Desde hace diez años, familiares del guerrillero navarro Pedro Baigorri están inmersos en la búsqueda de sus restos en Colombia, donde fue abatido en una embocada mortal del Ejército, y hasta donde viajaron a comienzos de octubre con el objetivo de traerlos a su lugar de origen. Por el momento no lo han conseguido, pero han regresado con un ‘tesoro’ tal vez incluso más valioso: su memoria internacionalista.
La vida de Pedro Baigorri Apezteguía fue de película. Nació el 1 de noviembre de 1939 en Zabaldika en el seno de una familia originaria de Mañeru, en Nafarroa. Con 16 años comenzó su relación con el mundo de la cocina, al empezar a trabajar en el hotel Yoldi de Iruñea. De ahí pasó al María Cristina de Donostia, para marcharse a París, donde trabajó en el hotel Príncipe de Gales.
Sus ideas le llevaron a dejar ese mundo de fogones de lujo y trasladarse a la Cuba revolucionaria, donde terminó siendo el chef de confianza de Fidel Castro, de su hermano Raúl y del Che Guevara. El siguiente paso fue trasladarse a Colombia, donde puso en marcha una guerrilla en el departamento del César.
En ese lugar tendría lugar el abrupto final de Baigorri. Fue el 8 de octubre de 1972 en el municipio de Curumaní. Tras descansar en la casa de un simpatizante del grupo, el guerrillero navarro y varios de sus hombres se disponían a reiniciar la marcha para encontrarse con miembros del ELN, la guerrilla con la que cooperaban.
Lo que no sabía ese grupo era que el Ejército colombiano les tenía localizados. Hasta esa zona se había desplazado el Batallón La Popa con unos 80 soldados y medios aéreos, que prepararon una emboscada cerca de la vereda de Media Luna.
No buscaron su posible rendición y directamente abrieron fuego sobre los cuatro guerrilleros. Uno de ellos, conocido como el tío Ramón, consiguió escapar, pero en el suelo quedaron los cuerpos de Pedro Baigorri, Tomás Antonio Arévalo y Remberto Urtunduaga.
Los cadáveres fueron trasladados en helicóptero a un cuartel del Ejército colombiano y de ahí los llevaron al cementerio de Curumaní, donde el cura dijo que, como no eran personas religiosas, no serían inhumados en el cementerio. Así que fueron enterrados en el exterior del campo santo.
La noticia de lo ocurrido terminó llegando días después a una Iruñea todavía bajo la dictadura franquista, donde se ofició un funeral en la Txantrea, mientas se iniciaba una vigilancia policial que se prolongaría durante un año a una familia desgarrada por el dolor de la pérdida de Pedro.
Esa es la imagen que ha quedado en dos sobrinos del guerrillero, Peio y Ion Gurutz Mendia Baigorri, quienes recuerdan a «nuestros abuelos hundidos» por lo sucedido. Algo parecido comentan sobre su madre, que «cada vez que habla de su hermano, se oscurece, le entra la tristeza, a veces le ves llorar. Esa muerte tan abrupta, sin conocer ni cómo había sido, ni dónde estaba, es una herida todo el rato abierta y que les va comiendo».
Así fueron pasando los años, hasta que hace más o menos una década, a través del periodista Unai Aranzadi y de Marco Tobón, del colectivo Ceiba de la Memoria de Colombia, empezaron a reconstruir la historia de su familiar internacionalista y se puso en marcha la tarea de intentar recuperar sus restos y su memoria.
No era una tarea sencilla, ya que «nunca nos responden nada», se lamenta Peio. Empezaron a tirar del hilo por Cuba, en vista de la relación de Baigorri con los hermanos Castro, «pero nadie nos respondió. Nos han dicho que son reservados, pero un poco de humanidad podían haber tenido», añade.
El siguiente paso fue intentar conseguir información a través del Partido Comunista francés, «porque él había sido del partido. Y sabemos que tuvo relación con el Frente de Liberación Nacional argelino, pero no sabemos cómo contactar con él». En ambos casos, se había llegado de nuevo a una vía muerta.
