Aritz Intxusta
Redactor de actualidad

Las últimas grullas abandonan Nafarroa

La migración de las grullas es la más espectacular de las que se avistan en Euskal Herria. Además de ser aves de gran envergadura que vuelan en cuña, resultan muy ruidosas. Han cruzado decenas de miles rumbo a Polonia y Escandinavia para criar. Cada vez son más las que pasan el invierno en Nafarroa.

Grullas pasando por Nafarroa al atardecer.
Grullas pasando por Nafarroa al atardecer. (Diego VILLANÚA)

El paso de las grullas hacia el norte marca el inicio del buen tiempo. Es difícil no avistar una bandada de decenas o cientos y oír sus agudos chillidos incluso en la ciudad.

A quienes viven fuera de Nafarroa o de Iparralde les sonará extraño. Por ahí no vuelan, salvo que venga el viento fuerte y cambiado, desplazando a alguna bandada hacia Gipuzkoa. Desconocen, por tanto, el espectáculo migratorio más impresionante del país.  

La migración hacia el norte en primavera, que estos días está terminándose, es un poco menos numerosa que la de se da los meses de octubre y noviembre. Sucede así porque en estos días hay más bandadas que cruzan por Huesca.

Al bajar en otoño para huir del frío, les resulta más sencillo cruzar el Pirineo por donde les más bajo. Entonces, las 270.000 grullas que pasan el invierno en la Península cruzan todas por la muga entre Nafarroa e Iparralde. La mayoría de ellas, por Luzaide o el Lindux, entre Auritz y Urepel.

Estos animales no constituyen solo un espectáculo en el cielo. Estos días ha habido tres puntos privilegiados en donde se han podido avistar por millares en tierra. El más cercano a Iruñea es la laguna de Zolina, pero hay otros dos humedales aún más importantes: la laguna de Pitillas (que cuenta con su observatorio de aves) y, otra menos conocida, la laguna de Dos Reinos, ubicada en Figarol, en la muga con Aragón.

Según indica Diego Villanúa, de GAN (de la Sección de Gestión Ambiental de Navarra), las grullas descienden a para pasar la noche, dado que estas aves solo vuelan por el día. A estas bandadas de paso, se suman aquellas que se instalan en esas lagunas para pasar el invierno.

Lo mejor es acercarse al amanecer, antes de que retomen su viaje, o al atardecer, cuando bajan a hacer su parada. En ese momento, pueden darse concentraciones de decenas de miles grullas, muy en especial, cuando se encadenan varios días de mal tiempo y las grullas esperan una ventana para cruzar el Pirineo.

«Las concentraciones son tan numerosas porque se trata de animales muy gregarios. Durante la época de cría en los países del norte se dispersan más, pero cuando pasan el invierno o están migrando ese comportamiento gregrario se hace más evidente», asegura Juan Arizaga, de la sección de Ornitología de Aranzadi.

«Son aves tan grandes como las garzas, del tamaño de cigüeñas, pero más esbeltas», las describe el ornitólogo.

Desplazadas a Nafarroa

Las grullas que han cruzado los últimos días regresan a sus espacios de cría en Polonia y Escandinavia tras haberse refugiado durante los meses más fríos a lo largo del Ebro, en Extremadura y, en menor medida, Andalucía y Portugal.

Aunque se asocien a humedales, las grullas no se alimentan en ellos «En época de cría sí que pueden comer pequeños peces o ranas, pero no son como las garzas. Comen vegetales. En las dehesas, fundamentalmente de bellotas». 

Por detrás de Extremadura, donde pasan el invierno 150.000 grullas, la población más importante se ubica en Aragón, en las lagunas de Gallocanta y Cinco Villas.

Esta segunda población, compuesta por unos 50.000 ejemplares, está conectada con otra más pequeña Nafarroa. Los cambios allí explican el aumento en Nafarroa.

«Lo que ha ocurrido no tiene que ver con el cambio climático, sino con los usos de la tierra. Los terrenos cercanos a la laguna de Cinco Villas en Aragón han cambiado y se han llenado de frutales emparrados y molinos eólicos. Las grullas necesitan campos en barbecho donde alimentarse. Ahí ya no se pueden quedar», comenta el técnico de GAN.

Una grulla desplazada del humedal para buscar alimento. (Europa PRESS)

A consecuencia de ello, parte de la población de grullas ha encontrado un mejor refugio invernal tanto en Dos Reinos –donde ya había una población de unas 2.000, que se alimentaba en los campos de arroz de los alrededores– como sobre todo en la laguna de Pitillas, que hasta ahora era mero punto de paso, y ha acogido a unas 3.000.

«La pérdida de calidad del hábitat en Aragón nos ha beneficiado», subraya Villanúa, quien recuerda que, para el mantenimiento de la biodiversidad no solo importa el cambio climático, sino también conservar los usos tradicionales del suelo.