Alessandro Ruta

Lord Byron, poeta romántico y «gudari» moderno

Se cumplen 200 años de la muerte del artista inglés luchando a favor de la independencia de Grecia. Un personaje controvertido y una vida escandalosa que se convirtió en inspiración para muchos otros escritores, pintores y compositores.

Lord Byron, disfrazado de albanés, uno de sus «postureos» recogido en un óleo de Thomas Phillips.
Lord Byron, disfrazado de albanés, uno de sus «postureos» recogido en un óleo de Thomas Phillips. (Wikimedia Commons)

Era una bonita cuadrilla de amigos, todos jóvenes. Ingleses que huían de una tierra que habían empezado a despreciar. Hijos al mismo tiempo de una generación «afortunada», pródiga en revoluciones y otros acontecimientos. Como fondo histórico, las batallas de Napoleón, aquel desconocido militar convertido rápidamente en emperador. Como banda sonora, Beethoven. Y como letra, versos potentes e inolvidables que resumían las sensaciones íntimas de toda aquella agitación.

Los manuales de literatura les colocarían en el grupo de los «poetas románticos». Hablamos de la pareja formada por Percy Bysshe Shelley y Mary Shelley (la autora de ‘Frankenstein’), de John Keats (‘Beauty is truth’, ‘Belleza es verdad’, versos que resuenan en la película ‘El club de los poetas muertos’) y sobre todo del más escandaloso de este grupo, George Gordon Byron.

Más conocido como Lord Byron, durante dos décadas se convirtió en una especie de estrella del rock y además murió joven, en la guerra para la independencia de Grecia el 19 de abril de 1824, hace ahora dos siglos.

 

Byron, en su lecho de muerte, en un lienzo de Joseph-Denis Odevaere.

La muerte en Mesolongi, sin disparar una sola bala, fue el último acto de una vida que Byron había transformado en verdadera obra de arte. Generó un público ávido de conocerla, capítulo a capítulo. Y tuvo un final trágico, que puede parecer fuera de contexto pero resultaba coherente con su decisión básica de ir rompiendo con su pasado. Mejor dicho, con uno de sus múltiples pasados, que le habían acarreado problema tras problema.

Un héroe en Grecia y en Italia

Morir luchando, en un lugar mítico y con una motivación muy profunda: pelear por la libertad, en este caso de Grecia contra el Imperio Otomano. Byron no hubiera podido elegir mejor manera de entrar en los libros de historia.

Y morir joven, porque con apenas 36 años no se le podía considerar viejo aunque la esperanza de vida no fuera desde luego la que existe hoy. Aunque para entonces Byron llevaba varios meses moralmente deprimido, como explica en una de sus últimas poesías, ‘On this day I complete my thirty-sixth year’: «Mis días son como hojas amarillas, las flores y los frutos de amor se han ido».

Morir luchando, en un lugar mítico y con una motivación muy profunda: Byron no hubiera podido elegir mejor manera de entrar en los libros de historia

 

Dicen las crónicas que después de su fallecimiento, ocurrido un lunes de Pascua por las secuelas de una malaria mal curada después de unas semanas de agonía, se desató un temporal espantoso, como si los mismísimos dioses se quisieran rebelar contra este trágico hecho. Es probable que trate de una versión surgida para alimentar aún más la leyenda del personaje, ya de por sí muy eficaz en su autopromoción cuando estaba vivo.

A partir de ello el poeta sería considerado un héroe en Grecia, adonde había llegado en los últimos meses de 1823 sobre todo para ayudar económicamente a las tropas de mercenarios. Hoy día, por ejemplo, una ciudad al sureste de de Atenas se llama Vyronas en su honor.

Esta mezcla de arte, muerte, política, juventud descarada (Lord Byron era también un conocido consumidor de drogas como el láudano), pero a la vez desarrollado todo sobre grandes ideales, es muy moderna. Se puede decir que el poeta inglés fue el primer representante.

No fue su experiencia en Grecia la única toma de contacto con las cuestiones internacionales. Casi una década antes Byron había empezado una estrepitosa relación con Italia, donde se había acercado a los círculos de la Carbonería, una organización secreta que peleaba por la independencia del Belpaese. Entre La Spezia, Milán, Venecia, la Toscana y Rávena, el todavía joven George, gracias a su dinero, impulsó la lucha de los carbonaros arriesgándose en primera persona contra la policía local, tanto de los Austria como del Estado Pontificio del Papa, y haciendo frente a amenazas y avisos para que no siguiera con sus planes.

