Irak, entre el martillo de EEUU y el yunque iraní
El ataque en el que murieron tres soldados estadounidenses, reivindicado por las milicias chiíes, y la reacción militar de EEUU aumenta la presión en Irak. Mientras el sentimiento antiamericano parece en su nivel más alto desde hace años, muchos temen que el país se convierta en campo de batalla.
«Se veía venir. Al jugar con fuego, estos grupos a las órdenes de Irán nos exponen a entrar de lleno en un conflicto regional. No necesitamos eso». Hussein, 45 años, no oculta su enfado. Como muchos bagdadíes, este tendero, «abiertamente partidario de la soberanía del país», temía desde hacía semanas que las cosas «se les fueran de las manos». Este temor se hizo realidad hace unos días: por primera vez desde el 7 de octubre, tres soldados estadounidenses murieron tras un ataque con drones en suelo jordano, una operación reivindicada por la «Resistencia Islámica en Irak», nebulosa miríada de milicias chiíes iraquíes leales a Teherán.
Un desenlace que parecía inevitable, dado los insistentes ataques contra posiciones estadounidenses en Irak: al menos 150 desde el 7-O.
Irán niega cualquier implicación y el Gobierno iraquí, bajo control de Teherán, no ha ocultado su consternación. La administración Biden ha iniciado una «respuesta contundente. Mientras se sigue temiendo una conflagración regional, Irak ha entrado lenta pero inexorablemente en la contienda.
Sufrimiento palestino
Sería quedarse corto decir que el ambiente que se respira en Irak desde el inicio de la operación militar israelí en Gaza es muy especial. En la famosa calle al-Mutannabi, uno de los corazones palpitantes de la capital, Abdallah, un librero treintañero, coincide: «Comprendemos mejor que nadie el sufrimiento de los palestinos. Los estadounidenses también nos sometieron a una violencia indiscriminada que aterrorizaba a los civiles. Como iraquíes, nos corroe por dentro».
Sin embargo, si los iraquíes se sienten tan preocupados por los acontecimientos de Gaza, no es solo por empatía hacia sus hermanos palestinos: mientras se multiplican las declaraciones pidiendo la salida de todas las fuerzas estadounidenses de Irak, las bases militares estadounidenses son bombardeadas a un ritmo constante por proxys iraníes integrados en el « eje de la resistencia», que ya actúa en Líbano, Yemen y Siria.
La realidad política iraquí es tan compleja como confusa. Mientras la influencia iraní sobre el gobierno de Mohammed Chia al-Soudani parece haber alcanzado su punto álgido, en paralelo, formaciones pertenecientes a las Unidades de Movilización Popular (PMF, o Hachd el-Chaabi) –creadas para luchar contra el ISIS a mediados de la década de 2010– actúan por libre.
Es el caso de Kataeb Hizbullah, pero también de al-Nujaba y Asaib Ahl al-Haq.
«Al abrir todos estos frentes, desde Líbano hasta Yemen, pasando por Irak y Siria, Irán defiende ante todo sus propios intereses. Pero también hay que reconocer que son los únicos que defienden a los palestinos, mientras el mundo árabe sigue traicionándolos», prosigue Abdallah. «Me asusta la idea de que nuestro país se convierta en un campo de batalla entre Irán y EEUU. La situación económica es difícil, no necesitamos eso».
Zahra, de 34 años y que participó en el amplio movimiento popular de protesta de 2019, está furiosa: «La hipocresía tiene que acabar. En todas estas cuestiones, Irán no está del lado de los palestinos ni de los derechos de los pueblos, sino de sus propios intereses».
«Entendemos mejor que nadie el sufrimiento de los palestinos. Los estadounidenses también nos sometieron a una violencia indiscriminada que aterrorizaba a los civiles»
En Ciudad Sadr, una urbe de dos millones de habitantes situada en los suburbios del noroeste de la capital, a pesar del fuerte sentimiento antiestadounidense, los llamamientos a «expulsarlos» parecen solo parcialmente compartidos, como explica Ali, de 40 años: «Por supuesto, aprobamos la idea, pero el problema sigue siendo múltiple: primero, porque tiene que ser una exigencia nacional; segundo, porque Irak no está preparado económicamente para esto; y tercero, porque dejaría definitivamente al país en manos de los iraníes. Y eso debe evitarse a toda costa», advierte.
