EEUU ansía segar la hierba a Rusia en las estepas centroasiáticas
Washington trata de gestionar el malestar que ha generado la guerra de Ucrania en las repúblicas exsoviéticas, algunas con importantes minorías rusas, como Kazajistán, para segar la hierba bajo los pies de Rusia en las estepas centroasiáticas y, de paso, frenar el expansionismo del gigante chino.
El jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, trató de poner una Pica en Flandes en las cinco antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central, en las que Washington busca reforzar su influencia frente a la histórica potencia tutelar rusa y al creciente peso de China, con el impulso de su Nueva Ruta de la Seda.
El secretario de Estado de EEUU se reunió en Astaná, capital kazaja, con sus homólogos de Kazajistán, Kirguizistán, Uzbekistán (siguiente parada en su gira), Tayikistán y Turkmenistán, en el marco de la reunión anual conocida como C5+1, y días después del primer aniversario de la invasión rusa de Ucrania.
Blinken, que anunció una nueva ayuda de 25 millones de dólares, similar a la que desbloqueó en setiembre para «diversificar sus rutas comerciales y crear empleos», reiteró la defensa por parte de EEUU de la «soberanía, integridad territorial e independencia» de los cinco países vecinos de Rusia, y especialmente de Kazajistán, que comparte 7.500 kilómetros de frontera con el gigante euroasiático, además de albergar una influyente minoría rusa.
Moscú y Astaná mantienen fuertes lazos –el régimen kazajo pidió auxilio a Rusia para sofocar una revuelta popular a finales de 2021-2022–, pero la resistencia de Kazajistán para alinearse contra Ucrania ha aireado tensiones bilaterales.
Y es que el presidente ruso, Vladimir Putin, justifica su «operación militar especial» contra Ucrania por la persecución contra la minoría rusa en el este-sur del país, de la que acusa a Kiev.
Washington trata de que las sanciones a Rusia afecten lo menos posible a estos países, que se han convertido desde la guerra de Ucrania en destino interpuesto de las exportaciones europeas y británicas.
Blinken fue recibido por el presidente kazajo, Kassym–Jomart Tokaiev, quien, tras sofocar a sangre y fuego la rebelión con la ayuda militar rusa, fue reelegido en noviembre con un 81% de los votos en unos comicios sin rivales.
EEUU es consciente de que los cinco países centroasiáticos no pueden desasirse de su dependencia histórica de Rusia, a la que les atan sus acuerdos militares y económicos, ni renunciar al gigante chino, pero intenta jugar, como en África y en América Latina, la carta del «socio fiable» y capaz de ofrecer alternativas respecto a Moscú y Pekín, y no solo en términos de compromiso económico «sino en valores», en palabras del responsable del Departamento de Estado en Asia Central, Donald Lu.
Las ex repúblicas soviéticas han adoptado una posición de equilibrio en el conflicto ucraniano y se han abstenido en la ONU a la hora de exigir la retirada rusa.
Blinken, que siguió su gira en Uzbekistán –primera parada internacional del presidente chino, Xi Jinping, tras la pandemia– se mostró condescendiente para mitigar los efectos de las sanciones a Rusia en esos países (mantiene la exención al consorcio Caspian Pipeline Consortium, que lleva el petróleo kazajo a Europa vía Rusia).
Más aún, y según el nada sospechoso Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, desde las sanciones hay un flujo inhabitual de exportaciones de la Unión Europea y Gran Bretaña a Kazajistán, Armenia y Kirguizistán, que, casualmente, forman parte de una unión aduanera con Rusia.