Placa de recuerdo en la casa en que vivió en Rávena. (Alessandro Ruta)

Por esta razón, también en Italia el poeta es homenajeado con monumentos y estatuas y en el nombre de muchas calles y plazas. La bahía de Portovenere, pueblito encantador en la costa de la Liguria, se llama ‘El golfo de los poetas’ porque allí se bañaban tanto Byron como su amigo Percy Bysshe Shelley.

Un amante insaciable y.. misterioso

En Italia, Byron no encontró solamente un ambiente político favorable, sino también una fuente de inspiración para sus trabajos y un irresistible éxito entre las mujeres.

El listado de las historias de amor del poeta inglés, que tuvo tres hijas con tres madres distintas (una con su hermanastra Augusta Leigh), es larguísimo, algunas incluso con un final muy triste. Entre las famosas resulta imposible de olvidar la condesa Teresa Guiccioli, una de las animadoras de los círculos patriotas en Rávena, ciudad a la que el excéntrico Byron llegó con sus siete camareros y varios animales como perros, caballos, un papagallo, un zorro, un cocodrilo y una cabra.

 

Byron, en otro grabado de la época. (Wikimedia Commons)

Mujeres nobles y «plebeyas», jóvenes y mayores, casadas y libres. Byron gustaba mucho a las mujeres a pesar de tener una minusvalía física no fácil de ocultar, el llamado pie equino, que por un lado le hacía cojear todo el rato pero al mismo tiempo no le daba ningún problema para nadar, como hacía en el Canal Grande de Venecia, o para boxear e incluso para cabalgar.

Un verdadero torrente amoroso no solamente con las mujeres sino también con los hombres, según recientes investigaciones. Hasta su decisivo viaje a Grecia, como se puede leer en las correspondencias del poeta analizadas en una de las últimas biografias de Byron escrita por Fiona MacCarthy, fue influenciado por el romance que mantenía con un chico local.

‘Childe Harold's Pilgrimage’ fue el resultado de su Grand Tour, publicado entre 1812 y 1818 y que constituyó un best seller sin precedentes

 

Ya su fuga desde Inglaterra, donde gracias a la herencia de su tío había podido entrar ni más ni menos que en el Parlamento como ‘Lord’, había sido provocada por otros escándalos sexuales y morales; el último, el divorcio de su pareja, Annabella Milbanke.  

Su reacción fue volver a dar la vuelta al mundo, o por lo menos a Europa, como cuando muy joven habìa completado el ‘Grand Tour’, algo muy habitual entonces en los hijos de las familias acomodadas. Un viaje que habìa llevado a Byron a Portugal y España, luego a Grecia y Bélgica, para tocar con mano las huellas de la Historia, y finalmente a Waterloo, para ver el campo de batalla de su ídolo Napoleón.

‘Childe Harold's Pilgrimage’ fue el resultado de aquel viaje, publicado entre 1812 y 1818 y que constituyó un best seller sin precedentes. Un catálogo de versos donde Byron se desnudaba artisticamente introduciendo el concepto de «héroe byroniano», un joven inquieto que no consigue conformarse con la realidad y lucha para subvertirla a nivel de ideas y también estético.  

Este ‘Childe Harold’, publicado en distintas fases, se convertíó en evento, y no por casualidad el estreno de la primera parte coincidió con la entrada en el Parlamento inglés de Lord Byron. «Are not the mountains, waves and skies as much a part of me, as I of them?», «No son las montañas, las olas y los cielos parte de mí, ¿y yo de ellos?». La fusión total y recíproca entre el poeta y la naturaleza: puro romanticismo, sentirse parte de algo mucho más grande que una simple vida.

«Loco, malo y peligroso»

«She walks in beauty like the night/of cloudless climes and starry skies/And all that's best of dark and bright/meet in her aspect and her eyes». Estos versos de Byron también son muy conocidos y por supuesto están dedicados a una mujer, en este aso Anne Beatrix Wilmot. «Camina en la belleza como en la noche con clima despejado y cielos estrellados. Y todo lo mejor de la oscuridad y de la luz se encuentra en su aspecto y sus ojos».