«Eje internacional de resistencia»
Cambio de escenario y de perspectiva. En el barrio de Kerrada, en el centro de Bagdad, nos reciben ejecutivos del grupo político al-Hikma, antiguamente integrado en las Unidades de Movilización Popular, y ahora muy influyente en las altas esferas del Estado. Aunque admiten «tener relaciones» con otras fuerzas vinculadas «al eje de la resistencia», incluso en el extranjero, al-Hikma afirma trabajar junto al Gobierno iraquí y no aprobar la política beligerante de la autoproclamada «Resistencia Islámica en Irak».
«Sin embargo, hay que comprender que, desde el 7 de octubre, se ha producido un verdadero punto de ruptura regional, no solo para los palestinos, sino también para Oriente Próximo. Está muy claro que los israelíes tienen una voluntad real de prolongar el conflicto, y no dejamos de advertir del riesgo de escalada», afirma, prudente, Hashim Alhasnawi, uno de sus portavoces.
«La hipocresía tiene que acabar. En todas estas cuestiones, Irán no está del lado de los palestinos ni de los derechos de los pueblos, sino en defensa de sus propios intereses»
Lo mismo ocurre, o casi, con la organización Badr, creada en 1982 por la Guardia Revolucionaria iraní. Este poderoso grupo político-militar tiene influencia sobre el Gobierno iraquí. Hussein Alhasani, uno de sus portavoces, no oculta sus vínculos con las fuerzas proiraníes en Oriente Próximo: «Por supuesto, estamos en contacto con los Huthíes en Yemen y con Hizbulah en Líbano. Como partido islámico conservador perteneciente a un eje internacional de resistencia, es nuestro deber apoyarles».
Pero, como al-Hikma, la organización Badr quiere distanciarse de los ataques contra las posiciones estadounidenses: «Preferimos la vía diplomática a la fuerza. La retirada de las fuerzas estadounidenses o la neutralización del papel de EEUU debe hacerse mediante un enfoque diplomático puramente político.
Irak en una nueva fase
Tras la muerte de los tres soldados estadounidenses en Jordania, no cabe duda de que la dinámica que enfrenta a EEUU con el eje proiraní en el teatro de operaciones iraquí ha entrado en una nueva fase: obligada por los plazos electorales, la administración Biden empezó la noche del 2 al 3 de febrero una respuesta cuyos contornos son aún muy difíciles de definir.
Aunque ni Estados Unidos ni la República Islámica de Irán tienen interés por el momento en una confrontación directa, la lógica de la escalada sigue inexorablemente su curso.
Testigo de la creciente tensión en el país, el Kataeb Hezbollah, a quien Washington atribuyó el mortífero ataque del 28 de enero, anunció que suspendía sus operaciones hasta nuevo aviso, para evitar «avergonzar al Gobierno iraquí», prefiriendo adoptar una postura defensiva. ¿Presión iraní, iraquí o de ambas partes? Es difícil saberlo, dado lo enigmáticos que se han mostrado los grupos de la «Resistencia Islámica en Irak» en las últimas semanas.
Lo cierto es que se trata de otra consecuencia de la crisis desencadenada por la incursión de Hamas del 7 de octubre y la brutal respuesta de Israel contra Gaza: en Irak, es claramente la presencia y el papel de Estados Unidos lo que se está cuestionando a gran escala. Al menos en apariencia: «No debemos olvidar que una retirada total de Estados Unidos pondría de rodillas a la economía iraquí y privaría al país de los recursos a los que tiene acceso», advierte el investigador franco-iraquí Adel Bakawan.
«Irak podría, por ejemplo, encontrarse de nuevo bajo embargo, lo que conduciría a un terrible debilitamiento del país. Y del mismo modo, también sería un desastre para Irán, por lo que objetivamente no interesa a nadie», augura.