Beñat Zaldua

Los Klarsfeld y la Europa de hoy

Serge y Beate Klarsfeld, activistas, investigadores y conocidos cazanazis, fueron condecorados ayer por Emmanuel Macron, que trata de erigirse en general de la cruzada contra la extrema derecha. Pero el matrimonio es objeto de polémica al homologar el Rassemblement National de Marine Le Pen...

Beate y Serge Klarsfeld, de naranja y mirando a cámara, en el monumento del holocausto de Berlín, junto a los presidentes francés y alemán, Emmanuel Macron y Frank-Walter Steinmeier.
Beate y Serge Klarsfeld, de naranja y mirando a cámara, en el monumento del holocausto de Berlín, junto a los presidentes francés y alemán, Emmanuel Macron y Frank-Walter Steinmeier. (Ludovic MARIN | AFP)

Beate Klarsfeld se dio a conocer en 1968 en un congreso de la CDU en Berlín, donde abofeteó al canciller alemán, Kurt Georg Kiesinger, por su pasado nazi. Era una activista e investigadora antifascista que, con el tiempo y junto a su marido Serge, se ganó una merecida fama de cazadora de nazis, siguiendo la estela de Simon Wiesenthal. En su historial destaca, entre otros, la extradición de Klaus Barbie de Bolivia al Estado francés, donde fue condenado a cadena perpetua. Su incansable búsqueda de nazis ocultos y su efectividad los convirtieron en objetivo de la red Odessa, que atentó contra ellos en dos ocasiones en los años 70.

Emmanuel Macron, hábil publicista y constructor de castillos en el aire, ha querido condecorar a la pareja trece días antes de las europeas. Y hacerlo en Berlín, en medio de una visita de Estado que tiene tanto de campaña como de diplomacia. Gran Cruz de la Legión de Honor para él y Gran Oficial de esta distinción para ella.

Un poco de contexto. Macron fue el gran valedor de Ursula von der Leyen hace cinco años, cuando consiguió desatascar unas complicadas negociaciones obteniendo de paso la Presidencia del BCE para Cristine Lagarde, y quiere volver a desempeñar un rol importante tras el 9 de junio. Se ha autoerigido en defensor de los siempre difusos valores europeos ante el auge de la extrema derecha y lleva meses intentando ajustarse el traje de refundador de la UE. A solemnidad no le gana nadie en el continente.

¿UNA BUENA IDEA?

No está claro, sin embargo, que condecorar a los Klarsfeld en este momento haya sido la idea más inspirada, dada la polémica desatada hace dos años, cuando el matrimonio aceptó el homenaje brindado por el alcalde de Perpinyà, Louis Aliot, miembro del Frente Nacional (ahora Rassemblement National) y expareja de la líder del partido, Marine Le Pen. El gesto fue leído como un sello de homologación para la extrema derecha. Máxime después de que, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2017, la pareja publicase anuncios contra el FN ligando a la ultraderecha con los campos de exterminio nazis. Tras el homenaje en Perpinyà, la plataforma SOS Racisme acusó en 2022 a Serge de «contribuir a la banalización de la ultraderecha».

No parece que los Klarsfeld se hayan arrepentido. Un periodista de AFP los entrevistó la semana pasada, en vísperas de recibir el reconocimiento, y de nuevo Serge insistió: «Creemos que RN ha evolucionado positivamente, sobre todo en lo que respecta a su actitud hacia los judíos». «Nos sentimos aliviados, no diría felices, de oír a la líder de Rassemblement National condenar a Pétain, a Laval, la redada de Vel d’Hiv...», añadió.

De hecho, sitúa una de las claves de su giro en el «apoyo a Israel». «Lo reconocemos y consideramos que este partido ha entrado poco a poco en el círculo de partidos republicanos», explicó. Adiós al cordón sanitario. Por contra, opinan que el «peligro» son ahora «el islamismo fundamentalista» y la «extrema izquierda (...) que siempre tuvo prejuicios antisemitas».

REFLEJO DE UN TIEMPO

El cuadro completo ofrece la radiografía de una época. Dos de los depositarios del patrimonio de la lucha contra el negacionismo del holocausto y por la memoria de los crímenes nazis abren la puerta del panteón republicano a la extrema derecha, mientras alimentan su discurso islamófobo y demonizan a la izquierda de la que, se supone, alguna vez formaron parte. Y Macron, en busca de nuevos fuegos de artificio, ha pensado que era buena idea homenajearlos ahora como parte de una campaña en la que quiere recuperar el estandarte de la lucha contra esa extrema derecha.

A Le Pen le ha bastado con cambiar siglas y aparcar el decimonónico revisionismo histórico de su padre para obtener los avales necesarios. Del resto parecen encargarse los demás. Va a ganar las elecciones europeas en el Estado francés y ya ha aprendido cuál es el camino. Ha echado a la alemana AfD de su grupo -estos sí son peligrosos antisemitas, según los Klarsfeld- y ha llamado a la unión a la italiana Giorgia Meloni, capitana del otro grupo ultra en la Eurocámara: «Podemos ser la segunda fuerza, no debemos dejar escapar tal ocasión».