Si hay una franquicia de culto, con un público fiel detrás, esa es ‘John Wick’. No solo mantiene vivo a Keanu Reeves como actor, incluso haciendo olvidar sus años gloriosos de ‘Matrix’, sino que con esta cuarta entrega se va a reafirmar como la cumbre del cine de acción. Y no podía ser de otra forma, porque sus responsables desde el inicio son Chad Stahelski y David Leitch, los auténticos reyes del género. Se hicieron socios para elevar a otra catetoría su verdadero oficio, que es el de los especialistas del cine de acción. Leitch empezó como doble de Brad Pitt en las secuencias peligrosas, para terminar drigiéndole en la adrenalínica y violenta comedia ‘Bullet Train’ (2022). Stahelski y Leitch son los grandes maestros de las coreografías de lucha, algo en lo que hoy por hoy no tienen rival, y en ‘John Wick 4’ se dan un festín.
¿Por qué han elegido París para la gran batalla final? De entrada resulta irónico que la ciudad del amor, tan romántica ella, se convierta en escenario de combate, con un tiroteo alrededor del Arco del Triunfo que hace historia. Pero es que la violencia de la película es muy elegante, y Keanu Reeves puede vestir de etiqueta, casi como un James Bond, para realzar sus tiroteos. Stahelski y su socio, en lugar de decantarse por la tendencia actual de escenas confusas y aceleradas cuando hay armas o luchas cuerpo a cuerpo de por medio, se decantan por una imagen tan brutal como limpia y refinadamente exquisita, lo que crea un contraste rompedor.
El espectáculo visual es tan arrollador, con los noventa millones de dólares de presupuesto desplegados de forma generosa por la gran pantalla, que no da tiempo a fijarse en el guion, que se sigue en modo automático. El personaje de Wick ha evolucionado, y el superviviente de las tres anteriores entregas adquiere su definitiva dimensión de vengador dentro de esa misteriosa organización de asesinos a sueldo llamada HT (High Table), que genera tantos enfrentamientos y divisiones mortíferas.