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Las nuevas voces del arte vasco se dejan oír en ARCO

La 42 edición de la Feria de Arte Contemporáneo más importante de cuantas se celebran en el Estado ha abierto sus puertas este miércoles con la presencia de dos galerías vascas, Carrerasmugica de Bilbo y Cibrián de Donostia. Un buen número de artistas de Euskal Herria exponen su obra en Madrid.

Sahatsa Jauregi posa ante sus esculturas, premiadas en esta feria.
Sahatsa Jauregi posa ante sus esculturas, premiadas en esta feria. (J. DANAE)

Siendo una feria pensada principalmente para el coleccionista, los galeristas presentes en ARCO deben atender sensibilidades dispares. Los hay que prefieren jugar sobre seguro exponiendo el trabajo de nombres consolidados y quienes se arriesgan apostando por valores emergentes. Lo importante es tener una personalidad definida: «Para destacar en un espacio como este, lo importante es tener un sello propio, que el coleccionista que venga a ti sepa lo que va a encontrarse», comenta Ignacio Múgica, todo un veterano en ARCO al frente de la galería Carrerasmugica.

«Hay una nueva generación, sobre todo de mujeres, que está haciendo cosas muy interesantes»

En su stand, como suele ser habitual, convive la obra de artistas vascos de distintas generaciones, desde clásicos como Ruiz Balerdi o Chillida (una de cuyas esculturas expuestas es la pieza más cara de toda la feria) a valores consolidados como Jon Mikel Euba, Xabier Salaberria o June Crespo: «Son tres artistas con los que llevamos trabajando desde hace tiempo pero este año hemos querido darles visibilidad coincidiendo con sus exposiciones en el Centro de Arte Dos de Mayo», comenta Múgica.

Para el galerista bilbotarra, el arte vasco goza de muy buena salud y ahora mismo «hay una nueva generación, sobre todo de mujeres, que está haciendo cosas muy interesantes».

Algunas de estas artistas tienen ya un nombre, como Maider López o Elena Aitzkoa. La primera expone en ARCO ‘Hierba en movimiento’, un conjunto de fotografías y vídeo donde se documenta la acción poética que la artista llevó a cabo en un pequeño pueblo de Segovia junto con sus habitantes a los que cubrió de hierba haciendo que de desplazaran por el paisaje: «Me interesa la fusión del ser humano con la naturaleza. Hay tradiciones paganas que fortalecen ese vínculo y que dan lugar a ritos extraños pero de gran belleza».

Dicho vínculo también se manifiesta en la obra de Elena Aitzkoa, quien ha traído algunas de sus últimas esculturas (realizadas en tela y escayola) al stand de la galería Rosa Santos: «Mi manera de trabajar resulta muy cercana al cuerpo y a la manera en que este interactúa con el paisaje, en este caso de Apodaka, donde tengo un pequeño terreno en el cual realicé estas obras».

«Son piezas que he forjado en la herrería de un primo de mi padre y que responden a una investigación que llevo años haciendo sobre la simbología del hacha en el contexto vasco»

Junto a estos nombres también destacan artistas más jóvenes como Nora Aurrekoetxea o Sahatsa Jauregi, dos de las sorpresas más destacadas de la presente edición de ARCO. Las esculturas de metal de la primera están muy vinculadas con la tradición artística vasca: «Yo no soy consciente pero desde fuera te identifican enseguida».

Caso parecido al de Sahatsa Jauregi que este miércoles ha obtenido el Premio de la Comunidad de Madrid para jóvenes creadores por sus esculturas ‘Jone’ y ‘Aizkora’. Sobre esta segunda serie, la artista comenta: «Se trata de piezas que he forjado en la herrería de un primo de mi padre y que responden a una investigación que llevo años haciendo sobre la simbología del hacha en el contexto vasco».

«El mercado del arte está cada vez más deslocalizado»

Esa savia nueva que viene a asegurar un futuro para el arte vasco también se deja sentir en el mundo de los galeristas. Tras dos ediciones formando parte del programa Opening, este año la donostiarra Ciprián se estrena en el programa general: «Ser parte del programa general implica mucho trabajo a nivel logístico pero estamos muy ilusionados con la propuesta que hemos traído», nos comenta Gregorio Cibrián.

En su stand puede verse la obra de artistas vascos como José Ramón Amondarain, pero su apuesta es por un arte transnacional en la certeza de que «el mercado del arte está cada vez más deslocalizado».