Una sorprendente producción belga de ciencia ficción distópica que, a pesar de su modesto presupuesto, ha seducido gracias a un inteligente guion que aborda cuestiones como la explotación infantil, problemas éticos derivados de la necesidad de crear seres sintéticos y la igualdad de condiciones en un mundo cada vez más sobreexplotado y gobernado por un capitalismo feroz.
La trama de ‘Vesper’ ha sido escrita por los directores Kristina Buozyte y Bruno Samper junto a Brian Clark, y nos traslada a un futuro que ha sufrido el colapso definitivo de su ecosistema terrestre. La película fue ideada en clave de cuento de hadas siniestro y, tal y como explicó Kristina Buozyte, han querido «elaborar una historia y trabajar con arquetipos: Jonas –el antagonista, interpretado por Eddie Marsan– es el típico ogro, por ejemplo. Queríamos trabajar con este tipo de simplicidad, y hacer algo universal y centrarnos en la originalidad del mundo. Una de nuestras referencias fue, por ejemplo, ‘El planeta salvaje’ (1973), de Roland Topor, pero tuvimos muchas ideas de otras películas y documentales, así como del diseño, la arquitectura, los cómics y los cuadros».
Un extraño y reconocible mundo La protagonista es Vesper (Raffiella Chapman), una joven de trece años que habita en una vieja cabaña en ruinas junto a su padre (Richard Brake), un hombre postrado en una cama que puede comunicarse a través de un dron que acompaña a su hija, mientras la joven busca comida en un bosque amenazador y experimenta en su laboratorio.
Cuando Vesper descubre una nave estrellada, procedente de la Ciudadela –una fortaleza que fue construida para los ‘mejores y más destacados’ de la sociedad–, encuentra en ella el cuerpo inconsciente de Camellia (Rosy McEwen). Vesper decide cuidarla hasta que se recupere, con la esperanza de que esta misteriosa desconocida los ayude a salir de su dramática situación y les permita acceder a la utopía de la Ciudadela. Sin embargo, cuando su vecino Jonas (Eddie Marsan) revela sus pérfidos planes, la protagonista debe encontrar una forma de revertir el apocalipsis.
Una de las principales virtudes del filme radica en una ambientación y cuestiones muy reconocibles. A ello se suma un imaginario fascinante en el que cohabitan criaturas de todo tipo y entes sintéticos que parecen extraídos del universo pesadillesco de David Cronenberg. Sobre ello, Bruno Samper detalló que «hicimos una ‘biblia’ con fuentes de inspiración. Luego empezamos a colaborar con un gran artista conceptual lituano, Vilius Patrauskas. Fue muy fructífero y sentamos las bases para crear este mundo».