Periodista / Kazetaria
Entrevue
Rashid Khalidi
Historiador de origen palestino de la Universidad Columbia de Nueva York

«Es imposible hablar de paz en Palestina; Israel lo quiere todo»

Rashid Khalidi es un historiador estadounidense de origen palestino con un reputado prestigio sobre la política en Oriente Medio. Fue asesor de la delegación palestina en las negociaciones de Madrid y Washington, y es titular de la cátedra Edward Said de Estudios Árabes de la Universidad Columbia.

Rashid Khalidi muestra su libro “Cien años de colonialismo y resistencia”.
Rashid Khalidi muestra su libro “Cien años de colonialismo y resistencia”. (Gorka CASTILLO)

Rashid Khalidi acaba de publicar  “Cien años de colonialismo y resistencia” (Capitán Swing, 1923), un emocionante recorrido por la larga guerra colonial que se libra en Palestina y que arranca con la carta que su tío tatarabuelo, Yusuf Diya al-Khalidi, alcalde de Jerusalén en 1899, escribió al fundador del movimiento sionista, Theodor Herzl, al enterarse de sus intenciones de expulsar a su pueblo para dar cabida a un Estado nacional judío.

Para Khalidi, aquel hecho prendió la mecha de un desastre  atroz. Ahora, transcurridos los cinco primeros meses del año más mortífero para los palestinos de la última década, no ocultaun pesimismo absoluto respecto a la posibilidad de una paz venidera.

Sintetiza en su libro la relación de Israel con Palestina como una guerra colonial dividida en seis declaraciones de guerra. ¿Qué le empujó a escribirlo?

La principal razón fue la ausencia en Occidente de un relato palestino sobre lo sucedido. He escrito varios libros quizá más académicos sobre Palestina, pero muchas personas, entre ellas mi hijo, me pidieron que hiciera algo más accesible a la opinión pública para contrarrestar ese relato falso que se ha ido instaurando sobre la creación de un Estado para una gente que no tenía tierras. Eso no es así. Como tampoco es cierto que lo hicieran para que un desierto donde no vivía nadie floreciese.

Usted incide en que el origen del conflicto en Palestina es el proyecto colonial de asentamiento promovido por Israel. ¿Por qué es tan relevante?

El conflicto realmente empezó con el Imperio británico. Aunque venía de antes, el sionismo empezó a ganar relevancia en la región y fue capaz de imponerse gracias al apoyo británico, primero, y de EEUU, después. Y también con la ayuda dispensada por la URSS en los años 47 y 48. Lo que pretendo es contrapesar la narrativa que presenta el conflicto como una lucha entre árabes y judíos o como un enfrentamiento meramente nacional cuando eso no es realmente así. Hablamos de un colonialismo puro y duro, donde una parte niega la existencia de la otra. El sionismo ha privado la relevancia del pueblo palestino, que era la población autóctona que estaba allí.

Intelectuales como Edward Said llegaron a plantear una relación entre el Holocausto y el comportamiento hacia los palestinos de antiguas víctimas que ahora tienen un Estado propio. ¿Qué opina?

No se puede comparar el Holocausto con lo que ha sucedido en Palestina. Sería un error muy grave. Desde luego, Edward Said no lo planteó en esos términos, aunque es indudable que el Holocausto tuvo un impacto tremendo. En 1932, antes de que Hitler llegara al poder, la población judía en Palestina era de un 17% y siete años después era del 31%, tras la llegada de 65.000 refugiados huyendo de los nazis. En aquel momento, el sionismo comenzó a obtener el capital y los recursos humanos para empezar a crecer. Esta reflexión no es ninguna interpretación libre, sino que puede leerse en los propios diarios de Ben-Gurión. El Holocausto generó un sentido de culpabilidad terrible. Y no solo eran culpables los nazis por lo que hicieron sino también Reino Unido y EEUU por no acoger a los refugiados judíos en aquellos momentos. Y son culpables, en cierta manera, los países que en algún momento dieron rienda suelta al antisemitismo. Hablo de Inglaterra desde el siglo XII hasta el XV, de Austria, de Alemania, de Rusia, de los franceses y españoles. Todos ellos tienen capítulos donde se expulsó a los judíos.  Por lo tanto, es un problema histórico europeo. En Palestina nunca hubo un problema de convivencia entre musulmanes, judíos y cristianos. Surge después, por una motivación europea claramente imperialista y de persecución de los judíos.

