Beñat Zaldua
IRUÑEA

La CAV pagó en 2022 casi el doble por sus importaciones energéticas

Eustat ha destacado que en 2022 las exportaciones alcanzaron un récord de 32.500 millones. La cifra obedece al alza de los precios y disimula un superávit menor, debido sobre todo a la dependencia energética, que obligó a gastar 8.500 millones, 4.000 más que en 2021.

Balance económico energético de la CAV.
Balance económico energético de la CAV. (NAIZ)

«Récord exportador: más de 32.500 millones de euros exportados en 2022». Con este titular triunfalista, Eustat dio cuenta del balance del comercio exterior de la CAV a lo largo del año pasado. Efectivamente, la inflación hace que el dinero que las empresas vascas reciben por sus ventas sea mayor que en años anteriores. Pero la ecuación funciona también a la inversa y, de hecho, la foto general es bastante diferente al titular parcial que ofreció el instituto de estadística.

El precio de las importaciones también marcó en 2022 un récord, con 29.412 millones de euros. De hecho, el superávit comercial del año pasado en Bizkaia, Gipuzkoa y Araba fue de 3.127 millones de euros, un 22% más bajo que el año anterior, cuando ascendió a 4.606 millones de euros.

Todo esto es sobre el dinero. A veces se olvida que detrás están los productos reales que se exportan e importan. Y sobre ellos, cabe destacar que el aumento de las toneladas de productos exportados no ha sido para tanto. Sí ha crecido respecto a 2021, ya que han pasado de 13,3 millones de toneladas a 15,2, pero es una cifra en concordancia con las cantidades previas a la pandemia. De hecho, queda por debajo de las 15,4 millones de toneladas de 2018, por lo que quizá sería más apropiado hablar de recuperación de las exportaciones.

Lo que no ha recuperado valores previos al covid-19 es el rubro de las importaciones. En los años previos, los productos importados rondaron los 25 millones de toneladas. Con la pandemia cayeron a los 20 millones, en 2021 subieron a los 21,2 millones y el año pasado apenas escalaron a las 21,9 toneladas. De hecho, la discreta subida de la cantidad de productos importados (un 3% más) contrasta con el crecimiento del precio que se ha pagado por ellos, que se ha elevado un 40%. La inflación se deja notar más en las importaciones que en las exportaciones, y la principal razón es el alto coste de las materias primas, en especial de los productos energéticos.

El precio de la dependencia energética

Las cifras son elocuentes. En 2022 se importaron 11,8 millones de toneladas de productos energéticos, un 7,7% más que el año anterior, cuando se importaron 11 millones. Sin embargo, el precio pagado el año pasado fue de 8,6 millones de euros, un 88% más que en 2021, cuando se pagaron 4,6 millones de euros.

De hecho, la mayor producción eléctrica de las centrales de gas de Bizkaia y el menor consumo respecto a los años previos a la pandemia han hecho que la cantidad de importaciones se haya reducido considerablemente, reduciendo así una factura que, de lo contrario, se hubiese disparado todavía más. La comparación con el año 2019, por ejemplo, asusta, como puede comprobarse en el gráfico adjunto. Aquel año se pagaron 351 euros por cada una de las 15,3 millones de toneladas energéticas importadas. El año pasado se pagaron 725 euros por las 11,8 millones de toneladas. Es más del doble.

A la espera de los datos energéticos relativos a 2022, cabe recordar, en este contexto de precios energéticos disparados por la escasez de recursos y la guerra de Ucrania, que la CAV es un territorio profundamente dependiente energéticamente, tanto porque su consumo es elevado como porque su producción es limitada -sobre todo la renovable-. La tasa de dependencia se sitúa en el 89,9%, frente a una media europea del 54,9%.