Vuelve la película que consagró a James Cameron, pero ahora en versión tridimensional para ser vista con gafas especiales, un sistema en el que solo ha creído James Cameron y la taquilla le dio la razón con ‘Avatar’ (2009), la película más taquillera de la historia, desbancando precisamente a ‘Titanic’ (1997), con lo que Cameron superó a Cameron. Los analistas de Hollywood predijeron que ‘Titanic’ iba a significar el hundimiento cinematográfico del cineasta, porque había costado más de 200 millones de dólares, una cifra récord que asustaba mucho. Sin embargo, acabó recaudando bastante más de los 2 mil millones de dólares. Con semejantes números salvadores para la industria, la Academia no pudo sino rendirse ante tal máquina de hacer dinero y le concedió once premios Óscar.
Dejando a un lado el apartado técnico, en el que Cameron siempre ha basado su reinado, ‘Titanic’ (1997) sigue siendo su mejor película desde el punto de vista creativo y artístico. Y lo es por la sencilla razón de que contiene el mejor guion que ha escrito, todo lo novelado y folletinesco que se quiera, pero que va con la época romántica representada. Ha quedado como una de las grandes historias de amor del cine, y la pareja formada por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet constituye uno de los mayores mitos románticos salidos del celuloide.
A nivel autoral pasa asimismo por ser la obra en la que Cameron ha descargado todas sus obsesiones, sobre todo las relacionadas con su vertiente de investigador oceanográfico. No se contentó con la ficción, e hizo el documental en 3D para pantallas Imax ‘Misterios del Titanic’ (2003). Si antes había mostrado lo que pudo suceder en la superficie del mar, tenía que sumergirse y relatar la aventura submarina a la búsqueda de la información del pecio, imprescindible para reconstruir lo acontecido en 1912.
En resumidas cuentas, se puede decir que el cineasta ha sabido rentabilizar lo que fue un desastre histórico, una tragedia que conmocionó a la sociedad mundial de principios del pasado siglo. Y el mérito está en volverla icónica, con el gigante de los mares yéndose a pique por la proa y en vertical.