Gorka Castillo
Entrevue
Yamil Kasem y Sam Salim
Testigos-víctimas del drama del pueblo palestino

«Lo de los dos estados es un engaño de Occidente para los palestinos»

Yamil Kasem y Sam Salim se conocieron hace una semana cuando el segundo, campesino cristiano de 38 años, llegó a Madrid procedente de Ramallah. Yamil Kasem es un activista de reconocido prestigio en el Estado español. Marxista, es hijo de la Nakba de 1948.

Yamil Kasem y Sam Salim.
Yamil Kasem y Sam Salim. (G.C)

¿Cómo son sus vidas en Palestina?

Sam SALIM: Mi casa en Cisjordania está rodeada de colonias israelíes. He vivido siempre rodeado de colonos y el trato siempre ha sido malo. Entraban en casa cuando lo deseaban. Y lo hacían con total impunidad, apoyados en los militares. No necesitan permiso para hacerlo. Llegan y no podemos impedirlo.

Yamil KASEM: Yo tengo pasaporte francés y suelo visitar a mi familia en Cisjordania. La tensión en tan fuerte que vives con miedo. Los palestinos vivimos así y el que diga lo contrario es muy valiente o miente. Ante sus metralletas, surge la humillación. Lo sientes al llegar a la frontera. Soldados con cara de matones te apuntan con una metralleta, te apartan de la fila, te llevan a una habitación, te quitan el móvil. Y no se comunican de ningún modo. Desde el primer momento, dejan claro que ellos son los amos.

¿Es posible sobrellevar una situación así?

S.S.:  La vida en Cisjordania es muy complicada. Cada mañana hay que atravesar innumerables checkpoints que ya no son puntos de control sino puertas que abren y cierran para crucificarnos. Para nosotros es la personificación de la ocupación, de la estructura colonial que intenta convertirnos en objetos mudos de la historia. Nos deshumaniza. La política israelí en Cisjordania se basa en eso. En dividirnos, en fragmentar nuestro territorio. Han modificado nuestra geografía y la han llenado de obstáculos.

Y.K.:  Se vive al límite. Vivimos una ocupación nazi que es capaz de separar a un recién nacido de su madre para hacerla sufrir. Somos un pueblo que está sometido a una represión feroz, de anulación total de las personas. Porque en eso consiste el pensamiento y la filosofía del movimiento político sionista. Su objetivo básico es suprimir la identidad palestina.

¿Cómo afectó a sus familias la Nakba?

Y.K.: Mis padres fueron expulsados de sus tierras en 1948. Desde entonces hemos tenido la vida típica de un palestino que ha sufrido todas las invasiones coloniales imaginadas, las conocidas y las silenciosas, a lo largo de los últimos 70 años. Saliendo y entrando de Palestina en función de la ambición colonial del ocupante. He vivido la misma situación de miles de palestinos, que tienen familia desperdigada por el mundo, en el Golfo, en Jordania, en Líbano. Una vez oí a mi abuela quejarse de que nunca logramos reunir a toda la familia. Y es cierto. Jamás he visto juntos a mi padre, a mi madre y a mis cinco hermanos. Nunca en mis 61 años. Siempre faltaba alguien. En 1967, mi padre. Un año después uno de mis hermanos, que se fue a la guerrilla, y así sucesivamente.

S.S.: Todos los palestinos estamos afectados por la Nakba. Todos perdimos propiedades materiales. Todos recuerdan su naranjal, la casa que tenían al lado del mar y se la quitaron. Pero somos afortunados porque seguimos viviendo dentro de Palestina. Muchos otros fueron expulsados a otros países. En ese sentido, aunque seamos más pobres que en 1948, nos sentimos afortunados. Todos sufrimos. En cierto modo, nos lo recuerdan a diario. Mi familia vive en terrenos colonizados rodeados por el muro. Yo trabajo en el campo. Hasta hace una semana recogía aceitunas con mis hermanos en un precioso olivar cerca de Ramallah. Antes de que construyeran el muro sólo tenía que trasladarme dos kilómetros para llegar al olivar. Ahora tengo que dar una vuelta de 50 kilómetros para acceder a la montaña de enfrente. Hace dos semanas nos dispararon y ya no aguanté más. Decidí irme.

Sam Salim: «Hace unos días, los colonos nos dispararon cuando recogíamos aceitunas de un olivar en Ramallah. Lo hacen por diversión. A mi hermano le alcanzó una bala en el tobillo y ya no puede trabajar»

¿Quiénes les dispararon?

S.S.: Los colonos, los soldados. Lo hacen cada día. Por diversión. Disparan mientras trabajamos en el campo. A mi hermano le alcanzó una bala que le ha destrozado el tobillo. Ya no puede trabajar.

¿Cómo soportó semejante violencia?

S.S.: Es muy difícil. Vivimos asediados. La Franja de Gaza está siendo arrasada por bombardeos pero Cisjordania es una cárcel inmensa. Aguantamos la situación porque no nos queda otra opción. Nos niegan los visados y las autorizaciones para movernos. Estamos obligados a pedir permisos de paso pero no es fácil conseguirlos. En mi caso, he tenido que solicitar cuatro autorizaciones a cuatro países distintos para poder llegar a Madrid: el de la Autoridad Palestina, Israel, Jordania y España. Tardé casi 10 horas en recorrer los 50 kilómetros entre Ramallah y Jericó.

