Daxia Rojas
Gray Hore

‘Los asesinos de la luna’: La nación osage espera justicia histórica de Martin Scorsese

A principios del siglo XX, el petróleo proporcionó una gran fortuna a la nación osage y, a la vez, provocó una gran tragedia. Cien años después, sus descendientes esperan que la última película de Martin Scorsese sirva para hacer justicia. Y, también, para dejar memoria.

Margie Bukhart, la nieta de Mollie, en el cementerio de Gray Horse.
Margie Bukhart, la nieta de Mollie, en el cementerio de Gray Horse. (Chandan KHANNA | AFP)

El viento sopla en el cementerio Gray Horse, en el norte de Oklahoma. Estamos en las tierras de la nación osage. Margie Burkhart señala las tumbas de sus antepasados, ​​fallecidos hace un siglo, en una tragedia que ha sido llevada a la pantalla grande por Martin Scorsese en ‘Los asesinos de la luna’ (‘Killers of the Flower Moon’). La película, basada en hechos reales recogidos en el best seller del mismo título, se estrenará en el Estado español la semana próxima. Épica historia de crímenes del oeste, es la historia de una traición por simple y llana codicia.

En los años 20, la abuela de Margie, Mollie Burkhart (interpretada en la pantalla grande por Lily Gladstone), vio cómo mataban uno a uno a los miembros de su familia: a su madre, a sus hermanas y a su cuñado. Con veneno, una bomba y una bala en la cabeza.

Una de las bombas extractivas que quedan aún en la pradera. (Chandan KHANNA | AFP)

«Eligieron de forma muy metódica a quién matar», explica a la agencia AFP Margie Burkhart, una mujer de mirada penetrante. ¿Los responsables? El marido de Mollie, Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio, en la pantalla), y su tío William Hale (Robert De Niro). Dos colonos blancos deseosos de hacerse con los títulos de propiedad de la explotación petrolera de esta familia Osage.

Hoy en día todavía se pueden ver algunas bombas extractivas en los pastos del pueblo de Gray Horse, pero esto no es nada comparado con el paisaje durante el auge, a principios del siglo XX, del negocio del petróleo en la región, cuando las torres de perforación cubrían la pradera. En la reserva estaba uno de los yacimientos mayores de los Estados Unidos. Y la nación Osage era la dueña de los derechos exclusivos para explotar esta riqueza inesperada. No podían transmitirse ni venderse, solo se podía acceder a través de una herencia.

La directora del Museo de la Nación Osage, Kathryn Red, posa con un ejemplar firmado por el autor, David Grann. (Chandan KHANNA | AFP)

«Los osage eran considerados el pueblo más rico del mundo», dice Kathryn Red Corn en la casa construida por su bisabuelo en Pawhuska, sede del actual gobierno tribal. Se despertó la codicia de los pioneros blancos y empezaron a darse matrimonios con miembros de la tribu. «Los mandaban matar para quedarse con sus posesiones», explica esta octogenaria. Su abuelo, Raymond Red Corn, también osage, sospechaba que su segunda esposa, una mujer blanca, lo había envenenado. Murió de la noche a la mañana cuando tenía 40 años y gozaba de buena salud, según Kathryn. No se llevó a cabo ninguna investigación.

En el caso de Margie Burkhart, la ira y el sufrimiento todavía son palpables. Sentimientos que han revivido tras el pase privado de la película de Martin Scorsese este verano. «William Hale no necesitaba hacer lo que hizo. Era uno de los hombres más ricos del condado de Osage, tenía mucho ganado. Tenía también mucho dinero», añade Margie. «Era simplemente codicia».

«¿Íbamos a convertirnos en actores secundarios de nuestra propia historia? Imagínense nuestra sorpresa cuando Scorsese contactó y vino a entrevistarse con nosotros. Nos escuchó y reescribió gran parte del guion»

«Sus vidas tenían menos valor simplemente porque eran nativos americanos», resume con amargura Jim Gray, cuyo bisabuelo Henry Roan fue asesinado en 1923. Un asesinato también orquestado por William Hale para cobrar su seguro de vida. Solo el 5 por ciento de las muertes en la zona durante este período fueron objeto de una investigación federal, estima Jim Gray, quien fue jefe de la Nación Osage de 2002 a 2010. «Estas historias no se han contado, no ha habido justicia para estas familias», afirma en Skiatook, al norte de Tulsa.
Jim Gray admite que se preocupó cuando supo que Hollywood estaba interesado en su doloroso pasado. «¿Íbamos a convertirnos en actores secundarios de nuestra propia historia? Imagínense nuestra sorpresa cuando Scorsese contactó y vino a entrevistarse con nosotros. Nos escuchó y reescribió gran parte del guion», asegura.

Gray espera que el estreno del largometraje genere conciencia sobre «las personas que han sido pisoteadas para que Estados Unidos se convierta en lo que es hoy. No está en nuestros libros de historia, pero debemos conocer nuestro pasado, especialmente sus errores, para no repetirlos».