al Premio Nobel, pero finalmente fue concedido a uno de sus mentores, Yasunari Kawabata.

Mishima, cuyo nombre real era Kimitake Hiraoka, nació en 1925 en el barrio tokiota de Yotsuya en el seno de una familia acomodada, y durante su fulgurante carrera ganó los más prestigiosos galardones japoneses. Con 16 años publicó su primer relato en una revista literaria, y ya como veinteañero logró el reconocimiento con su novela ‘Confesiones de una máscara’, donde exploraba los tabúes de la homosexualidad y las falsas apariencias en plena crisis de la identidad nacional nipona tras la segunda guerra mundial.

Entró en la treintena siendo toda una estrella literaria después de publicar ‘El pabellón de oro’, pero tras la tibia acogida de ‘La casa de Kyoko’, Mishima decidió probar suerte como actor, cantante o modelo, y se entregó a la práctica del culturismo, el kendo -arte marcial de la espada- y el kárate, facetas que impulsaron su proyección mediática.

A los 45 años, y horas antes de intentar movilizar a las tropas del Ejército Imperial, selló el último manuscrito de su obra más extensa y ambiciosa, la tetralogía ‘El mar de la fertilidad’, en la que recorrió la convulsa historia del Japón del siglo XX. Tan apasionado por la antigüedad clásica como por los samuráis, su añoranza por el viejo Japón le hizo tachar a sus compatriotas de posguerra de «materialistas, blandos y occidentalizados».

La mañana del 25 de noviembre de 1970, Yukio Mishima se abotonó ante el espejo el uniforme de la Sociedad de los Escudos, el ejército que él mismo creó para velar por el emperador y los valores de Japón. Su último destino fue el despacho del General Kanetoshi Mashita, Comandante en Jefe del ejército japonés. Para el oficial supuso todo un honor recibir al mismísimo Mishima, quien acorde a una fecha tan señalada portó una lujosa katana del siglo XVI.

De improvisto, el general fue maniatado por Mishima y sus seguidores y ordenó que todos los soldados se reunieran en el patio del cuartel. Una vez congregada la tropa, Mishima se asomó al balcón del edificio para dirigirse a ellos.

Se mostró enérgico, esgrimió un discurso incendiario en el que les recordó que Japón es presa del caos y señalando a los presentes, les dijo: «¡Vamos a devolverle a Japón su imagen y a morir haciéndolo. Vemos a Japón emborrachándose de prosperidad y hundiéndose en el vacío del espíritu. Nuestros valores fundamentales como japoneses están amenazados!».

La respuesta por parte de los soldados fue demoledora para Mishima, tan solo recibió abucheos y carcajadas. Herido en su orgullo, Mishima se quitó la casaca y se arrodilló en el suelo con el torso desnudo. Desenvainó su espada y dijo: «¡Tenno heikai Banzai¡».

El escritor aguardó entre gritos ahogados el último tramo del ritual, uno de sus tres seguidores debía decapitarlo, pero el acto se transformó en una carnicería porque quien debió cercenar su cabeza no lo logró hasta el cuarto intento.