Ainara Lertxundi
GARAren edizio taldeko kidea / Miembro del equipo de edición de GARA

Testimonios desde Gaza de una situación «apocalíptica» en medio de incesantes bombardeos

Gaia Giletta, enfermera de MSF, acaba de salir de Rafah. Paulo Milanesio, coordinador de emergencias, sigue en al Mawasi. En testimonios remitidos a NAIZ, denuncian las condiciones inhumanas que afrontan los civiles y exigen un alto el fuego duradero, «la única manera de que la gente deje de morir».

Palestinos huyen de Tal Al Sultán, en Rafah, al sur de Gaza.
Palestinos huyen de Tal Al Sultán, en Rafah, al sur de Gaza. (Eyad BABA | AFP)

En la noche del 26 de mayo, Israel bombardeó un campamento de desplazados en Rafah, al sur de Gaza. El área había sido designada como «zona segura» por el Ejército israelí. En menos de dos horas, el centro de estabilización traumatológica que Médicos Sin Fronteras (MSF) abrió en el área de Tal Al Sultán, a pocos metros del campamento bombardeado, recibió a 180 heridos y 31 fallecidos.

«Fue una noche realmente difícil por el alto volumen de heridos. Personal del hospital Emiratí –que tuvo que dejar de funcionar el pasado 30 de mayo– vino a ayudarnos. Los profesionales sanitarios hicieron un magnífico trabajo en medio del caos. Lograron estabilizar a los heridos y trasladarlos a los pocos hospitales que aún quedan en el área de Al Mawasi», recuerda a NAIZ la enfermera de MSF Gaia Giletta, que recientemente ha salido de la Franja.

«El punto de estabilización de Tal Al Sultán fue abierto tan solo diez días antes del ataque aéreo, el 15 de mayo. Resultó esencial que estuviéramos allí. Lamentablemente, solo un día después del bombardeo contra las tiendas de desplazados tuvimos que cerrarlo por la cercanía de los intensos bombardeos, a apenas cien metros. Dentro de las instalaciones se encontraba el personal médico, los pacientes y unos 100 civiles que se habían refugiado dentro de la clínica. Todos ellos quedaron atrapados durante horas hasta que pudieron salir y ponerse a salvo. Se supone que los centros de salud cuentan con protección al amparo del derecho internacional», añade.

«Nos vemos obligados a decidir quién recibe tratamiento y quién no»

La falta de suministros médicos, de fuel para alimentar los generadores, de analgésicos, de espacio en los hospitales… por el cierre de los pasos fronterizos y el bloqueo israelí está obligando a los profesionales médicos a tomar decisiones difíciles.

«En estos momentos en la Franja de Gaza no hay equipos médicos avanzados para tratar las complejas heridas causadas por los explosivos y hacer frente a un flujo tan grande de heridos. Por ello, nos vemos obligados a decidir qué herido es susceptible de recibir tratamiento y quién no, a qué paciente intubamos o derivamos a la UCI y a quién no, a quién le damos analgésicos y a quién no, a quién operamos en quirófano y a quién no. No deberíamos vernos obligados a hacer este tipo de elecciones, es inaceptable. Pacientes con enfermedades crónicas están muriendo porque se les está acabando la medicación», denuncia Giletta.



Sobre el tipo de heridas que observan, señala que la mayoría son producidas por explosivos: «Nos enfrentamos a heridas penetrantes, a daños en órganos internos, a quemaduras extensas, a amputaciones, a hemorragias masivas, a lesiones cerebrales traumáticas… Y no hay que olvidar las heridas que no se ven, los traumas psicológicos».

«Todas estas heridas –continúa– son críticas y requieren un complejo tratamiento médico. Necesitamos fuertes anestésicos para el dolor, material quirúrgico que debe ser cuidadosamente esterilizado y para ello se necesita electricidad».

Heridas infectadas con gusanos

Advierte que este tipo de heridas «se infectan fácilmente incluso en hospitales en condiciones normales. No tenemos capacidad para ingresar a estos pacientes porque los hospitales están saturados y no hay camas, por lo que les tenemos que decir que regresen a su casa, es decir, a una una tienda sin condiciones higiénicas, sin acceso a agua, sin váteres... En el mejor de los casos regresan al hospital cada día. Esta falta de higiene, de agua y el hacinamiento en los campamentos es un caldo de cultivo para las infecciones. Vemos frecuentemente heridas con gusanos. A esto se suma la malnutrición, que merma la capacidad inmunológica de los pacientes para luchar contra las infecciones. Especialmente vulnerables son los niños malnutridos».

«Lo mismo ocurre con las mujeres embarazadas, que están dando a luz a niños de bajo peso porque ellas mismas están malnutridas. No tienen acceso a la cantidad de nutrientes que se requieren durante el embarazo. Las mujeres lactantes son incapaces de producir la leche necesaria para el recién nacido. Una madre lactante debe de beber tres litros de agua al día y en Gaza no hay agua potable», subraya Giletta.

«No es solo el trauma de ver tu casa bombardeada, sino de sobrevivir a las consecuencias que la guerra está dejando en los propios cuerpos. Gran parte de la población ha sufrido amputaciones y discapacidades de por vida», incide.