Y.K.: La sociedad sobrevive en Gaza o en Cisjordania por necesidad. Pero esa situación les ha llevado a un doble comportamiento. Han aprendido a aguantarlo porque quieren vivir en su tierra. Van a trabajar humillados a las fábricas o a los campos de cultivo. Se levantan a las tantas de la madrugada para atravesar unos controles que son una pesadilla diaria. Pero creo que todos ellos  han desarrollado una resiliencia enorme, una capacidad de aguantar en defensa de sus derechos, de sus familias y de su propia dignidad humana que tarde o temprano acabarán dando resultado.

¿Consideran que el Estado de Israel es racista?

S.S.: Sí, sin duda. Israel es un estado racista. Ellos tienen el poder, el control y la autoridad. Los palestinos no tenemos nada de eso. ¿Qué podemos hacer? Yo soy palestino cristiano ortodoxo. No soy musulmán. A los israelíes les da igual la religión que profese porque no han desatado una cruzada religiosa. No es una guerra del judaísmo contra el islamismo. Eso no es cierto.

Y.K.: Es una sociedad construida sobre mitos de superioridad divina. Sus líderes ni siquiera lo niegan. El trato que dispensan a la gente es excluyente, incluso a los opositores de su propia comunidad. Ahora promueven cambios judiciales de extrema derecha que van contra los homosexuales, contra los laicos, contra todos los que no lean la Biblia. Es un modo de conducta que supera al fascismo.

¿Se sienten atemorizados ante las atrocidades que se están cometiendo en Gaza?

S.S.: Sabemos lo que está ocurriendo en Gaza y nos movilizamos en la calle. Hay solidaridad entre nosotros aunque estemos aislados unos de otros. También los palestinos que viven en Jordania se manifiestan pero Israel tiene el armamento, el dinero y el apoyo internacional. ¿Qué más podemos hacer?

Y.K.: La maquinaria de guerra sionista es la más fuerte desde 1973, aunque aquella fuera una guerra de Ejército. Es tremendo lo que están haciendo con una población que sólo tiene armas individuales y unos misiles desarrollados con ayuda externa o caseros. Me perturba tanta destrucción.

Yamil Kasem: «Los palestinos hemos desarrollado una resiliencia enorme, una capacidad de aguantar humillaciones en defensa de nuestros derechos, de nuestras familias y de nuestra propia dignidad humana»

¿Qué opinan de la Autoridad Nacional Palestina?

S.S.: Tengo una opinión muy negativa. Trabaja para Israel. En función de los acuerdos que tiene firmados con el Gobierno de Netanyahu recibe importantes cantidades de dinero para solucionar los problemas que pueden crearse dentro de la comunidad, evitando así que el Ejército tenga involucrarse. Han creado un grupo paramilitar que defiende sus intereses. Hace unos días dispararon contra una manifestación y mataron a un chico que conocía: Mahmud Raefat Abu Laban.

Y.K.: En mi opinión, fueron engañados. Apostaron por un cambio en la forma de lucha más acorde a una estrategia negociada del conflicto para evitar el estancamiento político, militar y social del movimiento de liberación pero siempre de forma muy vacilante, con claudicaciones y apelaciones a una autonomía limitada administrativa que es la que hoy en día tiene la Autoridad Palestina.  Y resistir en esa situación quizá nos conduce a la catástrofe porque estamos viendo que sólo beneficia a la ocupación y a los asentamientos. Han cometido muchos errores.

¿Son partidarios de la solución de los dos Estados?

S.S.: Aunque desee la convivencia y no tenga ningún problema en aceptarlo, es imposible que se produzca porque Israel no quiere convivir con los palestinos. Nos tratan como sus esclavos.

Y.K.:No. El tema de dos estados es un engaño.

¿Consideran factible una derrota de Hamas?

Y.K.: No. Saben que la lucha del pueblo palestino transciende la existencia de Hamas. Desde el nacimiento del movimiento de Al-Fatah en los años 60, el componente de todos los grupos ha sido la liberación de Palestina. Y no pueden acabar con ella porque la resistencia armada es su mecanismo de defensa. Podrán debilitarla pero hablamos de un pueblo que anhela su liberación. Hay un dicho tradicional que dice que el pueblo palestino cría tigres, no gatos.

¿Qué esperan una vez concluya esta guerra?

S.S.: Yo no tengo esperanzas. Hay algo que me entristece mucho. Soy cristiano ortodoxo. He nacido en los lugares donde Jesús difundió su credo. En Nazareth, en Belén, en Jericó. Allí no se celebra nada porque no se puede. No nos dejan. Puede sonarte raro lo que digo pero para mí no lo es. Me resulta muy contradictorio que a miles de kilómetros de distancia se celebre la navidad en la calle y en Belén no haya luces. Resume la realidad de los palestinos, sean cristianos, musulmanes, drusos o armenios. Sólo se cumple lo que mandan los judíos sionistas.

Y.K.: Quiero pensar que se ha abierto una puerta que debería aproximarnos a la victoria. Pero es necesaria la unión. Sólo así lograremos lanzar un mensaje nítido al mundo, a todos aquellos que nos dicen cómo solucionar el conflicto colonial que sufrimos sin escucharnos. Necesitamos terminar con esa división entre Al-Fatah y Hamas porque debilita la unidad de acción. Si lo logramos se iniciará una lucha popular y diplomática que hará que nuestra voz sea tenida en cuenta. Creo que estamos en el camino.