India, entre la espada occidental, la pared rusa y el recelo con China
El G-20 ha vuelto a ser escenario de la pugna entre Occidente y el eje Rusia-China. India trató, sin éxito, de evitar que la guerra de Ucrania fuera el eje central. No porque no la rechace. No quiere desairar a Moscú, y no solo por historia, sino porque teme que se eche en brazos de Pekín, su rival.
La reunión anual de ministros de Exteriores del G20 en Nueva Delhi ha certificado un doble desencuentro en torno a la guerra de Ucrania. De un lado, la fosa entre Occidente y sus aliados y Rusia, que cuenta con la complicidad, siquiera dialéctica, de China; y, de otro, la resistencia de las economías emergentes, lideradas por el anfitrión, India, para sumarse al frente contra Rusia.
Estos desencuentros se evidenciaron ya el año pasado durante la presidencia indonesia del G-20 y, hace una semana, en la reunión de los ministros de Finanzas y gobernadores de Bancos Centrales del grupo que alberga a las 20 economías más enriquecidas del Planeta, que no pudieron ponerse de acuerdo en Bangalore sobre una declaración conjunta.
Rusia y China, miembros del G-20, se negaron entonces a validar una resolución que hiciera referencia explícita a la «guerra en Ucrania». Moscú y Pekín volvieron a vetar los dos últimos párrafos de la frustrada declaración, que se suplió por un sumario que asegura que «la mayoría de los miembros condenaron enérgicamente la guerra en Ucrania» y sus consecuencias, pero certifica que «hubo otros puntos de vista y diferentes valoraciones de la situación y sanciones», en referencia a la posición y veto sino-ruso.
India ha tratado en todo momento de que la reunión del G-20 se centrara en las consecuencias de la pandemia, el aumento de los niveles de deuda, los problemas en las redes de suministro y las amenazas a la seguridad energética y alimentaria. Pero nada de mentar una, aunque no la única, de sus causas: la guerra en Ucrania.
Presiones
Nueva Delhi sortea las presiones para alinearse con Occidente frente a Rusia. Y no solo porque es uno de sus históricos aliados desde que, con el apoyo de la entonces URSS logró la independencia frente al imperio británico o porque Moscú sigue siendo uno de sus principales suministradores de armamento, aunque no el único y cada vez menos exclusivo. India, rival no menos histórica de China, recela de que, en caso de quedar totalmente aislada, la Rusia de Vladimir Putin se eche aún más en los brazos de Pekín, con el que Nueva Delhi mantiene diferendos territoriales, además de una pugna, siquiera más a largo plazo por la hegemonía como superpotencia demográfica y economía cada vez más emergente.
Tampoco faltan intereses más prosaicos en la India del panhindú Narendra Modi, a quien une amistad con el paneslavo-ruso-ortodoxo Putin. Mientras Occidente ha vetado o limitado la importación de petróleo ruso, India la ha multiplicado por diez. Más aún, su comercio con Rusia se ha multiplicado por un 400% desde el inicio de la invasión de Ucrania hace un año.
El secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, coincidió con el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, a quien instó, según declaró a la prensa, a «poner fin a esta guerra de agresión».
Ambos no coincidían desde la reunión ministerial de Bali de julio de 2022, y su último cara a cara tuvo lugar en enero de aquel año, semanas antes del inicio de la invasión de Ucrania. Desde entonces han intercambiado mensajes telefónicos, pero nunca sobre Ucrania
Lavrov se reunió con su homólogo chino, Qin Gang., y ambos denunciaron el «chantaje» y las «amenazas» occidentales para imponer sus puntos de vista, además de interferir en los asuntos internos de otros países.