«Un partido cuya tradición y legalidad no están en duda». Con estas palabras se refirió el incombustible dirigente del PP Esteban González Pons el pasado 23 de agosto a Junts, el partido que durante los últimos seis años han demonizado, queriendo ver en el expresident Carles Puigdemont al propio diablo. El político valenciano trataba así de legitimar la búsqueda de la abstención de los catalanes camino a la investidura. Otro tanto ocurrió con el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda (PP). El pasado jueves calificó de «bien encaminada» la propuesta del lehendakari Iñigo Urkullu sobre una convención constitucional. El PP, sobra decirlo, también anhela el apoyo del PNV para llegar a la Moncloa.
Pero Alberto Núñez Feijóo es un candidato atrapado en la propia enredadera por la que pretende trepar. No deja de ser un personaje trágico: no alcanzará el poder sin Vox y sin el ala más ultra de su partido, pero son esos sectores los que le impiden tejer las alianzas que requiere para ser presidente. Cada pequeño amago de apertura, como los teatralizados por González Pons y por Rueda, son inmediatamente capados por sus propios socios dentro y fuera del partido.
Sobran los ejemplos. El último de ellos lo ofreció ayer la fundación FAES, la plataforma desde la que el expresidente José María Aznar marca línea e impone límites. La convención constitucional de Urkullu supone nada más y nada menos que «la voladura de la nación española como sujeto constituyente», afirmaron en un editorial publicado en su web.
Aznar, un hombre que acercó presos y habló catalán en la intimidad para llegar a la Moncloa, considera que la propuesta del «lendakari Urkullu» (sic) llevaría a un «fraude constitucional masivo». Supondría «la liquidación del actual Estado autonómico para transitar, de espaldas al pueblo español, hacia una precaria confederación de naciones», añaden.
Dirigentes vascos y catalanes del PP se revuelven
Pero es que la resistencia también existe en el seno del partido, donde parece no importar demasiado contradecir la estrategia del núcleo dirigente.
La positiva reacción del presidente de la Xunta a la propuesta de Urkullu, e incluso la prudencia del propio Feijóo, que dijo estar «abierto a escuchar lo que se nos diga desde cualquier lugar de España», chocan con las palabras del presidente del partido en la CAV, Carlos Iturgaiz. El viernes denunció, en línea con la FAES, que «el lehendakari va hacia una destrucción nacional».
«No podemos aceptar ocurrencias de los independentistas vascos o catalanes que vayan a pisotear la Constitución española», añadió.
El presidente del PP en Catalunya saltó con similar brío ante el acercamiento a Junts: «Sí es mi rival un partido cuya tesis esencial es que España es una dictadura dirigida por un Rey fascista».
Por último, el franquismo abierto de dirigentes de Vox en cargos institucionales alcanzados gracias al PP tampoco ayudan mucho a Feijóo. Es el caso de la Directora General de Justicia de Aragón, Esmeralda Pastor, que posa orgullosa con la bandera del aguilucho en imágenes divulgadas ayer.
Así las cosas, es difícil valorar qué resulta más improbable: que Feijóo convenza a Junts y PNV para la investidura, o a sus propios socios.