Pello Guerra

¿Qué está detrás de la carestía de la vida? La responsabilidad de los márgenes empresariales

El origen de la actual carestía desbocada de la vida y sus consecuencias han sido analizados en una mesa redonda organizada por Sasoia en la que ha quedado en evidencia la responsabilidad de los márgenes empresariales en ese encarecimiento y sus demoledores efectos en jóvenes y pensionistas.

Un momento de la mesa redonda organizada por Sasoia sobre la carestía de la vida.
Un momento de la mesa redonda organizada por Sasoia sobre la carestía de la vida. (NAIZ)

¿La carestía de la vida es inevitable?, ¿qué está detrás? A estas preguntas se ha intentado dar respuesta en la mesa redonda organizada por el colectivo Sasoia y en la que dos expertos han apuntado a los márgenes empresariales como responsables y han recordado las consecuencias de la misma, en especial entre los jóvenes y los pensionistas.

Esta actividad forma parte del impulso que quiere dar Sasoia a proponer debates y analizar en profundidad cuestiones que «nos atañen como personas mayores» y que ha arrancado este jueves en el Palacio del Condestable de Iruñea con la carestía de la vida provocada por la desbocada subida de los precios.

Para analizar esta cuestión, han intervenido Juan Carlos Longás, profesor de Economía en la UPNA, y Edurne Larrañaga, licenciada en ciencias políticas y miembro de la fundación Ipar Hegoa.

Longás se ha centrado en los orígenes de la inflación, un problema «muy duro, grave, que afecta de manera desequilibrada a las personas vulnerables. Un problema devastador por sus efectos potentes y desiguales».

Ha recordado que veníamos de un período de estabilidad en el que los márgenes empresariales «se asentaban en la reducción de costes» de producción. Una situación que cambió a causa de la «pandemia del covid, la dislocación de las cadenas de aprovisionamiento y la guerra de Ucrania, con un impacto en los precios de combustibles, fertilizantes y alimentos».

Una circunstancia que ha sido aprovechada por las empresas para ampliar sus márgenes recurriendo a la subida de los precios, lo que Longás ha denominado una «inflación de vendedores». Este modo de proceder ha tenido un impacto mayor en las rentas bajas, de tal manera que la inflación ha sido del 12% en estas frente a las altas, en las que «no llega al 9%». Entre las primeras ha situado a los más jóvenes «por la precariedad laboral» y las personas mayores de 60 años.

Aunque se ha buscado una cierta compensación con la subida de los salarios, estos han aumentado una media del 3%, mientras que los beneficios empresariales «se han duplicado», lo que evidencia que «los salarios podían haber subido bastante más sin afectar a los márgenes empresariales».

El profesor de la UPNA ha recordado que las medidas adoptadas para frenar la inflación, como las ayudas directas, el incremento de las pensiones no contributivas, topar precios, subvencionar los carburantes, reducir el IVA de los alimentos o una política monetaria restrictiva, no han terminado de resultar efectivas.

Ha concluido señalando que la inflación «es una pelea por las rentas», en la que gana el capital, que en Nafarroa se lleva el 53% en el reparto de la renta, frente al 47% de los salarios.

Las consecuencias

Por su parte, Edurne Larrañaga ha analizado las consecuencias de la carestía de la vida, que ha enmarcado en las sucesivas crisis que se vienen encadenando en los últimos años y de las que «padece las consecuencias la clase trabajadora».

Todo ello, dentro de un modelo que busca «mantener el sistema capitalista» y con unas previsiones que apuntan en 2024 a una recesión en la eurozona, lo que afectará a las políticas económicas que se lleguen a aplicar en la UE.

La experta de la fundación Ipar Hegoa ha destacado la «elevada precariedad», que en Hego Euskal Herria se traduce en que el 53,20% de las personas entre 25 y 64 años, «no tienen ingresos para una vida digna», lo que supone «una de cada dos personas» de ese grupo. Además, los pensionistas «ensanchan el índice de precariedad», ya que el 33% tiene una pensión igual o inferior a los 1.080 euros, del que el 68% son mujeres.

Otra consecuencia es la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, que «suben por debajo del IPC». Y aunque las pensiones se han llegado a actualizar por encima del IPC interanual, si se toma como referencia el IPC acumulado desde 2011, este se sitúa por encima, lo que supone «una pérdida del poder adquisitivo».

Larrañaga también ha citado «la privatización de los servicios públicos», ámbito en el que ha subrayado que las residencias privadas llegan a recibir «más financiación de las administraciones que las públicas».

En el ámbito del consumo, ha destacado que ha bajado en los hogares, ya que cada vez hay que destinar más tanto por ciento de los ingresos a cuestiones como la vivienda o la electricidad (34%) y a los alimentos y bebidas no alcohólicas (15,8%). Esto se ha traducido en que «consumimos menos a pesar de que gastamos más» a causa de las desmedidas subidas de precios y que haya descendido el gasto en ocio, cultura, vestido y calzado.

Sobre la vivienda, ha señalado que el derecho a la misma se ha convertido en «un artículo de lujo», de tal manera que «se necesitan más años para adquirir una vivienda en propiedad», que en estos momentos asciende a 43 años, dos más que en 2019 en Nafarroa. En el alquiler, la situación no es mucho mejor en el herrialde, ya que cada vez se destina más parte del salario al mismo, hasta llegar al 37%.

Y para terminar, ha puesto el acento en que crecen las desigualdades, ya que «el peso de los salarios baja respecto al PIB», de tal manera que el riesgo de pobreza se sitúa en el 17,1%, lo que supone «una subida del 20% desde 2008».

Una vez concluida la mesa redonda, los presentes en la mesa redonda se han trasladado hasta las inmediaciones de El Corte Inglés de Iruñea para hacer visible la denuncia de los pensionistas por la carestía de la vida.