Miguel Fernández Ibáñez
Entrevue
Edita Tahiri
Exministra de Exteriores de Kosovo

«El principal problema de los Balcanes no es Kosovo, sino Serbia»

Edita Tahiri fue ministra de Exteriores de Kosovo en los años de la ocupación serbia y, una vez declarada la independencia, encabezó la delegación albanokosovar en el proceso de diálogo (2011-2017). Actualmente en la oposición, dirige la organización Regional Women's Lobby in South East Europe.

La exministra de Exteriores de Kosovo, Edita Tahiri.
La exministra de Exteriores de Kosovo, Edita Tahiri. (NAIZ)

Las relaciones entre Kosovo y Serbia son siempre tensas, pero lo son aún más desde hace un año, cuando el primer ministro albanokosovar, Albin Kurti, impuso la obligatoriedad de utilizar las matrículas kosovares en los vehículos de Kosovo. Los serbokosovares se opusieron y, desde entonces, sobre todo en el norte de Kosovo, han protagonizado enfrentamientos contra las fuerzas internacionales de paz y han boicoteado las elecciones locales. En este tira y afloja, bajo mediación de la Unión Europea (UE), Pristina y Belgrado retomaron en febrero las conversaciones para desescalar las tensiones e intentar resolver el conflicto político desencadenado por la secesión y posterior declaración de independencia de Kosovo. Sin embargo, esta vez no está siendo sencillo terminar con las escaramuzas: el domingo pasado, un policía kosovar fue asesinado en una emboscada en el norte de Kosovo.

Edita Tahiri, exministra de Exteriores y exnegociadora en las conversaciones para normalizar las relaciones entre Kosovo y Serbia, atiende a GARA en una videollamada en la que se muestra crítica con Albin Kurti y subraya que, en Kosovo, la única orientación posible es la prooccidental. «Queremos la integración en la OTAN y la UE, para que las fronteras pierdan su sentido», insiste Tahiri.

Me envió un tuit en el que Josep Borrell, jefe de la diplomacia de la UE, se mostraba ilusionado por establecer una conferencia para afrontar las tensiones en el norte de Kosovo. Usted le respondió que la UE nunca ha tenido idea semejante para hablar de las cuestiones catalana y vasca. ¿Se pueden comparar estos conflictos?
No se pueden comparar. España no está en un proceso de desintegración, mientras que Yugoslavia sí que lo estaba. De acuerdo con la Constitución de 1974, Kosovo era una de las ocho federaciones de Yugoslavia, algo que los serbios siempre olvidan mencionar. Esa Constitución garantizaba el derecho a la autodeterminación de las federaciones: Serbia, Kosovo, Voivodina, Croacia, Eslovenia, Bosnia, Montenegro y Macedonia. Además, estipulaba que ninguna federación podía abolir el orden constitucional de las otras, y es lo que precisamente hizo Serbia, antes de la ocupación de 1989, cuando forzó al Parlamento kosovar a suspender nuestros poderes constitucionales.

Pero Voivodina y Kosovo no eran repúblicas.
No éramos repúblicas, cierto, pero el estatus federal y autonómico se asemejaba y, por tanto, el derecho de autodeterminación era legítimo. Voivodina no pudo prosperar hacia la independencia porque la población húngara había sido diezmada en esa región. Nosotros, en cambio, nos mantuvimos como mayoría, y pudimos comenzar la resistencia por la independencia.


CARTAS ÉTNICAS
«Belgrado desestabiliza la región con sus cartas étnicas en Bosnia, Kosovo y Montenegro»

 

Estuvo presente en las conversaciones de paz de Rambouillet y, una vez declarada la independencia, encabezó las negociaciones para normalizar las relaciones con Serbia. ¿Cómo recuerda esa época en la que había más ilusión política que hoy?
En 2010, la Corte Internacional de Justicia [de la ONU] decidió que la declaración de independencia respetaba el derecho internacional y, por tanto, confirmó la soberanía territorial de Kosovo. Para calmar a Serbia, en septiembre de aquel año, la ONU buscó establecer un diálogo mediado por Bruselas. La integración en la UE fue el principal incentivo sobre la mesa de negociación, aunque la palabra «normalización» no se pronunciaría hasta 2013, cuando los líderes kosovar y serbio llegaron a un acuerdo en Bruselas. Alcanzamos 33 acuerdos y, por ejemplo, jueces y policías serbios fueron integrados en las instituciones kosovares. No obstante, si la UE hubiera estado unida, todo habría sido más fácil, pero aún hoy cinco Estados —incluido el español— no reconocen a Kosovo. Y el principal problema de los Balcanes no es Kosovo, sino Serbia, que desestabiliza la región con sus cartas étnicas en Bosnia, Kosovo y Montenegro. Serbia sueña con el norte de Kosovo y sus recursos naturales, y quiere convertirse en la fuerza hegemónica en los Balcanes.

Por otro lado, nuestro primer ministro es un populista: dice oponerse al diálogo, a la Asociación de Municipalidades Serbias (AMS)...

Albin Kurti parece coherente. Cuando era opositor, el eslogan de su partido era «Jo Negotiata, Vetëvendosje» («No a la negociación, autodeterminación»). Como primer ministro, siempre ha prometido una postura firme en las negociaciones con Serbia.
Es fácil oponerse al antiguo enemigo, pero el populismo no puede vencer a la paz. Se oponía al diálogo, decía que no aceptaría la AMS, pero en febrero del año pasado aceptó el reconocimiento [de la descentralización] en los acuerdos de Ohrid, que ratifican la implementación de los acuerdos pasados, y entre ellos está la AMS. Kurti no es transparente, pero negocia con Serbia. Dice «no, no, no» y hace «sí, sí, sí». Por eso, las tensiones en el norte de Kosovo son artificiales; dice reforzar la soberanía pero, en realidad, busca distraer a sus militantes. Como negociadora, nunca tomé decisiones unilaterales, y pudimos eliminar las estructuras paralelas y reforzar la soberanía.