Pero entonces llegaron noticias alentadoras desde Colombia, escenario de la muerte de Baigorri. Procedían del Colectivo Ceiba, una asociación por la memoria que había investigado durante años la figura del navarro y «que nos informa de que, a partir de la firma de los acuerdos de paz con las FARC, existe un órgano dentro de la Administración colombiana que busca los cuerpos de personas vinculadas con el conflicto». Es la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD).
«Ahí empezamos a tocar más suelo» y a partir de 2018 se fueron sucediendo las videoconferencias periódicas y «empezamos a crear un proceso de búsqueda», explica Peio Mendia. Para facilitar esa labor, incluso entregaron muestras de ADN a través de Paco Etxeberria, de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Al mismo tiempo, se pusieron en contacto con la embajada española con el objetivo de agilizar la búsqueda de los restos del guerrillero navarro.
Viaje a Colombia
Hasta que desde Colombia se les planteó la posibilidad de que se desplazaran al país sudamericano. Ese momento se produjo a finales del pasado mes de septiembre. Peio y Ion Gurutz salieron de Iruñea el día 29 y el 1 de octubre ya estaban en Bogotá, desde donde se desplazaron al departamento del César y más concretamente a Curumaní.
Una vez allí, los miembros de la UBPD siguieron la pauta que llevan en estos casos «y que no solo tiene que ver con los restos del familiar», explica Ion. «Tratan tu sensibilidad personal, te ambientan sobre lo que pasó, te cuentan lo que ocurrió», añade.
Para ello, les llevaron «al lugar donde se produjeron los hechos, donde les enterraron y nos reunimos con gente que nos podía ofrecer relatos de primera mano de cómo fueron los hechos, de qué papel jugó en la zona nuestro tío».
Esa información de primera mano resultó especialmente importante para sus sobrinos, ya que les aportó un relato sobre las andanzas de Baigorri en Colombia que desconocían y que ha sido un auténtico bálsamo para la familia.
Como explica Peio, «la vida de nuestro tío a todo el mundo le parece muy romántica, pero para nosotros ha sido dolor, pena. Pero dentro de esa realidad, que mi madre sepa que cuando estuvo en Colombia tenía amigos, que la gente que le conoció hable bien de él, para ella es muy importante. Nos habían llegado a decir que era un malhechor, un borracho, a pesar de que era abstemio».
¿Y qué es lo que han descubierto? Pues «que la guerrilla de nuestro tío lo que hizo fue organizar una zona totalmente abandonada, para que se hicieran caminos, una escuela, para que pasara un médico y atendiera a la gente», desgrana su sobrino. Al respecto, Ion indica que «hoy en día, para llegar a esa zona tienes que ir a pie más de tres horas y lo hicimos por un camino habilitado. ¡Qué compromiso tenían para ir a un lugar así en aquella época!».
Peio añade que «sus acciones armadas fueron atracar una farmacia para coger medicamentos y dárselos a los campesinos que nadie atendía, y robar un camión y repartir la comida». Una actividad a la que puso fin esa emboscada en la que «los acribillaron, aunque tenían la capacidad de detenerlos, de juzgarlos».
Los hermanos Mendia Baigorri pudieron ver in situ el lugar en el que tuvo lugar esa emboscada y posteriormente se acercaron al cementerio de Curumaní, donde les dieron más detalles sobre lo ocurrido con los cuerpos de los guerrilleros.
Según les explicaron, «uno de los tres muertos, Tomás Arévalo, era del pueblo. Los militares detuvieron a un hermano suyo y le humillaron obligando a llevar el cuerpo de Tomás». Como no se permitió que fueran inhumados en el interior del campo santo, «el hermano hizo unas marcas en la pared del cementerio para saber dónde estaba enterrado».
A los tres guerrilleros se les enterró juntos en el exterior del cementerio, hasta que seis años más tarde, «ese hermano de Arévalo y otras dos personas desenterraron un cuerpo y se lo llevaron. No estaban seguros, pero creían que esos restos correspondían a Tomás», explica Peio.
Los metieron en «bolsas y los tuvieron durante un año guardados debajo de una cama», añade Ion. Hasta que «volvieron a arriesgarse y guardaron esos restos en un nicho familiar, aunque sin poner el nombre de Tomás, porque tanto cuando lo desenterraron como cuando lo metieron en el nicho, se estaban jugando la vida».
