Desde que anunció su marcha, en todas las ruedas de prensa que ha ofrecido Natalia Arroyo ha habido espacio para hablar de pasado y futuro pero en niguna, lógicamente, como en la de hoy. Arropada por jugadoras, cuerpo técnico y representantes del club, la entrenadora catalana ha protagonizado su última comparecencia como entrenadora de la Real en la que se ha mostrado emocionada y reconocido su agradecimiento.
Han sido «gracias infinitas» a las jugadoras. «Llegó una entrenadora con muchas ilusiones y sueños y he intentado vivirlas desde la exigencia, intentando exifirles, entenderles, apretarles y promocionarles para que intentaran, que fueran valientes, que lo han sido. Lo suyo cuesta –ha destacado–, han tenido una entrenadora que muchas veces las ha expuesto, a jugar a campo abierto, a ir a apretar cuando las piernas no dan, y les agradezco muchísimo que lo hayan intentado cada día. Todo lo que hemos conseguido es gracias a su talento, a su esfuerzo y a sus ganas de dejarme equivocarme». Reconoce Arroyo que cuatro años de relación no son fáciles, «hemos tenido conversaciones difíciles, alineaciones difíciles, pero la manera que han tenido de acercarse a mi y yo a ellas lo ha hecho todo mucho más fácil». Asegura que «tienen muchos retos por delante, tienen que vestir la camiseta de la Real con la misma valentía y orgullo que lo han hecho. Que se liberen, que se arrevan, que crean a ellas».
Conteniendo a duras penas las lágrimas, la técnica ha extendido su agradecimiento al staff, «a todos los que están detrás. Es la Real de Natalia pero por detrás hay un montón de gente que aguanta a Natalia, que empuja... Son los que han hecho que este equipo jugara así, que este proyecto tuviera sentido. Los que están aquí y los que han estado a lo largo de los cuatro años me han hecho mejor, me han enseñado muchísimas cosas, me han acompañado en el camino. He intentado liderarlos de la mejor manera posible, nos hemos divertido y hasta el último día vamos a intentar que esta profesión tan exigente sea lo más agradable posible porque es lo que esta gente ha conseguido. Los de campo, los de logística, ahí está Garbiñe también... Y a Eli (Capa), que está ahí y sabe todo lo que le agradezco por acompañarme a Donosti, tú sabes lo difícil que ha sido para ti también y nos toca como proyecto también cambiar Donosti por otro lugar y celebraré que sea juntas», ha adelantado.
Tampoco ha olvidado Arroyo a la afición realzale, «desde el primer año, año covid, difícil para todo el mundo... En Zubieta espectacular, cuando hemos jugado en el Reale espectacular, en el desplazamiento a Zaragoza de diez, gente que sigue a la Real, a Madrid, que es súper fiel... La afición es una maravilla. A mi me ha dado cariño, también me ha dado caña como tiene que ser y que siga siendo, exigente, que cuide los procesos, que a veces van a querer unas cosas, que ponga a menganita, que fichemos a esta, que no se vaya la otra... Pero que lo hagan con ese orgullo que visten la camiseta, que nos esperan... Y vosotras –ha demandado a las jugadoras–, no os convirtáis en lo que no queremos ser y deteneos tres minutos, cinco, a sacaros fotos, a firmar, y si tenéis botas que os sobren, se las regalais».
El agradecimiento, en definitiva, ha sido a la globalidad del club. «Nos hemos hecho mejores, vino alguien que no sabía si podía hacer algo en esta profesión y, habiéndome equivocado muchas veces, me han dejado equivocarme y me han animado a seguir intentándolo. Lo mismo digo, a seguir intentándolo y que lo mejor esté por venir todavía».
