Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea / Redactor especializado en internacional

Entrar en Gaza, pero... ¿y luego qué?

Tanque israelí en la frontera con Gaza.
Tanque israelí en la frontera con Gaza. (Menahem KAHANA | AFP)

Diez días después de la brutal incursión de Hamas en las localidades fronterizas con Gaza, y tras las iniciales amenazas de una ofensiva terrestre inminente, la dramática espera y el desconocimiento sobre su eventual alcance está dando pie a todo tipo de especulaciones.

Algunos ponen el acento en las presiones de EEUU para que Israel module y contemporice en su respuesta.

«Analistos» militares insisten en que preparar una operación de este tipo precisa logística y tiempo, más cuando se ha movilizado a 360.000 reservistas que llevan años sin combatir.

Medios israelíes aseguran que el Ejército israelí (Tsahal) teme que, en cuanto entre en Gaza, Hizbullah (léase Irán) le abra un nuevo frente con una incursión en el norte similar o mayor aún a la de Hamas el «Sábado Negro» (7-O)

Sin olvidar, por supuesto, que Gaza puede convertirse en una ratonera. Un portavoz de Yihad Islámica ya ha saludado a los soldados israelíes que vayan a Gaza con un elocuente «Bienvenidos al infierno».

Está, finalmente, la cuestión de los rehenes (unos 200) y las presiones de sus familias para que Israel haga honor a su lema de «no dejar a nadie atrás». En un contexto, además, de malestar político en Israel y de desprestigio total de Netanyahu y su Ejecutivo.

Se da prácticamente por hecho que Israel, que en una semana de bombardeos ha matado ya a más palestinos que en los dos meses que duró la más sangrienta «Guerra de Gaza», la de 2014, va a entrar. La duda es cómo, con qué alcance y hasta cuando.

Porque, en caso de que su ofensiva contra Hamas tuviera éxito, lo que está por ver, lo que no busca Israel de ninguna manera, pese a los sueños de los sionistas más recalcitrantes, es reocupar una Gaza de la que se desconectó en 2005, sacando a 80.000 colonos judíos, y a la que somete a bloqueo desde 2007.

El problema es que no tiene a quién cedérsela para que la gestione y se convierta en su gendarme.

El Egipto del autócrata al-Sissi, que administró la Franja desde 1948 (Naqba) hasta 1967, no quiere ni oir hablar de ello. Y menos un territorio con semejante arraigo de los Hermanos Musulmanes palestinos (Hamas), hermanos, valga la redundancia de los Hermanos Musulmanes egipcios a los que arrebató el poder en un golpe de Estado, masacró y mandó a las catacumbas.

¿La denostada Autoridad Palestina (ANP)? Bastante tiene con que la población no la derroque en la machacada Cisjordania.

¿Rescatar la vieja idea del laborismo israelí de pasársela, una vez «depurada», a una fuerza multinacional de países árabes amigos? Harto improbable.

Se cumple el viejo y tan comprobado adagio de que «si no es fácil entrar, lo verdaderamente difícil es salir». Sin que sea por patas. Lo supieron Gran Bretaña,la URSS y EEUU en Afganistán (y en Irak). Sin que sea por patas. Y lo probó el propio Israel en la guerra con Hizbullah (Líbano) de 2006.