Zuhaitz Gurrutxaga es exfutbolista de la Real Sociedad, entre otros equipos. Zuhaitz Gurrutxaga es monologuista de éxito, incluidos programas como ‘Herri txiki, infernu handi’ en ETB-1. Y Zuhaitz Gurrutxaga es también aquel chaval que de repente empezó a padecer trastornos mentales durante su carrera profesional y que, gracias en parte a su sentido del humor, ha conseguido derrotarlos. Zuhaitz Gurrutxaga es un hombre de muchas caras que ha decidido desnudar toda su vida (y toda quiere decir desde los primeros latidos de su corazón) con la ayuda del escritor Ander Izagirre.
‘Subcampeón’ se presenta como uno de los éxitos editoriales de los próximos meses. Un poco a lo ‘Open’, aquel exitoso trabajo del extenista estadounidense Andre Agassi que en 2009 abrió la puerta a las revelaciones íntimas de antiguos deportistas, centradas en los lados oscuros de sus carreras, una parte absolutamente desconocida hasta entonces.
El TOC
Recién publicada, en esta novela autobiográfica que se lee realmente de manera muy fácil, ‘Gurru’ no oculta nada sobre sus problemas personales, ni siquiera los sexuales. ‘Subcampeón’ (Libros del KO) empieza como un diálogo y ya no para hasta el final, con tantos altibajos como la vida del protagonista. A ello contribuye una narración que intenta mantener un tono leve, incluso en los momentos más duros.
‘Gurru’ no oculta nada sobre sus problemas personales, ni siquiera los sexuales. Exorciza el TOC convirtiendo lo trágico en cómico
El diálogo inicial es entre Gurrutxaga e Izagirre. Así lo ha explicado el autor en NAIZ Irratia. «Conocía un poco su historia como futbolista, es cierto, pero este lado más privado me faltaba. Cuando nos encontramos por primera vez me dije a mí mismo que esto merecía la pena para un libro. Así dejé un poco apartados mis proyectos para 2023 y me dediqué al trabajo con Zuhaitz. Compartimos unos cuantos días, unas cuantas horas hablando, y fuimos un poco matizando los episodios, dándole un toque quizás literario», explica Izagirre, ya bastante experto en temas deportivos por sus conocidos libros sobre ciclismo (‘Como ganar el Giro bebiendo sangre de buey’ o ‘Plomo en los bolsillos’).
Sin embargo, el protagonista absoluto es Zuhaitz Gurrutxaga, un chaval del barrio San Miguel de Elgoibar que durante 15 años ha sido futbolista profesional en todas las categorías. En juveniles llegó a ser convocado por la selección española junto a, por ejemplo, «aquel joven de Madrid con un nombre euskaldun, Iker Casillas». Una vida que realmente había empezado patas arriba, con tremendos problemas de salud durante el parto y que se mantuvo precaria hasta que una prueba no le detectó un problema en el corazón que pudo haberle apartado muy pronto de los terrenos de juego, poniendo fin a un sueño.
Por encima de esos enormes obstáculos, Gurrutxaga consigue llegar al primer equipo de la Real Sociedad con Javier Clemente como entrenador, en el cambio de siglo. «Uno de los personajes secundarios más importantes en el libro», admite ‘Gurru’. Pero aquí empieza otro tipo de problema, el relativo a la salud mental, y que por aquel entonces todavía era un gran tabú en el mundo del deporte de élite.
Resulta que Zuhaitz se da cuenta, y lo explica muy bien en el libro, de que aquel mundo aparentemente soñado no le gusta mucho. Gana mucho dinero rápidamente, aunque en muchas ocasiones ni salga del banquillo, gracias a sueldos y primas. Sin embargo, son más los agobios que los momentos realmente felices. Agobios como las concentraciones antes de los partidos en hoteles de lujo de Donostia en vez de dejar a los jugadores ir a casa, en caso de que vivan cerca de la ciudad. En su caso, a Elgoibar, que en esos años era epicentro del ambiente juvenil los sábados tarde.
Aquella temporada, la 2002-03, se produce un hecho extraordinario, como es el subcampeonato conseguido por la Real, pero Zuhaitz Gurrutxaga casi desea que su equipo no triunfe, por el contraste que suponen su dolor interior oculto y la irrefrenable alegría colectiva. Cosa que efectivamente ocurre con aquella derrota en Vigo y que supone un alivio tremendo para el central, que ya para entonces ha simulado lesiones para no jugar, empieza a sufrir ataques de pánico y tiene que hacerlo todo cinco veces, como el número que lleva en su camiseta.
Son pequeñas historias que ha contado en sus monólogos exorcizando lo trágico como cómico, pero que necesitaban más desarrollo, por lo que a Gurrutxaga se le ocurrió este libro. En él no esconde nada, empezando por su TOC, que suena gracioso, pero no lo es cuando las siglas dan paso al nombre completo: Trastorno Obsesivo-Compulsivo. Se traduce en rutinas absurdas como pasar las rayas siempre con el pie derecho o la obsesión por la limpieza, quedándose atrapado en un agujero negro que se va tragando su vida.
