Urtzi Urrutikoetxea

El debate Biden-Trump hace saltar todas las alarmas en el campo demócrata

El cara a cara entre Donald Trump y Joe Biden, en el que el presidente se ha mostrado perdido y dubitativo, ha hecho saltar las alarmas en el Partido Demócrata. «No he entendido muy bien lo que ha dicho al final de la frase. Creo que él tampoco lo sabe», ha llegado a espetarle Trump.

Cara a cara entre Donald Trump y Joe Biden.
Cara a cara entre Donald Trump y Joe Biden. (Andrew CABALLERO-REYNOLDS | AFP)

La actuación de Joe Biden en el debate presidencial de este jueves [madrugada de viernes en Euskal Herria] ha puesto al Partido Demócrata ante su espejo más duro. Ha sido un presidente perdido en su discurso ante un Trump mucho más sólido a pesar de sus mentiras continuas. Apenas quedan cuatro meses para las elecciones y siete semanas para la convención que, se suponía hasta el debate, debía nombrar al actual presidente como candidato a la reelección.

Cuando en mayo se anunciaron los debates presidenciales (debería haber otro en septiembre), más de uno mostró su extrañeza porque el equipo de Trump aceptara las condiciones de Biden, y por la fecha, en junio, más temprana que nunca antes.

Algún día se conocerán los entresijos de la negociación entre los dos partidos, pero tras el desastre que se ha visto en televisión, los demócratas pueden felicitarse de que haya sido tan lejos del día de las elecciones. Y es que la reacción general ha sido que alguien en la Casa Blanca tiene que convencer a Biden para que se aparte, mientras el Partido Demócrata maniobra estas semanas para dar con el o la candidata que pueda frenar el regreso de Trump, con una agenda más autoritaria y extremista que hace ocho años, a la Casa Blanca.

El cara a cara entre Joe Biden y Donald Trump había levantado muchísimas expectativas. Mientras el expresidente y candidato republicano fanfarroneaba por medio país ante sus seguidores con su lenguaje más soez, Biden se recluyó en Camp David en los últimos días para preparar el debate.

Cada candidato se enfrentaba a sus propios retos: el presidente debía despejar las dudas relacionadas con la edad. El interés respecto al candidato republicano tenía algo de morbo: saber si Trump podría contenerse ante las normas aceptadas. Los estrategas republicanos sabían que lo importante era que Trump no cometiera errores que ahuyentaran a la gente y, sobre todo, y que la atención se centrara en Biden.

Una vez en Atlanta, han bastado cinco minutos para que saltaran las alarmas sobre la primera cuestión. Al cuarto de hora, el presidente parecía un líder acabado. Dubitativo, ha perdido el hilo del discurso constantemente, se ha visto el esfuerzo que tenía que hacer para introducir los elementos que había memorizado y que aun así se le escapaban. Para el minuto doce, se le ha ido el hilo del debate sobre la inflación, las medidas adoptadas tras la pandemia y Medicare, sin apenas refutar las mentiras que Trump iba lanzando sin parar.

Entre las normas del debate estaba que los moderadores de la CNN tampoco harían fact-check, con lo que el expresidente ha podido continuar con su discurso racista y plagado de falsedades sobre la inmigración o la sanidad. Es cierto que en la mesa redonda tras el debate han llegado a nombrar 38 mentiras o falsedades de Trump frente a nueve de Biden. Para entonces, la mayoría estaban a otra cosa. Según la encuesta de la propia cadena, dos de cada tres telespectadores consideran a Trump ganador del debate.

Incluso al llegar al tema del aborto, cuyo derecho constitucional se abolió hace dos años gracias a los jueces designados por Trump, el expresidente ha mentido al asegurar que en algunos estados se permite no solo abortar hasta el final del embarazo, sino matar al bebé una vez nacido.

Biden le ha acusado de mentir y ha empezado a venirse arriba para intentar provocar una reacción más visceral de Trump al recordar que es un delincuente convicto, «condenado por agresión sexual y que tuvo sexo con una actriz porno mientras su mujer estaba embarazada». Trump lo ha negado, pero no ha llegado a entrar al trapo, para retomar el hilo que más le interesaba: bajo su mandato las fronteras estaban cerradas, mientras que «Biden las ha abierto, para que millones entren a violar y matar mujeres».

Trump ha remoloneado ante la pregunta de si aceptaría los resultados de noviembre, y tras la insistencia de los moderadores, a la tercera ha dicho que «si es limpio y legal, absolutamente», para reiterar que en 2020 no fue así. Es decir, que, si pierde, no lo reconocerá. Biden le ha instado a no ser «un quejica».

En la última mitad del debate, la actuación de Biden ha mejorado, y si uno siguiera los discursos por escrito, las mentiras del expresidente y los logros de la Administración actual serían más evidentes. Pero en la televisión la imagen lo es todo. Es difícil que Trump atraiga a más votantes de los que tiene, pero es difícil convencer al electorado que Biden es la persona más capacitada para liderar los Estados Unidos.

La sensación final es que Trump se ha centrado en su discurso para que sus mentiras sonaran más convincentes, sin regodearse en la senilidad de Biden. «No he entendido muy bien lo que ha dicho al final de la frase. Creo que él tampoco lo sabe», ha llegado a decir una vez. Han podido ser algunas más, pero Trump ha sabido contenerse.

Biden apenas tiene tres años más que Trump, «pero parece que hay 20 años de diferencia», ha asegurado un estratega republicano tras el debate.

La CNN ha apretado las tuercas a la vicepresidenta Kamala Harris para que reconociera que había pánico dentro del Partido Demócrata. Harris, desde Los Ángeles, ha defendido a su jefe. Muchas miradas están puestas en California, aunque no en la vicepresidenta, sino en su gobernador, Gavin Newsom. Tras el debate, ha recordado los logros de Biden para concluir que «hay que dar un paso al frente, y es lo que pienso hacer».