Iñaki  Iriondo
Cronista político

Tras la efervescencia actual, el PNV ha de renovarse por dentro en este 2024

El PNV vive aún la efervescencia de haber ganado las elecciones en votos, aunque no en escaños. Pero tiene ante sí el reto de la reelección de sus estructuras internas y, cabe suponer, la aprobación de una ponencia política.

Noche electoral en Sabin Etxea, el pasado 21 de abril.
Noche electoral en Sabin Etxea, el pasado 21 de abril. (Jaizki FONTANEDA | FOKU)

El PNV arrastra todavía un momento de efervescencia emocional tras su victoria en las elecciones autonómicas del 21 de abril. Alegría que es más fruto de haber ganado a las encuestas (que la noche electoral Imanol Pradales calificó de «direccionadas» y parte de la creación de un «clima adverso», pese a que dos de las más importantes están ligadas a miembros de su partido) que de los datos objetivos.

Es cierto que ha sido el partido más votado, aunque menos que en comicios anteriores. Lleva años en los que el resultado de cada convocatoria es peor que el de cuatro años antes. Si antes aventajaba en diez escaños a la segunda fuerza, ahora está empatado. Y si suma mayoría absoluta para formar gobierno es porque su socio, el PSE, ganó 2 parlamentarios, puesto que los jeltzales perdieron 4.

Pero la comprobación de que el sorpaso por parte de EH Bildu no se había consumado, ha servido de alivio provisional. Las críticas y ajustes de cuentas que como cuchillos volaron en la blogosfera jeltzale tras las elecciones municipales, forales y a Cortes de mayo y julio del año pasado, se han amortiguado al ver que todavía pueden mantener el poder en la CAV.

Pese a todo, dirigentes jeltzales han vuelto a asegurar que atenderán a los «chorreos» de los suyos y al mensaje de las urnas. No es la primera vez. Se puede recordar que en diciembre de 2022 el PNV presentó los resultados de su proceso «Entzunez eraiki», en el que testó cómo lo veía la ciudadanía vasca mediante 250 entrevistas y reuniones. Un proceso de «escucha activa» que tuvo como objetivo obtener «una fotografía sin Photoshop» del partido. El retrato fue, en palabras propias, que se percibe al PNV «como un partido conservador y no nos atribuye un carácter de partido moderno y comprometido en lo social». Y se añadía que «no es un partido asociado a la corrupción, pero debe contrarrestar cierta imagen de ‘amiguismo’ que ha podido calar tras tantos años de gestión pública».

Pese a tener sobre la mesa esta radiografía, desde Lakua siguieron haciendo la vista gorda, cuando no amparando, casos de puertas giratorias e incumplimientos de los propios códigos internos de los altos cargos. Una actitud que poco sirve para acabar con esa imagen de «amiguismo».

En las pasadas forales, en Gipuzkoa el PNV agitó el fantasma de la mala gestión de EH Bildu durante su periodo en la Diputación, entre 2011 y 2015. Maddalen Iriarte le sacó 15.127 votos de diferencia y un 4,68% de lo escrutado. Los jeltzales dijeron también entonces haber aprendido la lección, pero en estas autonómicas insistieron en golpear el mismo clavo, y EH Bildu les ha aventajado en 29.081 papeletas (13.954 más que el 28M) y en un 8,5%.

Es más, allí donde el PNV se ligó al PP tras el 28 de mayo de 2023, como en la mencionada Gipuzkoa o en Gasteiz, Durango y Bastida, el electorado lo ha castigado en beneficio de EH Bildu. A la espera de cómo evolucionen los acontecimientos, tras estas elecciones, el PNV está dando los mismos pasos que le han llevado a su situación actual. Revisemos titulares de 2020. A los dos días de los comicios: «Ortuzar se desata contra EH Bildu y ya habla con Mendia» y «Lakua apuesta por reeditar el pacto PNV-PSE por su ‘exitosa’ gestión». Y al tercer día, PNV y PSE ya anunciaron que delegaciones de ambos partidos se reunirían el siguiente lunes en Sabin Etxea «para abordar la conformación de un Gobierno sólido». Repasen y los pasos son idénticos a los de la última semana postelectoral.

