Daniel   Galvalizi
Periodista
Entrevue
Alejandra de la Fuente
Periodista y autora de ‘La trabajadora infiltrada’

«Después de lo que he visto, el obrero que vota derechas se pega tiros en el pie»

La periodista Alejandra de la Fuente se camufló durante un año como empleada de varios sectores para publicar ‘La trabajadora infiltrada’, crudo relato de la precariedad laboral en el Estado español. Denuncia el «clasismo puro» del que ha sido testigo y que «la falta de salud es impresionante».

Alejandra de la Fuente.
Alejandra de la Fuente. (Ediciones B)

Se puede decir que a sus 28 años Alejandra de la Fuente ya sabe lo que es ser un camaleón. El año pasado se puso en el rol simbólico de nueve trabajadoras de diferentes sectores para acometer un trabajo casi antropológico, de campo, y experimentar la precariedad tan denunciada con números fríos. Pero ella lo quiso vivir en carne propia.

Limpiadora, teleoperadora, comercial, auxiliar sanitaria, repartidora; son algunos de los oficios en los que tuvo entrevistas y pruebas laborales y que le permitieron publicar recientemente ‘La trabajadora infiltrada’ (Ed. Ediciones B), un libro de denuncia sobre la explotación que ya se percibe desde «el primer cara a cara» con el empleador, asegura.

Creadora hace cinco años de la cuenta Mierda Jobs, con miles de seguidores en Twitter y donde da voz a los ejemplos de precariedad de la que le informan las propias trabajadoras y trabajadores, De la Fuente relata a NAIZ el resultado de su «infiltración». Alerta de los efectos en la salud mental y física de la «cultura de la precariedad que existe» en el Estado español, e insta al obrero que vota a la derecha a que vea «quién le da tiros en el pie y quién le quita los balines».

¿Cómo nace la idea del libro?

En Mierda Jobs veía y sigo viendo muchísima precariedad laboral, cosas tremendas. En las ofertas de trabajo solo se ve el 0,5% de la precariedad. El resto se observa en las entrevistas y en las experiencias de trabajo. La gente que explota suele ocultar y las cosas se ven a medida que te vas introduciendo. Entonces me infiltré en 2020 para hacer una prueba, ver qué pasaba, y busqué trabajo de administrativa y pues salió mucha historia. Entonces pensé que si en una semana se ve esto, y con más tiempo lo especializaba por sectores, se podía hacer un retrato interesante. Con la editorial quedamos en hacer el libro y el año pasado le dediqué unos 11 meses, entre que te documentas sobre cada sector, hablas con gente para saber qué te pueden preguntar en la entrevista, crearte correos... La preparación lleva tiempo, aunque buscar trabajo fue solo una semana por cada sector, no quise trampear eso.

En el libro afirma: «Los empresarios no airean que van a contratar en forma precaria pero hay formas de verlo en el primer filtro de cara». ¿Cómo es eso?

Para empezar, había gente que directamente te lo decía. Cuando oyes frases como «es que aquí somos una gran familia» o derivados, eso es una gran red flag [señal de alerta]. Porque eres una gran familia para lo malo, pero para lo bueno no lo vas a ser nunca. También alertan frases del estilo de «aquí se sabe cuándo se entra pero no cuándo se sale», o cuando te avisan que te van a contratar por X horas y que el resto lo pagan en B.

En el capítulo de comercial y de camarera cuento cómo te dicen que van a probar a ver qué tal trabajas y luego ya verán si te contratan. Te pagan en B un par de meses y luego ya vemos. Esa es una red flag como una catedral. También cuando comentan «aquí vienes por vocación», eso significa que te van a interrumpir la vida cuando les dé la gana, que vas a cobrar poco y el resto te lo van a pagar con vocación y sonrisas. Otra alerta enorme es escuchar «si te gusta tu trabajo, es tu vida», y eso es mentira. Tu vida es tu vida y el trabajo es tu trabajo.

Si tuviera que señalar los problemas más estructurales del mundo laboral en el Estado español, ¿cuáles serían?

Primero, los legales: los salarios son bajísimos, incompatibles con la vida normal. Y luego otras cuestiones que veo graves como la cultura de las horas extra no remuneradas; ahí hay un problema serio, hay gente que hace el trabajo de persona y media porque no quieren contratar más. Otro problema es que por la precariedad muchas veces la salud y seguridad en el trabajo son inexistentes; un buen ejemplo es lo de los rider, que se pueden dejar la vida conduciendo. O lo extrapolo a personas auxiliares de residencias; esas mujeres se dejan la espalda, tienen que atender un número muy elevado de personas dependientes y van a toda leche. Pasa también con los periodistas, por qué no decirlo: estamos todo el día conectados, con consecuencias físicas y mentales.

«Da igual el sector donde mires, la falta de salud es impresionante. Una persona que trabaja más de 8 horas puede tener más problemas cardiovasculares y sufrir un accidente más fácil»

 

Da igual el sector donde mires, la falta de salud es impresionante. Al final todo está ligado: las horas extra sin remunerar porque un trabajador hace jornada y media son una muestra de que no le están cuidando la salud. Hay estudios que aseguran que una persona que trabaja más de ocho horas puede tener más problemas cardiovasculares, se vuelve más torpe y puede sufrir un accidente más fácil.

¿Hay una cultura de la precarización, entendido como un paradigma establecido?

Creo que sí, existe esa cultura por desgracia, si la entendemos como algo totalmente normalizado. Vas a una empresa y vas a percibir que hay cosas que no se ponen en cuestión porque son parte de la cultura, aunque no sean legales. Lo hablo con mi gente y a todos les sucede lo mismo. Cosas como que tu jefe te llame fuera del horario de trabajo están totalmente normalizadas, o que pongas tu propio móvil para trabajar y no el empleador.