La faceta del titán arrollador, de la persona que no se conforma con este mundo, y la del narciso seductor, el poeta capaz de dedicar versos más románticos, se juntan perfectamente en Lord Byron. Su último trabajo, ‘Don Juan’, que no pudo acabar, es una suma de todas su obras anteriores, con aventuras rocambolescas y momentos irónicos.

Obras que incluyen poesías «sueltas» como ‘She walks in beauty’ o ‘So, we'll go no more a-roving’ (que aparece en la novela ‘Crónicas marcianas’), cuentos en versos e incluso trabajos para el teatro, seguramente bajo la influencia italiana. ‘Manfred’, ‘Beppo’, ‘The two Foscari’, ‘Marino Faliero’ y ‘Sardanapalus’ son algunas de las más conocidas.

Más allá del arte, el pintoresco Byron fue precursor de lo que hoy llamamos «personaje mediático» y rey del postureo

 

Sin embargo, más allá de los versos y del éxito artístico en general, el pintoresco Byron fue precursor de un cierto tipo de «personaje mediático» en una era absolutamente alejada de la televisión o de las redes sociales. Se le puede considerar el rey del postureo de la época: pedía continuamente retratos, a ser posible disfrazado de algo como cuando introdujo la «moda turca» mientras escribía ‘The giaour’ o ‘Lara’, poemas ambientados allí). Y un burgués bohemio, capaz de juntar los dos extremos: la riqueza de su entorno acomodado y el submundo de amantes ocasionales y vida cargada de riesgos.

De todo ello surgió algo casi «diabólico», como remarcan otra famosa biografìa dedicada al poeta inglés, la del francés André Maurois (‘Le démon et la tendresse’) y la histórica exposición organizada en 2003 en la National Portrait Gallery de Londres y titulada ‘Mad, bad and dangerous to know’ (‘Loco, malo y peligroso de conocer’). Es la definición que dio de él Caroline Lamb, una de las amantes màs conocidas del poeta.

El legado artìstico y humano

Tanto en las biografías como en las exposiciones se destaca el lado homosexual de Byron, algo indigno evidentemente de alguien que se sentaba en el Parlamento ingés entre lords según la mentalidad de las autoridades británicas de la época. En ese parlamento Byron intervino muy pocas veces, quizás aburrido de aquel contexto, aunque sí lo hizo por ejemplo el 27 de febrero de 1812, a favor de los luddstas, es decir de aquellos que rompían las máquinas en las fábricas durante la Revolución Industrial.

No, mejor huir al extranjero y de paso poner tierra respecto a los escándalos. En Suiza conoció a los Shelley (Mary escribió ‘Frankenstein’, como se ha citado, después de un reto con el mismo Byron). Y luego fue a Italia hasta acabar en Grecia, donde «se había hecho por primera vez poeta» como relata Benita Eisler en otra biografìa de Byron (hay decenas sobre él). Su muerte aún joven lo acabó de convertir en ídolo de masas también su país: los ciudadanos ingleses quedaron en shock cuando la noticia llegó a Londres, incapaces de imaginar semejante final

Entre quienes quedaron influidos por este figura titánica, compositores como Verdi, pintores como Delacroix, poetas como Baudelaire, escritores como Wilde...

 

El listado de los que han sido influidos por esta figura titánica, de aventurero rebelde y heróico, dandy escandaloso y exagerado, al nivel de impacto de un William Shakespeare, es muy largo: compositores (Giuseppe Verdi, Hector Berlioz, Franz Liszt), pintores (Eugene Delacroix), poetas (Charles Baudelaire), escritores (Oscar Wilde, James Joyce) y muchos más, hasta llegar al siglo XX.

Así recreó Delacroix la batalla de Mesolongi.

Un legado artístico y, más aún, humano. Según la biógrafa del poeta Fiona MacCarthy, incluso el Che Guevara puede considerarse heredero directo de Lord Byron, cuya figura fue también fuente de inspiración para personajes ficticios de novelas de su época como el Heathcliff de ‘Cumbres borrascosas’.

«But I have lived, and not lived in vain», «Pero yo viví, y no en vano», escribía Lord Byron/Childe Harold. Y no hay mejor manera de dejar un legado...