Después de que se conforme el nuevo Gobierno y se produzca el relevo o la continuidad de los 433 altos cargos y asesores, el PNV deberá afrontar entre finales de 2024 y enero de 2025 la renovación de sus cargos internos. Ningún burukide actual está obligado a continuar en sus cargos. Andoni Ortuzar llegó a la presidencia del EBB en enero de 2013, después de que Iñigo Urkullu hubiera saltado de Sabin Etxea a Ajuria Enea. Revalidó el cargo en febrero de 2016 y después, el 10 de diciembre de 2020, en una Asamblea General del PNV marcada por la pandemia y las mascarillas, fue reelegido por unanimidad.

A lo largo de este 2024, el PNV tiene que proceder a la reelección de sus órganos internos, entre ellos el EBB y las ejecutivas territoriales. Se ha hablado de renovación y relevo generacional, pero ahora, cuando se pregunta a los dirigente qué van a hacer, inciden en tópicos como «en este partido no te presentas, te presentan» e incluso hay quien ha dicho «si te presentan, no te puedes negar».

El PNV ha ganado esta vez, con la camisa que no le llegaba al cuello. Lo que se puede jugar en este año y en su renovación interna es que no sea su última victoria

¿Qué dicen los estatutos del PNV aprobados en 2020? Por un lado, el artículo 98 dicta que «la reelección de los cargos internos solo podrá efectuarse por una sola vez, debiendo transcurrir un mandato para poder acceder a una nueva elección». Aunque se recoge la excepción de que «no obstante, la asamblea competente para la elección de tales cargos podrá, de manera expresa e individualizada, excepcionar la aplicación de esta limitación a la reelección».

Es decir, estar en los cargos internos más de ocho años debería ser una excepción. Qué ocurre si, pese a todo, las bases siguen proponiendo a los mismos burukides para mantenerse al frente del partido. Pues que según el artículo 99, «podrá excusar la aceptación de la nominación» tanto para continuar en el mismo cargo como para «uno nuevo».

Por lo tanto, la renovación de los cargos internos del PNV no depende tanto de la militancia, sino de las decisiones que adopten sus dirigentes, cuyas propuestas serán siempre avaladas por las bases.

Hoy por hoy, cabe pensar que haber «jubilado» a Iñigo Urkullu debería llevar a Andoni Ortuzar a dar él mismo su relevo. Y se puede mirar también a Joseba Aurrekoetxea y Koldo Mediavilla. Los jobubis (jóvenes burukides bizkaitarrak) están más próximos de la jubilación que a su exitoso pasado por EGI.

Por territoriales, en Araba, José Antonio Suso ya anunció su despedida tras el desastre de las municipales en Gasteiz del 28 de mayo. Joseba Egibar ya se ha quedado fuera del Parlamento y cabe suponer que alguien, quizá Markel Olano, pueda tomar su relevo. Y por lo que respecta a Bizkaia, la actual presidenta del BBB, Itxaso Atutxa, suena de momento para dar el salto al EBB. Que eso suponga una renovación puede ser debatible. Mientras los medios nos centramos en la cúspide de la pirámide, quienes saben de la estructura interna del PNV están preocupados por las bases, por la falta de vida interna en las agrupaciones locales, en los batzokis que en su día fueron nexo de unión del partido con la militancia, con las cuadrillas de ésta, con quienes se acercaban siquiera a tomar un pote al bar. Se quejan de la falta de pulso del partido por abajo.

Y quienes desde el partido –quizá demasiado tarde– miran al país desde cierta altura, lamentan la «presencia» de EH Bildu en los cuatro territorios del Sur, mientras que el PNV carece de referentes en Nafarroa, aunque el presidente del Parlamento foral sea también presidente del NBB. Y, aunque pueda resultar extraño, la última Ponencia Política aprobada por el PNV es del 12 de setiembre del 2007. Gobernaba Juan José Ibarretxe, el presidente del EBB era Iñigo Urkullu y ETA estaba activa. Quien quiera conocer su contenido, la encontrará en la web del PNV, aunque tiene poco que ver con la realidad actual. Puede esperarse que este año le den un repaso.

El PNV ha vuelto a ganar esta vez. Lo que se juega es que no sea su última victoria.