Esta no fue la única peripecia que vivieron los restos de los guerrilleros. Con el paso de los años, el cementerio de Curumaní sufrió varias transformaciones, de tal manera que «se movieron sus límites y a gente que fueron encontrando en el suelo, la fueron metiendo en fosas comunes», señala Peio. De tal manera que se mezclaron todos los restos, lo que complica el hallazgo de los correspondientes a Pedro.
Entonces quedaba la opción de identificarlos a través del ADN, pero se han encontrado con la dificultad añadida de que «el terreno es suficientemente ácido y húmedo como para que el material orgánico se degrade y no sea analizable», indica Ion. Todavía quedarían otras opciones, como «las pruebas de análisis dental, de contraste óseo con fotos, pero no nos han pasado pruebas de ese estilo».
Así que, por el momento, no ha sido posible recuperar los restos de Pedro Baigorri para que regresen a casa. Aunque sus sobrinos no renuncian a seguir intentándolo con todos los medios posibles, «la idea es seguir, porque hay otras vías y las vamos a explorar», Peio reconoce que «igual no se recupera el cuerpo».
A pesar de que esa cuenta sigue pendiente, Ion asegura que el viaje a Colombia «para nosotros ha sido muy gratificante», ya que, como añade Peio, la información recabada «ha conciliado la imagen que mi familia tenía de él, de una persona con carácter, muy comprometida, que ayudaba a todo el mundo y por hacer lo mismo allí, se lo cargaron».
Una estela como «punto de memoria»
«Nos trajimos su historia», concluye Peio, a la que han aportado un capítulo propio. En una de las maletas que llevaron a Colombia viajó una estela «que tiene un lauburu y el eguzki, y que hizo Mari Ganuza en poco plazo». En la misma figuran los nombres de los tres guerrilleros masacrados y fue instalada en el exterior del cementerio para «dar un punto de memoria a estas personas».
Ion reconoce que colocar la estela «ha sido muy gratificante para nosotros, pero para la familia de Tomás Arévalo, que han sido estigmatizados, el hecho de que ahora tengan un símbolo para rendirle homenaje es un punto de inflexión».
A cambio de esa estela, de Colombia se llevaron «una piedra y algo de tierra del lugar, con las que haremos alguna cosa aquí», porque «nuestra madre es religiosa y necesita un sitio donde sentir que está con su hermano».
Y mientras, una vez de vuelta en Iruñea tras una semana de intensas emociones, los Mendia Baigorri continúan con la tarea de recabar más datos sobre su familiar guerrillero pidiendo al Ejército colombiano «que nos dé la información que tiene sobre la actuación de la muerte de nuestro tío; a la Embajada española y a Colombia que consiga todo lo que pueda haber sobre Pedro en Cuba y al Gobierno de España que nos facilite los informes de la vigilancia a nuestra familia, de cómo la tenían catalogada, para tener una historia completa. Es otra forma de recuperar a nuestro tío».
Además, mantener viva la llama de esta búsqueda resulta fundamental para que no caigan en el olvido otros casos parecidos que han conocido en Colombia. Durante su visita, vieron que, al calor de su presencia, cuarenta familias pidieron que se busquen a sus familiares. «Han ido a la unidad de búsqueda y han hecho la solicitud para que busquen a sus familiares desaparecidos», señala Ion.
Al respecto, Peio añade que «nos reconforta que 40 familias hayan perdido el miedo y levanten la cabeza y digan que quieren que se recupere a su familiar. Nos han dicho que nuestro caso es internacional y tiene más peso. Así que queremos continuar para que se siga buscando todo. Sería bonito traer los restos, pero nos parece importante que allá se hable de lo que pasó, que se reconozca lo que ocurrió y que se busque una paz conciliadora en ese país».
Como balance final de su experiencia, señalan que «las pruebas de ADN es lo que peor resultado dio, pero todo lo demás ha sido bastante reparador y fructífero. Es un viaje que nos ha reconfortado, porque nos hemos traído su historia y su memoria».