«Hablamos de un colonialismo puro y duro, donde una parte niega la existencia de la otra. El sionismo ha privado la relevancia del pueblo palestino, que era la población autóctona que estaba allí»

Pero esa realidad choca con la narrativa sionista que considera a Palestina como la tierra bíblica del pueblo judío en exclusividad.

Pero históricamente no ha sido así. Muchos rabinos e intelectuales judíos siempre pensaron que el regreso solo podía realizarse mediante un acto divino, no del ser humano. Por eso muchos ortodoxos consideraron casi como una blasfemia que Herzl empezara a hablar del regreso dejando al margen la voluntad de Dios y apelara únicamente al derecho terrenal de su pueblo. El auge del judaísmo y la creación del Estado de Israel ayudó a conformar un movimiento nacionalista con toda una ideología detrás que nunca antes existió. Desde el Imperio romano al siglo XIX. En 1948, la mayoría de los partidos políticos eran laicos, pero ahora la religión se ha convertido en un componente relevante, como vemos en el Gobierno actual. Personalmente pienso que el nacionalismo religioso, sea judío, musulmán, cristiano o hindú, siempre será discriminatorio y hostil. Imposibilita la coexistencia pacífica porque hace imposible que sea vea al otro como igual.

«El nacionalismo religioso, sea judío, cristiano, musulmán o hindú, siempre será discriminatorio y hostil. Imposibilita la coexistencia pacífica porque hace imposible que sea vea al otro como igual»

Los grandes medios de comunicación occidentales califican a Israel como «la única democracia de Oriente Medio» aunque haya consolidado su poder gracias a vínculos y alianzas con algunos de los Gobiernos más antidemocráticos del mundo. ¿Cómo influye esto en la percepción internacional sobre una solución al conflicto?

Esa visión falsa de la situación es una parte importante de la prolongación del conflicto. Sin embargo, se ha comenzado a producir un cambio de percepción, al menos entre la población joven de EEUU que utiliza las redes sociales y otras fuentes de información alternativas para encontrar análisis más precisos y fidedignos sobre lo que está sucediendo en Palestina, porque los medios de comunicación tradicionales les generan desconfianza. La pregunta es muy simple: ¿cómo es posible que un Estado como Israel, que lleva años gobernando a millones de palestinos sin concederles ningún tipo de derecho, pueda ser considerado internacionalmente como una democracia?. Simplemente, no se lo creen. Esos jóvenes inquietos son mi única esperanza. Están descubriendo que Israel es un Estado que impone su voluntad por la fuerza, mientras que la otra parte lleva a cabo acciones que, aunque desde la perspectiva tradicional sigan siendo calificada como terrorismo, empiezan a percibirlas como actos de resistencia.


«Los palestinos necesitan un movimiento nacional unido que tenga unos objetivos bien definidos para poderlos presentar al resto del mundo»

¿Ve posibilidades de un nuevo proceso de negociación?

No. Israel no quiere negociar. Lo quiere todo. Además, los dirigentes palestinos están muy divididos y EEUU está muy sesgado. Es imposible.

Usted no ahorra críticas a las facciones políticas palestinas. ¿Son también la causa del estancamiento de la situación?

Sí. La ausencia de una visión y de una estrategia política conjunta es parte del problema. Los palestinos necesitan un movimiento nacional unido que tenga unos objetivos bien definidos para poderlos presentar al resto del mundo.

Israel ha normalizado relaciones con algunos países árabes para aislar a los palestinos. ¿Qué salida les queda?

Esa estrategia israelí está abocada al fracaso porque, al final, la cuestión de Palestina aparece una y otra vez en la agenda.  Israel aprovecha la ausencia de democracia en muchos países árabes para tratar con dictadores o con autócratas, que carecen de legitimidad y que no conceden derechos humanos ni a sus propios ciudadanos. Pero la opinión pública en la mayoría de esos países es abiertamente contraria a esas aproximaciones y van a seguir exigiendo derechos para el pueblo palestino.