En el noreste de China, Shenyang es una ciudad en decadencia. Xu Lingling es una joven de 25 años que padece uremia y cuya vida se ha derrumbado.
En el punto álgido de su enfermedad, su padre ha regresado para cuidar de ella con su mejor amiga Tan Na y su antiguo compañero de clase Zhao Dongyang.
Desde los primeros planos de ‘El mal no existe’, dirigida por Ryusuke Hamaguchi, se percibe una cadencia diferente. Los cielos infinitos y los árboles gobiernan la pantalla y nos preparan para un ritmo pausado y contemplativo.
Un tono calmado
Esta película demanda paciencia, sumergiéndonos en la vida cotidiana de quienes habitan en el bosque con escenas que capturan los detalles más simples: sacar agua, cargar la furgoneta, cortar leña, fumar un cigarro o recoger a la hija del colegio. Hamaguchi nos lleva gradualmente a la vida de esta pequeña comunidad en la naturaleza.
La película, coescrita por el propio director, aborda el tema del oportunismo de los poderosos al explotar los recursos naturales y la resistencia de quienes ven amenazado su entorno y modo de vida. Sin embargo, justo cuando la trama parece tomar forma y los personajes se revelan un poco más, el abrupto y desconcertante desenlace rompe con el tono establecido, dejando una sensación de insatisfacción y perplejidad.