Periodista / Kazetaria

El voto del hartazgo catapulta a la izquierda en Guatemala

Guatemala dio un giro de 180 grados en las elecciones del domingo. La ultraderecha se vio sorprendida por la irrupción de la izquierda que se hizo con el segundo lugar. Todo se fraguó en 2015 en la Plaza de la Constitución de la capital, donde miles de personas gritaron «basta» a la corrupción.

El candidato del partido Semilla, Bernardo Arévalo, celebra el resultado ante el palacio presidencial.
El candidato del partido Semilla, Bernardo Arévalo, celebra el resultado ante el palacio presidencial. (Luis ACOSTA | AFP)

Bernardo Arévalo de León no sonaba en las quinielas. Ni siquiera había carteles electorales mostrando su rostro como colocó el resto de candidatos. Su campaña fue en las redes sociales, donde dio a conocer sus propuestas muy alejadas del populismo de quienes se presuponía iban a batallar por la Presidencia de Guatemala.

En los debates en los que participó, se mostró comedido y nada beligerante con sus contrincantes, quienes nunca le vieron como un riesgo para su ansia de poder.

Sin embargo, Arévalo de León, a través de su partido Semilla, aglutinó el voto de la esperanza y el hartazgo de una población que ha visto cómo en los últimos años los distintos gobiernos saquearon las arcas del Estado y no resolvieron ninguno de los problemas acuciantes del país: una pobreza que afecta al 59% de la población; la inseguridad que deja alrededor de 4.000 muertes al año; una sanidad abandonada con hospitales sin medicamentos o una educación deficitaria con miles de niños y niñas abandonando cada año sus estudios para trabajar.

Todo ello es producto de la corrupción que deja sin recursos a las instituciones para dar respuesta a las demandas de la gente. En 2015, la población salió masivamente a las calles para exigir la renuncia de los entonces presidente y vicepresidenta, Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti, respectivamente. Tuvo su efecto porque ambos fueron encarcelados por distintos casos de corrupción. Sin embargo, el problema no terminó ahí y el Gobierno de Jimmy Morales (2016-2020) se dedicó a desmantelar toda la lucha contra la corrupción que había llevado a prisión a decenas de políticos y empresarios. Para ello, puso fin en 2019 a la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, un organismo de la ONU que ayudó durante 12 años a la Fiscalía en numerosos casos de corrupción. Asimismo, nombró fiscal general a Consuelo Porras, quien desde entonces se ha dedicado a perseguir a jueces, fiscales, abogados y periodistas, lo que ha provocado que una treintena de ellos se haya ido al exilio a EEUU y otros países para evitar ingresar en prisión bajo acusaciones espurias. El actual presidente, Alejandro Giammattei, que dejará el cargo el 14 de enero de 2024, respaldó el trabajo de Porras a quien renovó su mandato por cuatro años más, a pesar de que en el 2021 el Departamento de Estado de EEUU la incluyó en una lista de actores «corruptos y antidemocráticos» por «obstruir investigaciones contra la corrupción para proteger a sus aliados políticos».


Bernardo Arévalo de León se ha convertido en la única esperanza de cambio radical para acabar con el cáncer de la corrupción que ha carcomido las instituciones de Guatemala los últimos años.


Durante los últimos ocho años, el Estado de Guatemala ha estado cooptado por grupos de ultraderecha, lo que parecía que había generado un estado de apatía entre la población que ve en la migración a EEUU la única salida para mejorar sus vidas. Sin embargo, de la misma Plaza en la que se manifestaron miles de personas en 2015, nació el Movimiento Semilla, con el fin de convertirse en una alternativa política al «capitalismo descontrolado centrado en acumular riqueza».

En los comicios de 2019, hizo su primer intento de aspirar a la Presidencia del país, lo que podría haber logrado si no hubiera sido porque el Tribunal Supremo Electoral impidió la inscripción de su candidata, la exfiscal general del Ministerio Público, Thelma Aldana, hoy exiliada en EEUU.

Semilla no se rindió y logró cinco diputados en el Congreso, entre ellos, Bernardo Arévalo de León, quien fue propuesto como candidato en las elecciones de este año. Contra todo pronóstico, quedó en segundo lugar y deberá luchar por la Presidencia en una segunda vuelta el 20 de agosto contra la eterna candidata Sandra Torres, de la Unidad Nacional de la Esperanza, quien ya lo ha intentado de manera fallida en las dos últimas elecciones. Mientras ella representa la vieja política de alianzas corruptas con grupos de poder, Arévalo de León es la única esperanza de cambio radical para acabar con el cáncer de la corrupción que carcomió todas las instituciones.

Defiende una ideología socialdemócrata heredada de su padre, Juan José Arévalo, presidente de Guatemala entre 1945 y 1951. En aquella época, heredó un país en ruinas en manos de empresas de EEUU tras la dictadura de Jorge Ubico, por lo que acometió importantes reformas progresistas en materia educativa y de derechos laborales. Lo mismo se espera de su hijo, quien a todas luces aglutinará un voto protesta para derrotar a Torres en la segunda vuelta con su promesa de sacar al país del «pantano de la corrupción».