El legado
Se muestra la entrenadora catalana «maravillada» por «lo que he vivido aquí desde el primer día y especialmente por lo que estoy viviendo desde que he dicho que no voy a continuar. El agradecimiento de la gente, el qué pena que te vayas... He notado ese cariño y es lo que más orgullosa me hace estar. Porque he querido venir a ganar pero he querido ganar de una manera muy particular y sintiendo lo que he sentido de una manera natural y fácil, que esto es casa, que me han acogido como una más, es una maravilla marcharse así», ha insistido.
Algo se lleva Arroyo pero no es poco lo que deja en un club del que ha formado parte durante cuatro temporadas, llevando al equipo a disputar la Champions League por primera vez en su historia o a su segunda final de Copa, además de haberle dotado de una personalidad reconocible. No acababa de estar cómoda hablando de su legado «porque es como cuando alguien hace historia, que hay que dejar espacio y tiempo para verlo con perspectiva, y creo que eso lo tendréis que escribir vosotros y definir ellas. Ha sido un paso más de un camino que va haciendo la Real. Unos pasos interesantes, ilusionantes, no lo sé. Creo que hemos jugado bien, hemos tenido una personalidad muy concreta en el juego, hemos ganado partidos importantes, hemos competido, nos hemos llevado batacazos y nos hemos vuelto a levantar y creo que es difícil jugar contra la Real, creo que los rivales esperan una Real con respuestas a muchas cosas, adaptada a muchos contextos, que si puede llevar el partido a su registro, todo el mundo sabe cuál es. Si le quitas el escudo y la camiseta, creo que es fácil reconocer que el equipo es la Real. Pero no es solo Natalia, es Natalia en un momento concreto, en el que el club quiere ser eso. Hemos sido parte del club, hemos crecido con él».
Aunque también ha habido malos momentos, sin los que probablemente la experiencia y el aprendizaje no serían completos ni se apreciarían de la misma manera los buenos, o precisamente por eso, Arroyo se marcha sin apenas espinitas clavadas. «Haber competido un poco mejor la final –reconoce–, vivirla de otra manera porque nos merecíamos disfutarla y la disfrutamos muy poquito. Me habría gustado estrenar el edificio (la nueva estructura de Zubieta, específica para la sección femenina, todavía en construcción). Pero he tenido mucha suerte, he vivido cosas maravillosas que no me esperaba, he entrenado a muy buen nivel, he tenido fantásticas jugadoras, he estado a gusto. No tengo la sensación de que me falte de nada y probablemente por eso me toca salir, porque no me queda nada. Me habría gustado vivir esa cosa simbólica que va a ser el nuevo IZAN. Pero ya sé en qué fecha lo estrenan y amenazo con volver para verlo», ha sonreído.
Cuestionada, precisamente, sobre un posible regreso en el futuro, Arroyo ha señalado que esto es «un adiós»... que «es compatible» con un «hasta luego». «Tampoco sabía si iban a ser cuatro años cuando llegué –ha añadido–. Si merecemos volver, lo veremos, en qué punto está el club, yo, si volvemos a ser una unión que enriquezca a las dos partes... Tengo claro que aquí he sido feliz, me he sentido querida, esto es mi casa, la siento así. Pero ahora el club tiene que crecer y yo también y si luego volvemos a conectar, ya se verá. Espero que el recuerdo que dejo sea suficientemente bueno como para que cuando venga a de visita me abran las puertas de Zubieta. Yo querré volver, ver cómo progresa el equipo, lo seguiré como una aficionada más y ya se verá. Sí siento que puede ser un hasta luego pero, por otro lado, igual es una etapa que es mejor dejarla aquí, bonita. Como cuando relees un libro que te gustó en la adolescencia y ya eres otra persona y piensas cómo te pudo gustar eso y hasta te disgustas de cómo fuiste con quince años leyendo no sé qué. A mi esto me ha ayudado, ha sido un momento fundamental de mi vida, he sallido de casa, he cambiado de profesión, he vivido mi sueño... Si toca, tocará. Y ojalá sea, mínimo, tan bonito como ha sido ahora»