A meses de unas elecciones europeas donde baraja presentarse como «cabeza de serie» de su partido, Fratelli d'Italia, Giorgia Meloni tiene que encarar una cuestión que le está agitando las últimas semanas: el caso de Ilaria Salis, profesora de educación primaria encarcelada en Budapest y que ha sido llevada a la primera audiencia del juicio en su contra encadenada de manos y pies y con el cuello también atado.
Ilaria Salis appeared in chains in a Hungarian court today where she faced charges of assault. Salis was arrested in Budapest last year after being accused of assaulting demonstrators at a far-right rallyhttps://t.co/QjUNcDiN26 pic.twitter.com/E2PTrrmevE
— Sky News (@SkyNews) January 31, 2024
Son unas imágenes realmente duras que han provocado indignación en Italia y un cierto conflicto entre Fratelli d'Italia y la Liga Norte, aliado de Giorgia Meloni en el Gobierno italiano. Mientras el partido de la primera ministra intentaba solucionar el asunto, Matteo Salvini ha querido remarcar que Ilaria Salis quizás se merecía ese trato.
En medio de la contienda están las relaciones entre Giorgia Meloni y Viktor Orban, primer ministro de Hungría que puede compartir grupo en Europa con Fratelli d'Italia, que intenta dejar atrás su aura de extrema derecha para acercarse a los «populares», el gran grupo conservador.
De hecho en las últimas semanas han sido varios los actos en común entre «doña Giorgia» y Ursula Von der Leyen, culminados con el «pacto de la piadina», por el que se destinan gran parte de los fondos europeos a la región de Emilia-Romagna (la piadina es el talo típico de aquella zona, que Von der Leyen comió en público afirmando que estaba muy rico). Se trata de una zona seriamente dañada el pasado mayo por unas tremendas inundaciones.
En este contexto, el caso Ilaria Salis se ha convertido en un «marrón» para Meloni, cuya alianza con un gobierno que trata sus prisioneros como esclavos sería bastante arriesgada.
Profesora y activista
Ilaria Salis es una profesora de instrucción primaria de 39 años de Monza y también una activista antifascista. En febrero de 2023 fue a Budapest para responder a una manifestación de un grupo neonazi local, llamado La Jornada del Honor, y acabó encarcelada unas horas después.
Desde aquello, las noticias sobre esta mujer de Monza, ciudad donde contribuyó a la fundación de un centro social, han ido desapareciendo. La razón la explica la misma Ilaria en un informe que ha escrito sobre su situación carcelaria: «Tuve que volver a vestirme con ropa sucia y llevar zapatos que no eran de mi talla. Secuestraron toda mi ropa menos la interior y durante seis meses no he podido comunicarme ni con mi familia ni con mis abogados. Cuando llegué a la cárcel no me dieron nada para mi higiene personal en cinco semanas».
Sobre las condiciones de la celda donde se encuentra, detalla: «Salgo una hora al día de un habitáculo donde las ventanas apenas se pueden abrir y que por lo demás está totalmente cerrada, incluida la puerta por donde te pasan la comida por un agujero».
La descripción de lo que no se ve se suma a lo que sí ha presenciado todo el mundo: Salis encadenada y atada por el cuello ante el tribunal de Budapest. Son unas imágenes que han encendido todas las alarmas, tanto a nivel político como comunicativo. Giorgia Meloni, según fuentes bien informadas, ha llamado enseguida a su amigo Viktor Orban para pedirle explicaciones. El viceprimer ministro Antonio Tajani, de Forza Italia, exvicepresidente europeo y expresidente de su parlamento, también ha pedido que Hungría respete los derechos humanos de Salis. Orban ha contestado explicando que «se hace así con todos los presos».
«No puede ser profesora»
Las alarmas se han encendido aún más después de conocerse que la pena máxima para Salis podría llegar hasta 24 años de cárcel por un cúmulo de acusaciones.
La ultraderecha de Budapest ha echado más leña al fuego tildando a la profesora de «piojo» e indirectamente ha encontrado un aliado en Matteo Salvini. El dirigente de la Liga Norte no ha condenado las imágenes de Salis encadenada y ha añadido gasolina acusándola de haber participado en una agresión contra unos militantes de su partido. «Si alguien así es culpable, no puede ser profesora de instrucción primaria», ha sentenciado. El padre de Salis ha replicado a Salvini indicándole que su hija ha sido ya absuelta de esa imputación.
El caso ha explotado tan de repente que las fichas se están todavía colocando. Parece que Italia solo puede actuar por dos vías: la primera, esperar al juicio y pedir que sea llevada luego a Monza, y la segunda, emprender una iniciativa formal del Gobierno para intentar liberar a Salis ya y luego ponerla en un régimen de prisión domiciliaria siempre en su casa en Monza.
Pero, ¿cómo puede presentar esta petición un gobierno que por un lado intenta hacer tratos con el «amigo/enemigo» Orban y por el otro casi juega ya en otro bando? Salvini está en clara dificultad. La pelota no la tiene él en un ejecutivo donde Giorgia Meloni está cada día más firme y que podría salir de las europeas con un liderazgo aún más asentado en la derecha, por lo que el líder de la Liga Norte intenta exaltar a los suyos y tratar de ganar terreno a la primera ministra.
Todo ello se disputa sobre el destino de una mujer que se encuentra encarcelada en un lugar lejano, con acusaciones vagas y en condiciones que, a pesar de las frases de Orban, parecen fuera de sentido en el siglo XXI.