El objetivo es mantener la integridad territorial.
Kosovo tiene la soberanía reconocida por la Corte Internacional de Justicia.

Le hablo del control real de esas fronteras en el norte de Kosovo.
Kosovo está bajo la protección de la OTAN. ¿Quién controla nuestro territorio, Kurti o la OTAN?

¿La embajada de Estados Unidos (EEUU) en Pristina?
Vale, es nuestro aliado principal, pero formalmente es la OTAN. Kosovo tiene las capacidades propias de un Estado joven; por nosotros mismos, no tenemos la capacidad de defender nuestras fronteras.

Durante la Administración Trump, EEUU trató de derrocar el Gobierno de Kurti, que tuvo que afrontar unas elecciones anticipadas en las que revalidó su poder. La sociedad le apoya. ¿Tal vez sea el momento de tomar una posición independiente a la de EEUU?
Kurti no tiene la capacidad de cambiar la orientación proamericana y prooccidental de Kosovo. Además, su posición antiamericana se puede cuestionar: si no es proamericano, ¿de quién es aliado? Sin EEUU no podríamos haber logrado la independencia, es nuestro aliado estratégico.

POPULISMO
«Nuestro primer ministro es un populista que alimenta el fuego al oponerse al diálogo, a la Asociación de Municipalidades Serbias (AMS)...»


En Kosovo, se evocan tres posibles salidas al conflicto: mantener el statu-quo y que siga sin ser reconocido; instaurar una autonomía conocida como Asociación de Municipalidades Serbias (AMS); o intercambiar territorios del norte de Kosovo por el valle serbio de Presevo. ¿Cuál ve usted  factible?
El intercambio de territorios ya no es una opción; Angela Merkel no lo aceptó. Si hubiera un escenario de cambio de fronteras, afectaría por completo a los Balcanes. Además, es el sueño serbio: permitiría reavivar la idea de la Gran Serbia, que era el proyecto político de Yugoslavia. Entonces, ¿cree que albaneses y croatas permaneceríamos divididos mientras los serbios instauran la Gran Serbia? Serbia tiene que reconocer Kosovo sin condiciones; el acceso a la UE tiene que ser un incentivo suficiente. La AMS, en la línea del Plan Ahtisaari [la hoja de ruta que dio forma a la Constitución kosovar y que condujo a la declaración de independencia de Kosovo], sin competencias ejecutivas, es buena opción. Pero Kurti no quiere implementarla: ascendió al poder oponiéndose a ella y sabe que, de aceptarla, perdería las próximas elecciones.

Muchas veces miramos solo al norte de Kosovo, pero existen los enclaves serbios. Hay dos situaciones, dos visiones dentro de los propios serbokosovares; incluso en Mitrovicë las hay, como representaba el político asesinado Oliver Ivanovic. Sin embargo, la mayoría vota a la Lista Sprska, el partido controlado por el presidente serbio, Aleksandar Vucic. ¿Existe alguna posibilidad de que los serbokosovares se desliguen de Belgrado?
Nosotras terminamos con las estructuras paralelas y empleamos a los serbios. Desde 2011, no hemos padecido ni un solo asesinato interétnico en el norte, más allá de las tensiones artificiales recientes. Sin embargo, Vucic aún controla a los serbios del norte: con un simple movimiento boicoteó las elecciones locales [a las que no se presentaron candidatos serbios]. Kurti cometió un error grave, y, además, los alcaldes [albaneses] comenzaron a retirar las banderas y los símbolos serbios, lo que llevo a EEUU a imponer sanciones a Kurti y a Kosovo.

Imagen de los tres paramilitares serbios abatidos en los enfrentamientos del pasado domingo. (STRINGER/AFP)



El domingo un policía kosovar fue muerto en una emboscada. Los autores parecían profesionales, y Pristina acusa a Belgrado de apoyar a estos paramilitares. ¿Cómo valora este evento y cómo podría afectar al proceso de diálogo?
Estos eventos difieren de los de 2011, y hasta la fecha, aún podemos decir que no hemos padecido asesinatos interétnicos. Los terroristas que actuaron el domingo estaban instigados por los deseos hegemónicos de Serbia, y lo importante es que la Policía kosovar ha actuado en coordinación con la OTAN. Se tiene que mantener la paz en Kosovo, aunque Serbia no quiera.

Dirige la organización Regional Women's Lobby in South East Europe. El pasado de Albania y Kosovo es diferente. Si comparamos a sus mujeres, ¿qué diferencias hay?
Somos una misma nación, tenemos una misma lengua. Todas somos albanesas, más allá de las diferencias regionales. Nuestro albanés es como el alemán y el de Albania suena como una melodía italiana. Desde la Segunda Guerra Mundial hubo una frontera, pero, con la caída del Muro de Berlín, hemos vuelto a conocernos. En democracia, la mujer estuvo envuelta en política en Albania; Enver Hoxha, bajo sus estándares comunistas, la empoderó. En Kosovo éramos más patriarcales, como en los Balcanes; sin embargo, por el genocidio llevado a cabo por Serbia, nos volvimos fuertes.