Son momentos tremendos que Gurrutxaga encara, al menos en el libro, con una ironía conmovedora. «Mira que se trata de pocas líneas, pero viví años así y puedo asegurar que fue una larga pesadilla», cuenta Zuhaitz.
El Lemoa es un punto de inflexión, la «cara B», pero paradójicamente la sanadora: en la salida al túnel no estaba en Raúl, estaba en Iosu ‘Martillo’ Iglesias
Cuando la carrera con la Real va ya de capa caída, sobre todo en la etapa de Toshack, entrenador que lo pone hasta de juez de línea en los entrenamientos en vez de alinearlo, Gurrutxaga es aún muy joven, pero está al borde de dejar el mundo del balón. Una cesión en el Algeciras parece el punto final, ningún equipo lo quiere de agente libre hasta que en el último momento aparece el Lemoa, club de Segunda B, que a la vez que lo convierte en mileurista también le hace abrir de nuevo los ojos: «Eso era fútbol verdadero, entrenar de noche cuando mis compañeros habían terminado sus trabajos reales, como albañiles o fruteros». Aquí llegan otros personajes secundarios muy importantes como Iosu ‘Martillo’ Iglesias, con quien luego lograría jugar la Copa en el Bernabéu con el Real Unión, y hasta eliminar al Madrid.
Lemoa es la «cara B» de un disco que anteriormente había llevado a Zuhaitz a marcar de cerca (en un par de ocasiones demasiado) a los mejores delanteros de la Liga, como Raúl, Makaay o Hasselbaink, cuyo codazo al elgoibartarra durante un Atlético de Madrid-Real Sociedad todavía se encuentra en YouTube como uno de los momentos más icónicos de aquel partido.
La salvación, en los escenarios
A pesar de pasar por equipos de presupuestos mucho menores que la Real, Gurrutxaga se siente más a gusto durante esos partidos en categorías inferiores, en algunos casos de «presión cero», como el mismo Lemoa, el Rayo Vallecano, el Zamora o la Real Unión.
Al mismo tiempo, gracias a la ayuda de un psicólogo y sobre todo de su familia, consigue también hacer la paz con su entorno y el TOC, paso a paso, se aleja de la cotidianidad. Se acaba el consumir litros de gel para limpiarse las manos o el entrar en el campo con un pie determinado.
Son páginas de puro fútbol, de momentos de adrenalina en contextos deportivos minúsculos, pero que al mismo tiempo relajan y van transformando la imagen anterior de Zuhaitz, incluso desde un punto de vista estético. Su lado más artístico coge forma aquí, primero de manera informal contando chistes en vestuarios para disimular sus trastornos y luego con una toma de conciencia casi inevitable. Así pasa a entretener al público, primero cantando y luego con monólogos donde habla de sus problemas mentales, sin filtros.
«También los reyes tenían sus bufones, ¿no? Contaban la verdad o por lo menos cosas que la mayoría de la gente no se atrevía a contar. Pues yo hice un poco lo mismo», explica sonriendo Gurrutxaga. En la entrevista a NAIZ Irratia, recuerda su monólogo ante la plantilla del Athletic, invitado por un Marcelo Bielsa que también acabó riendo, o el momento en que descubrió espantado a Clemente entre el público en un teatro de Donostia, con el temor lógico de que algunos pasajes en los que era protagonista no le hubieran gustado al rubio de Barakaldo. Nada de eso: Clemente se pasaría luego por los camerinos y hasta le invitaría a contar más cosas. «Si necesitas algo, llámeme sin problemas», le dijo a su antiguo pupilo.
Toda una carrera artística, primero como cantante en el grupo Vanpopel con actuaciones en locales cerca de casa, y luego como presentador de televisión en programas muy conocidos por la sociedad vasca, empezando por ‘Herri txiki, infernu handi’, donde durante casi una década ha ido de pueblo en pueblo buscando historias divertidas, y encontrando en uno de ellos hasta el amor. En la pequeña pantalla, Gurrutxaga se ha hecho realmente conocido gracias a su capacidad escénica, siempre con ese toque de humor que destilan las páginas de ‘Subcampeón’.
Y todo esto en un momento como el del fútbol, nada autoparódico: «Se toma todo exageradamente en serio», concluye Gurrutxaga
Y eso en un mundo como el del fútbol, nada autoparódico: «Yo creo –concluye Zuhaitz– que se toma todo muy en serio, exageradamente en serio, diría. Un partido siempre es importante, una lesión se cuenta como un drama, se habla del partido como de una guerra... Se busca una imagen del futbolista siempre un poco tonta, pero la verdad es que no somos... no son así los jugadores, o al menos no más que el resto».
Gurrutxaga ha conseguido convivir con el fútbol hoy de manera casi «normal», aunque sin ser forofo o algo parecido. «Si tuviera un hijo o una hija le diría que igual no merece la pena intentar ser deportista profesional», certifica. Y mientras tanto sigue en modo «subcampeón», su última versión.