Tal vez no les suene demasiado el nombre de Auke Bert Pattist. Nacido en Utrech en 1920, es el protagonista del documental ‘El amigo de todos’. Se nacionalizó alemán en 1941 para incorporarse a las Waffen-SS, uno de los cuerpos del Ejército nazi, y fue condenado en ausencia a cadena perpetua en Países Bajos en 1947 por los crímenes y torturas en los que había participado tres años antes en el arresto de más de 2.000 judíos escondidos en Amsterdam, acusaciones que siempre negó.
Tras fugarse del campo donde estaba internado al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la pista de Pattist se pierde a través de varios países hasta que en 1956 cruza la frontera del Estado español por los Pirineos con documentación de cuatro nacionalidades distintas y, después de un breve paso por el campo de trabajo de Nanclares de Oca, sale en libertad gracias a las gestiones de un compañero de armas residente en Madrid.
A partir de ahí se instala primero en Ribadesella y luego en Oviedo, donde se casa y tiene cinco hijos, además de abrir una academia de idiomas desde la que presuntamente colaboraba con la policía para controlar a los estudiantes antifranquistas y, tras obtener la nacionalidad española en 1966, jura seis años después el cargo de traductor jurado del Ministerio de Asuntos Exteriores para Asturias. ¿Cómo acaba un nazi siendo un vecino más de Oviedo durante más de cuatro décadas?
Tras ganar el premio del público en el último Festival de Gijón, llega a las carteleras ‘El amigo de todos’, documental que rastrea la figura de Auke Bert Pattist. Esta historia narrada en retrospectiva nace de los recuerdos de un niño fascinado por aquel hombre que frecuentaba el bar de sus padres. Ese niño, hoy adulto, se debate entre viejos periódicos, pruebas jurídicas y sospechas que difuminan la reconstrucción del nazi que hechizó su mirada infantil.