«En la desesperación, nos llegan a poner a los niños en los parabrisas»

Paulo Milanesio, coordinador jefe de MSF en Gaza, sigue en Al Mawasi. «La situación acá es devastadora, apocalíptica. Hace semanas que somos testigos de ataques indiscriminados. Los bombardeos no cesan. Todo lo que nos rodea es necesidad, desesperación, familias destruidas y amontonadas. Hemos llegado al punto de que conforme avanzamos en nuestros coches, nos ponen a los niños en los parabrisas. Hace dos días me pasó que una madre desesperada me tiró a su hijo completamente quemado al parabrisas».

«La situación sanitaria es desesperante. Estamos todos los días adaptándonos a las necesidades, pero el hecho de que los ataques no se detengan, que no haya un alto el fuego, hace que las condiciones de trabajo sean muy complicadas y que constantemente estemos cambiando nuestros puntos de atención. Tenemos centros de salud primaria, damos apoyo a diferentes hospitales y distribuimos más de 400.000 litros de agua por día que dan cobertura a unas 120.000 personas. A nuestro centro de salud nos llegan pacientes con problemas de piel, diarrea, gastroenteritis, renales… porque están bebiendo agua salada. Estos una bomba de relojería», resalta Milanesio en un video facilitado por MSF.

«No paran de llegar niños heridos a nuestros centros de estabilización. Recuerdo el caso de una niña de seis años, Roah. Vivía en el norte de Gaza y tuvo que desplazarse varias veces. En un momento se perdió y quedó en medio de un tiroteo. Recibió un balazo en la frente, siguieron desplazándose y su madre le curó la herida como pudo. Llegaron hasta Al Mawasi, donde está nuestra clínica. Tenía la frente abierta, una herida totalmente infectada. Estamos muy contentos porque anteayer recibió el alta. Ver niños y niñas víctimas de esto es muy duro. Más de 20.000 niños ya son huérfanos y están deambulando por ahí. No tienen familia, simplemente caminan por las calles, entre medio de los campamentos».

«Personas comunes como tú o como yo están murieron. Es muy duro y triste. El paso fronterizo de Rafah sigue cerrado, no podemos meter los insumos necesarios. El sistema de salud está desbordado, no hay manera de que podamos cubrir todas las necesidades. Los civiles están muriendo de manera masiva. En Gaza no se respeta la vida de las personas», incide.

«No nos corresponde a nosotros valorar la actitud de la comunidad internacional. Solo sabemos que en Rafah continúan los bombardeos y ataques a pesar de que la Corte Penal Internacional de Justicia ordenó que se detenga la invasión en Rafah. Seguimos viendo cómo la población civil sigue pagando con sus vidas las consecuencias de la guerra. Aquí lo importante es que quien tenga que tomar la decisión detenga esta masacre. Estamos pidiendo un alto el fuego duradero porque es la única manera en que vamos a lograr que la gente en Gaza deje de morir y los trabajadores humanitarios podamos dar el servicio necesario», exige Milanesio.

Considera inaceptable que «por la acción del hombre, sigan muriendo personas de forma masiva».

Martina Marchió: «En Khan Younis solo hay destrucción»

Martina Marchió, coordinadora médica de Médicos Sin Fronteras en Gaza, salió de Franja de Gaza la pasada semana con «las explosiones sonando cada vez más fuerte». Ahora mismo se encuentra en su Italia natal.

«Cuando llegué a Rafah el 16 de abril, la situación ya estaba complicada y se esperaba un ataque israelí, pero había cierta esperanza de que de las negociaciones surgiera algún tipo de alto el fuego. Ahora ya casi no quedan estructuras médicas. MSF ha tenido que cerrar su centro de estabilización traumatológica de Tal Al Sultán, clave para atender a los heridos en explosiones y tiroteos, y el centro de atención primaria de Al Mawasi, ambos en Rafah». Desde febrero MSF había atendido a 33.000 personas en este centro de salud.

«Tal Al Sultán era considerada una zona segura, al igual que la zona costera de Al Mawasi. Esta playa, a la que se dijo a los desplazados que fueran, se ha convertido en un lugar de muerte», subraya, a la vez que denuncia que «ya no hay ninguna zona segura» en toda la Franja, sometida a intensos bombardeos de norte a sur.



Antes de salir, Marchiò caminó entre los escombros y edificios destruidos de Khan Jounis tras la retirada de las tropas israelíes.

«Sentí un dolor inmenso ante esta ciudad arrasada. No ha quedado nada. Solo ves destrucción, es realmente impactante. La situación es muy dramática. Afortunadamente, el hospital Al Nasser está parcialmente operativo nuevamente», subraya Marchiò, para quien «lo más doloroso es saber que no hay ninguna zona segura. La gente se ha desplazado hasta en diez ocasiones tratando de encontrar un lugar seguro. Lo han perdido todo. También la esperanza».

Pide no «abandonar a la población gazatí» y «mantener nuestro foco en Gaza. Debemos seguir presionando. Es urgente un inmediato alto el fuego para que puedan recibir atención médica».