Koldo Landaluze
Especialista en cine y series de televisión

Cuando la inmortalidad de Shakespeare dependió del ‘Primer Folio’

Gracias al ‘First Folio’, las obras de William Shakespeare se preservaron y hoy en día, el dramaturgo sigue siendo uno de los más influyentes y representados en teatros de todo el mundo. Ocurrió hace 400 años y gracias al esfuerzo de dos miembros de su compañía, John Heminges y Henry Condell.

 Algunos ejemplares del ‘First Folio’ de William Shakespeare.
Algunos ejemplares del ‘First Folio’ de William Shakespeare. (UNIVERSITY OF OXFORD)

En el año 1622, un evento literario de gran magnitud sacudió el mundo de las letras. Tuvo lugar en la prestigiosa Feria del Libro de Frankfurt y se trataba del lanzamiento de la primera edición completa de las obras de William Shakespeare, un hito que marcaría un antes y un después en la historia de la literatura.

​Shakespeare, cuyas frases y versos habían sido recitados en multitud de ocasiones y por diferentes voces, estaba a punto de alcanzar una notoriedad mundial.

​El catálogo de aquella feria anunciaba con gran expectación la publicación de lo que hoy se conoce como el ‘Primer Folio’. Este proyecto editorial, que se presentó al público en 1623, es recordado como un hito histórico.

El término ‘folio’ se refiere al formato de libro de la época, y este ‘Primer Folio’ se convertiría en una joya literaria que trascendería generaciones. Aunque Shakespeare ya era un autor exitoso y reconocido en vida, sería la difusión global de sus obras impresas tras su fallecimiento lo que lo elevaría a la categoría de leyenda literaria.

​Hasta la publicación de este ‘Primer Folio’, solo se habían impreso obras individuales de Shakespeare, lo que significaba que una gran parte de su legado literario habría corrido el riesgo de perderse en el tiempo si no se hubiera realizado este monumental proyecto.

​Heminges y Condell

Siete años después de la muerte de Shakespeare, dos colegas de su compañía teatral, John Heminges y Henry Condell, se embarcaron en una tarea colosal: reunir todos los manuscritos del autor, negociar los derechos de publicación y editar en un inmenso tomo las obras completas, algo inaudito en aquellos días. El primer desafío al que se enfrentaron fue la recopilación de textos verídicos de las obras, presumiblemente provenientes de los archivos de la su compañía actoral. Sin embargo, algunas obras también circulaban de manera independiente en versiones alteradas en pequeños libros, panfletos y copias piratas.

La tarea de Heminges y Condell consistió en consolidar y autentificar estas obras dispersas en un corpus coherente.

Más tarde, tuvieron que negociar los derechos de publicación, algo que difería considerablemente de la noción moderna que tenemos de la propiedad intelectual. En aquella época, las obras pertenecían a la compañía teatral para su representación en el escenario, pero su publicación estaba regida por un organismo conocido como la Compañía de Impresores.

​Los impresores tenían un sistema de registro mediante el cual sus miembros podían inscribir ciertos títulos en un extenso registro, asegurando así los derechos de muchas obras. La labor de Heminges y Condell implicó persuadir a quienes habían adquirido esos derechos para que los cedieran.

Un ejemplo elocuente de la complejidad de esta gestión se encuentra en la obra ‘Troilo y Crésida’, incluida en el ‘Primer Folio’. Esta pieza no aparece enumerada en el índice de obras, probablemente porque sus derechos fueron negociados a último momento, después de que la página de índice ya hubiera sido impresa. En una época en la que el costo del papel era exorbitante, la reimpresión de dicha página era prácticamente prohibitiva.

Asimismo, esto implicaba que los textos de las 36 obras debían ser incluidos en el menor número de páginas posible, aproximadamente 900.

Teniendo en cuenta que la tipografía de la época requería la composición letra por letra, este hecho nos brinda una visión de la extensa labor y el meticuloso proceso que conllevó la impresión de este monumental legado literario.