En la explotación a las personas más vulnerables, vemos que la población migrante, las mujeres y las personas jóvenes ocupan puestos en los que la explotación se desarrolla de manera más aguda. En el libro, en el capítulo de trabajadoras internas, que son mujeres migrantes y muchas sin permiso de residencia, la persona que yo entrevisto cuenta auténticas barbaridades. Todo esto es algo difícil de cambiar.

¿Ha podido ser testigo de discriminaciones en las búsquedas o los ambientes de trabajo?

Sí. Es verdad que yo soy mujer blanca joven, por tanto es diferente, pero sí he sentido discriminación por ser mujer y joven. Me han preguntado, por ejemplo, si iba a querer tener un hijo. No preguntas bestias, pero sí me han preguntado de forma disimulada cuál será mi plan familiar, o cómo me veo de aquí a tres años con la familia. Si llego a decir que quería tener hijos, no me iban a contratar, y yo quería seguir el proceso de selección para tener la experiencia para el libro, así que decía que no.

«Me han discriminado por estudiar y por sobrecualificación. ¡Me han llegado a decir que por qué estaba estudiando una carrera, en la cara!»

 

También me han discriminado por estudiar y por sobrecualificación. ¡Me han llegado a decir que por qué estaba estudiando una carrera, en la cara! Y en Mierda Jobs muchas me han escrito que han sido discriminadas por ser madres.

¿Y sobre la situación de la mujer en el mercado laboral?

Es absolutamente más vulnerable. Desde el punto de vista de búsqueda, me llama la atención que he tenido problemas con hombres diciéndome que si estaba necesitada ellos me cogían para que les diera masajes relajantes, que fuera un par de días a su casa, etcétera, y eso me ha pasado por ser una chica.

He escogido para infiltrarme perfiles más feminizados, como auxiliares, teleoperadoras y limpiadoras, pero en el perfil de trabajadora de rider he notado que el hecho de ser mujer no gustaba tanto. El problema, además, para las mujeres es que los trabajos feminizados históricamente son los peor remunerados, y esto va para esos negacionistas que dicen que la mujer lo tiene igual de fácil. Por ser mujer he tenido que soportar cosas todo el tiempo, llamadas que he tenido que colgar, preguntas que a un hombre no le harían.

«Los trabajos de las mujeres son los que más parcialidad tienen y peores complementos salariales»

Además, los trabajos de las mujeres son los que más parcialidad y peores complementos salariales tienen. Es por el tipo de trabajo. Una limpiadora que limpia suelos y huele a amoniaco no tiene complementos salariales aunque trabaje con químicos y se destruya la espalda, mientras que el cristalero sí cobra complemento por peligrosidad.

Habla en el epílogo de las consecuencias no materiales, en la vida personal y la salud mental.

Sí. Al final un mal trabajo no necesariamente tiene que serlo por cuestión económica, sino por multitud de características. Por ejemplo un trabajo que por horario no te deja vivir, o donde haya faltas de respeto, eso afecta directamente a la salud mental de la persona. Un síndrome Burn Out [Quemado] muchas veces ocurre en personas que no tienen un salario de morirse de hambre. Por ejemplo, los enfermeros. O los turnos rotativos, porque desde puntos de vista de conciliación es imposible que vayas a hacer clases de ganchillo un día de mañana y uno de tarde. No, es o de tarde o de mañana. Te arruina la vida personal y también la profesional, porque si quieres estudiar algo para mejorar tus condiciones, no puedes.

Y desde el punto de vista económico, si cobras 1.080 euros, ¿qué tipo de vida social puedes tener? Nula. Y todo esto merma la salud mental, empiezas con ansiedad, depresión, con el síndrome del impostor... He conocido gente hasta ingresada en el hospital por culpa del trabajo, que no podían salir de la cama.

He leído que, a pesar de todo lo que ya conocía, hay cosas que le siguen sorprendiendo y que no las ha puesto en el libro porque pensaba que la gente imaginaría que se lo inventaba.

¡Es que me han contado tantas cosas en estos cinco años de Mierda Jobs! Pero no puedo dejar de perder la capacidad de sorpresa, porque no dejo de flipar con que ciertas cosas sigan existiendo. Por ejemplo, lo de la limpiadora, que dejen los baños llenos de mierda para que los limpie mientras me mira de brazos cruzados. Ese momento lo viví como infiltrada y pensé: «Madre mía, es clasismo puro». O cuando a camareras las contratan por tres horas pero trabajan once y están sin asegurar. Y sí, había cosas tan fuertes que pensé «van a creer que me lo estoy inventando» [se ríe]. Pero todo lo que aparece en el libro es cierto.

Después de todo lo vivido, ¿qué le diría al obrero que vota derechas y que defiende a los Amancio Ortega de turno?

Le diría que se está dando tiros en el pie. Que quien bajó la indemnización fue la derecha, quien aumentó la temporalidad fue la derecha y quien ha permitido tantos abusos en su contra es la derecha. Y que a lo mejor no tiene que mirar tanto la ideología como algo inamovible, sino mirarse a sí mismo con sinceridad y ver quién le está quitando sus derechos laborales y analizar las consecuencias que ha tenido la reforma laboral de 2012.

«Tampoco ayuda que haya determinados discursos que se están propagando muchísimo y apelan al individualismo más que a lo colectivo»

 

Puedes tener tu ideología en muchas cosas pero, si nos centramos en lo laboral, que mire quién le ha tirado tiros en el pie y quién le está quitando los balines. Creo que tampoco ayuda que haya determinados discursos que se están propagando muchísimo y que apelan al individualismo más que a lo colectivo.