Tradicionalmente, las formaciones con implantación en todo el Estado español han obtenido un mayor número de representantes en las elecciones generales, frente a las candidaturas que únicamente se presentaban en Hego Euskal Herria. Hasta la fecha la única excepción tuvo lugar en 2011, con la irrupción de Amaiur y sus 7 escaños al Congreso, que sumados a los 5 del PNV y otro de Geroa Bai daban un total de 13, por encima de los 10 logrados por PP-UPN y PSOE. Una circunstancia que podría repetirse en este 2023.
La referencia más cercana son las forales del pasado 28 de mayo. Ayer mismo, como quien dice. Si extrapolamos las cifras de votos de esa jornada –lo cual siempre ha de ser tomado con mucha cautela–, EH Bildu, PNV y Geroa Bai alcanzarían los 16 parlamentarios, por los 4 del PSOE, los 2 de UPN y 1 del PP. La confluencia de Sumar y Podemos se quedaría sin representación, firmando una caída en picado tan espectacular como su irrupción en 2016, cuando los morados se apuntaron 8 escaños. Pero hay que insistir en que se trata de política-ficción y que todo ello hay que pasarlo por el tamiz que siempre se marca entre diferentes citas electorales.
Por herrialdes, en Araba el equilibrio es máximo y, vista la diferencia entre los cuatro primeros y el quinto –casi 15.000 votos en el mejor de los casos–, todo apunta a que las actas tienen dueño y serán para PNV, EH Bildu, PSE y PP. Estos últimos arrebatarían a Sumar el escaño que Javier Maroto perdió hace cuatro años de manos del independentista Iñaki Ruiz de Pinedo, que repite como cabeza de lista.
En Bizkaia el dominio del PNV le daría para conseguir 4 de los 8 escaños en juego, EH Bildu se llevaría 3 y el PSE 1. No obstante, el PP estaría cerca de limar uno de los escaños de la formación soberanista. En Gipuzkoa estaría más claro, con 3 escaños para EH Bildu, 2 para el PNV y 1 para el PSE, siempre según los resultados de mayo.
Finalmente, en Nafarroa la derecha se presenta más fragmentada, debido al desencuentro entre UPN y PP. De ello se podría beneficiar principalmente Geroa Bai para conseguir un escaño, mientras que UPN ganaría 2, el PSN 1 y EH Bildu otro.
Pero las encuestas marcan un panorama global diferente. La más reciente es la publicada el lunes por EiTB, que da 7 escaños al PSOE –tres más de los que alcanzaría si se repitieran los resultados de mayo–, 6 a EH Bildu, 5 al PNV, 4 al PP y 1 a Sumar. En Araba no habría variaciones, pero sí en los demás territorios.
Destaca cómo el PP devora a UPN al concentrar el voto de la derecha unionista en Nafarroa, mientras que el PSOE agruparía en torno a sus siglas buena parte del voto contra un posible gobierno de Feijóo y Abascal.
Se cumpliría así el hecho histórico de que en estos comicios PSOE y PP –la irrupción de Podemos es más reciente– disfrutan de un repunte en sus resultados merced a una perspectiva de ‘utilidad’ del voto para influir en la gobernabilidad española. Aunque no se puede obviar que durante esta última legislatura los escaños del PNV y los de EH Bildu, especialmente, han sido imprescindibles a la hora de sacar adelante importantes leyes. EH Bildu se postula además de antemano y sin ambages como una papeleta para tratar de frenar a PP y Vox.
Ortzi, Idigoras, Muguruza…
Mucho ha llovido desde 1979, primeras elecciones posfranquistas con todas las corrientes políticas presentes y en las que el unionismo sumó quince escaños en Euskal Herria (ocho UCD, seis el PSOE y uno UPN) frente a once abertzales (siete del PNV, tres de HB y uno de EE). Entonces se repartían 26 actas, frente a las 23 actuales.
En aquellos primeros años el independentismo de izquierda usaba principalmente la tribuna del Congreso como altavoz de denuncia, del «Gora Euskadi Askatuta!» puño en alto de Francisco Letamendia ‘Ortzi’, en 1978, al «Sacad vuestras sucias manos de Euskal Herria» de Jon Idigoras en 1993. También como reivindicación de una salida negociada, respondida con disparos en el caso de Josu Muguruza en 1989.
Hubo una época posterior con 24 parlamentarios a repartir y que en 1993 o 2000 llegó a ser 16-8 favorable al unionismo. En el primer caso con victoria de Felipe González (PSOE) y en el segundo con mayoría absoluta para José María Aznar (PP), que en alianza con UPN obtuvo la friolera de 10 escaños en Hego Euskal Herria.
Eran otros tiempos y otras estrategias, aunque haya pasado menos de un cuarto de siglo, y por ejemplo en esta cita la izquierda abertzale no se presentó y pidió la abstención. Era la época posterior al acuerdo de Lizarra-Garazi, cuando el concepto era que en Madrid no había nada que hacer, ni siquiera gritar.
Luego vino la ilegalización. Gracias a ello, en 2008 PSOE y PP-UPN obtenían juntos más del doble de diputados, 16, frente a 6 del PNV y 1 de EA. Pero como ya se ha comentado, la tortilla dio una vuelta de casi 180 grados tan solo tres años más tarde, con el final de la lucha armada de ETA y la unidad del soberanismo de izquierdas.
Auge y caída en la izquierda
En este ciclo más reciente hay otro factor que no se puede ignorar, la eclosión y salvo sorpresa derrumbe del espacio españolista a la izquierda del PSOE. Un sector que anteriormente solo había conseguido representación en 1996, con sendos diputados de Izquierda Unida en Bizkaia y Nafarroa.
El Movimiento 15M dio a luz una formación política, Podemos, que arrasó como una ola morada también por Hego Euskal Herria, ganando en 2015 con un cómodo margen en Araba y Gipuzkoa, asaltando por poco el inexpugnable feudo jeltzale de Bizkaia y quedándose a 12.000 votos de UPN-PP en Nafarroa. En total fueron 330.000 votos, que se dice pronto. Una fortuna dilapidada en ocho años, con 240.000 papeletas menos este mayo.
La irrupción de esta nueva opción de izquierdas dejó al soberanismo de izquierdas en mínimos, con 2 parlamentarios y 185.000 votos. PNV y Geroa Bai aguantaban el tipo con 300.000 papeletas y 5 escaños para los jeltzales.
Pero el souflé perdió gas rápidamente. La siguiente cita fue la de abril de 2019, después de la moción de censura contra Mariano Rajoy (PP) que aupó a Pedro Sánchez (PSOE) a la presidencia con el respaldo, entre otras, de las fuerzas abertzales. PNV (6) y EH Bildu (4) mejoraron sus resultados, mientras que Podemos bajaba a 5 escaños y la derecha unionista solo lograba representación gracias a la recién creada Navarra Suma, en la persona de los posteriormente tránsfugas Sergio Sayas y Carlos García Adanero.
La incapacidad de PSOE y Podemos para cerrar un acuerdo provocó la repetición de los comicios siete meses despúes, en noviembre. Los últimos hasta la fecha. El PNV mantuvo su resultado, mientras que EH Bildu sumó el escaño de Bel Pozueta en Nafarroa. Esta vez sí, PSOE y Podemos, con peores resultados que en abril, cerraron un gobierno de coalición que se quedaba a 30 escaños de la mayoría absoluta. Unas cifras que permitieron a PNV y EH Bildu convertirse en actores relevantes. Una situación que podría repetirse durante los próximos cuatro años.